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MARSEL & CO

Colores, salud y comportamiento.

Somos lo que vemos. La visión de determinados tonos puede afectar a nuestro estado de ánimo, mitigar acciones violentas y ayudar a curar ciertas enfermedades.

(Muy Interesante - Divulcat) Hay colores que matan. Quizás la frase sea demasiado exagerada pero, al menos, hay colores que ofenden. De los más de 7 millones de colores que puede captar el ser humano, una buena porción produce efectos sobre nuestro comportamiento, nuestras funciones fisiológicas e, incluso, nuestra salud. ¿Cuál podría ser considerado el "peor" color de todos, el más dañino? Los científicos creen que la palma se la lleva el amarillo. Éste es el color que más cantidad de luz refleja y, por lo tanto, su contemplación estimula más las células del aparato visual. Podría decirse que el amarillo irrita más. De hecho, se sabe que los niños tienden a llorar más cuando duermen en habitaciones amarillas, que las parejas se pelean más en cocinas con muebles amarillos y que los artistas interpretan peor ante la presencia de ese color. A ello hay que añadir la abundante superstición que gira en torno al tono de marras.
Sin embargo, éste es el color que más rápidamente procesa nuestro aparato visual, o sea que es en condiciones normales el que antes vemos. Por eso es ideal para llamar la atención: son amarillas algunas señales de peligro, los buzones, los post-it y, en algunas ciudades, las tomas de agua para los bomberos. Finalmente, el hecho de ser un color que contiene prácticamente todo el espectro luminoso le confiere un rango especial: en algunas culturas, es un símbolo de divinidad.
Sea como fuere, lo que está claro es que los colores no nos son indiferentes: ejercen una influencia mayor o menor sobre nuestro comportamiento y, quizás, sobre nuestro organismo. Uno de los efectos más evidentes es el que ejerce el color sobre nuestro apetito. Para que los alimentos estimulen nuestro deseo de comer no sólo han de ser exquisitos y oler bien, también tienen que tener un aspecto cromático atractivo. La naturaleza nos tiene acostumbrados a ciertas gamas cromáticas que han ido educando nuestra pulsión alimenticia.
Pero existen colores cuya función es exactamente la contraria. Si usted quiere ponerse a dieta, lo mejor que puede hacer es pintar de azul su cocina o poner una luz azul en el frigorífico. Parace demostrado que este color actúa como ligero supresor del apetito. La razón es doble. Por un lado, el medio natural no nos ofrece demasiados estímulos comestibles azules: no hay lechugas, ni filetes ni peces realmente azules. Pueden existir variedades vegetales con tintes azulados o morados, pero el azul no forma parte de nuestra ancestral cultura omnívora. Es decir, que no hemos desarrollado una respuesta automática de apetito a este color. La segunda razón es que algunos psicólogos consideran que el azul forma parte de los llamados colores fríos que tienden a provocar sensaciones de paz y a inhibir las pulsiones como el hambre.
Lo cierto es que es muy raro encontrar un plato azul en ningún restaurante. Algunos experimentos han demostrado que una pieza de musubi (bola de arroz de la cocina japonesa) en la que el cereal se ha pintado del color del cielo es rechazada constantemente por la clientela. Es más, la compañía Mars, creadora de las pastillas de chocolate coloreadas M&M´s, reconoce que el azul no está entre sus colores preferidos a la hora de llenar las bolsas con el producto. En concreto, el reparto de golosinas en cada paquete es el siguiente: 30 por 100 marrones, 20 por 100 rojas, 20 por 100 amarillas, 10 por 100 verdes, 10 por 100 naranjas y 10 por 100 azules.
El color es esencial cuando tomamos determinadas decisiones. Por ejemplo, si tenemos que medicarnos. La primera píldora de la historia fue una pequeña bola marrón con componentes curativos mezclados con pan ácimo que consumían los faraones egipcios. Durante muchos años de los siglos XIX y XX, la mayor parte de las píldoras eran blancas, ya que se trataban de simples paquetes prensados del compuesto activo en cuestión.
Pero con la llegada de los nuevos geles y gelatinas, el mercado farmacéutico pudo inundarse de miles de cápsulas multicolor. Hoy, la industria puede utilizar 80.000 colores distintos para encapsular los medicamentos. ¿Realmente importa cuál de ellos se elige? Los científicos están convencidos de que sí. En primer lugar el color puede ayudar al paciente a identificar su medicación entre el resto de las que conserva en la casa. No hay que olvidar que los errores en el consumo de fármacos son un problema sanitario cada vez más preocupante. Pero, además, se ha demostrado que los enfermos responden mejor a la medicación cuando el color de la pastilla es coherente con el efecto que de ella se espera; por ejemplo, azul claro para un relajante y rojo intenso para un estimulante. Es fácil imaginar el efecto psicológico que tendría consumir una píldora naranja fuego para evitar la acidez de estómago o una verde como la bilis para superar un ataque de náuseas.
