Urgencias en palencia: un servicio nada televisivo
Cada noche, un adjunto, cinco MIR y otras tantas enfermeras hacen el trabajo oscuro ante las emergencias sanitarias de los palentinos
Son las 22 horas del viernes 18 de junio, y la sala de espera del servicio de Urgencias del Hospital Río Carrión de la capital palentina está abarrotada. El turno de guardia comenzó a la una del mediodía, y en la sala de Clasificados, la contigua a la de Admisión, la doctora María de Dios explica que durante toda la tarde ha estado igual, mientras señala cerca de una veintena de expedientes extendidos sobre la mesa. «Y lo que ya ha pasado para adentro», subraya justo cuando acaba de finalizar su turno, asumiendo que al menos unas horas más tendrá que seguir en su puesto.
Todavía restan unas 12 horas para que la guardia de 19 horas del jefe adjunto del turno, Julio Hompanera, sus cinco MIR (uno de pediatría) y el grupo de enfermeros concluya. Medio día tratando de solventar y aliviar las dolencias de esos palentinos que llegan pidiendo auxilio.
La mesa de la sala de reuniones, por llamar así al centro de operaciones del servicio de Urgencias, está repleta de papeles. Lo único que resalta encima de esa mesa de color crema es un tubo de papel que sujeta unas galletas. «No las malgastes que son el único golostroneo que tenemos esta noche», increpa una médica a uno de sus compañeros.
El nivel de saturación de la sala de espera va creciendo por momentos, mientras que los cinco boxes y las cuatro consultas de las que dispone el centro están a pleno rendimiento. Pero eso no aplaca a los enfermos. Lo entienden, pero se desesperan cuando, de vez en cuando, se acercan y preguntan a un médico cuándo les va a tocar a ellos. «Llevamos aquí desde las siete de la tarde. ¿Cuándo entramos?», se interesa el padre de una paciente. «Pues espere a ver. Uno, dos, tres... son los sextos. Siempre y cuando no llegue un politraumatismo o un tráfico (un accidente de tráfico en el argot de Urgencias). En ese caso habrá que meterlos antes a ellos», le explica el doctor mientras recoge un nuevo expediente.
Mientras, en la sala de espera sólo cabe la resignación. Son las 0,15 horas del sábado 19 de junio, y parece que la guardia comienza a tranquilizarse, pero es sólo una impresión, ya que el número de pacientes en espera no merma y siguen llegando por momentos.
DE PUERTAS PARA ADENTRO. Y mientras en la sala de espera lo que se respira es resignación, apenas unos metros más allá, en la base de operaciones de