Recientemente el asunto del color en los medicamentos ha cobrado interés debido a que en Estados Unidos, primero, y posiblemente dentro de poco en otros países como España, se están relajando las leyes que prohíben publicitar directamente al consumidor medicamentos de receta. El aumento de los medicamentos de libre acceso que pueden encontrarse en las estanterías de las farmacias y la posibilidad de que se anuncien de manera directa al paciente hacen que el aspecto de la píldora adquiera valor de marketing. "Pida a su médico la pastilla con los colores de su equipo de fútbol", podría ser un eslogan del futuro.
Un ejemplo de este fenómeno ha sido la batalla por el color entre Viagra y su competidora, Levitra. La primera, una pastilla azul pálido que se ha hecho famosa por su aspecto, tuvo que luchar en el mercado con el naranja brillante de las píldoras de la segunda. Todo fue producto de la mercadotecnia.
Aunque, realmente, no existe una respuesta universal al color. En nuestra reacción ante la visión de determinados tonos puede intervenir el estado de ánimo, las condiciones de luz ambiental y, según recientes hallazgos, el sexo. Existe un mito popular según el cual los hombres son incapaces de combinar correctamente los colores de la corbata y la camisa y han de pedir siempre consejo a una mujer. Aunque, evidentemente, se trata de una leyenda, un reciente estudio parece haber demostrado que tiene una base real. La psicóloga estadounidense Natalia Khouw diseñó una oficina virtual y la coloreó en seis gamas distintas antes de enseñársela a una serie de voluntarios. Éstos debían elegir qué gama les parecía más agradable y, además, calibrar hasta qué punto les producía determinadas sensaciones como confort, espacio, decoro, orden, coherencia, estilo, modernidad, complejidad, calma, excitación... Los resultados demostraron que los hombres son más tolerantes con las combinaciones acromáticas que las mujeres. Ellas, además, eran más capaces de detectar combinaciones incoherentes -como la presencia de una silla rojo fuerte en una gama de colores fríos- . Por último, se detectó una preferencia mayor de las féminas hacia los colores menos cálidos.
La cuestión es muy importante, ya que el color es una forma fundamental de comunicación. Más del 80 por 100 de la información que recibimos del entorno es visual y, según un estudio del Institute for Color Research, "entre el 62 y el 90 por 100 de la información que recibimos en los primeros 90 segundos tras ver a una persona u objeto y que causa nuestra primera impresión se refiere al color". Así que elegir el color adecuado es importante. Por ejemplo, para pintar las paredes de una celda. El Baker-Miller pink es un color artificial parecido al rosa de los chicles de fresa que responde a las siguiente proporciones en el catálogo RGB de colores: 255 rojo, 145 verde y 175 azul. La mezcla fue diseñada por el experto en biosociología Alexander Schauss para probar sus teorías de que el color rosa puede reducir algunos valores fisiológicos como el pulso y la tensión arterial y, por lo tanto, mitigar los comportamientos violentos. Tras pintar de esa guisa celdas de prisiones militares y de reformatorios, pudo constatar que el rosa apacigua la ira y la ansiedad. La práctica tiene efecto incluso en prisioneros daltónicos.
Los colores, además, pueden afectar a nuestra memoria. Se dice que una imagen vale más que mil palabras pero, si la imagen es en color, vale más que un millón de palabras. Una investigación publicada por la Asociación Americana de Psicología en colaboración con varias entidades europeas demostró que las personas a las que se les pedía que memorizaran una serie de fotografías obtenían mejores resultados cuando las imágenes estaban en color que cuando estaban en blanco y negro. Curiosamente, el blanco y negro produjo idénticos malos resultados que los de un grupo de control al que se les expusieron fotos coloreadas con colores artificiales. Al parecer, nuestra memoria se siente especialmente estimulada por los colores reales de la naturaleza y para ella una vaca de color verde es tan poco interesante como una vaca en blanco y negro.

1 comentario

Desde mi nube -

Al ver tu arículo he pensado: "vaya pesado, que chapa nos quiere dar; pero, ¿de qué irá?" Luego he comenzado a leer... y enseguida me he enganchado de ese artículo de la Muy Interesante. He sido un acierto copiar ese artículo... Me has despertado una inquietud para investigar durante mis vacaciones... Gracias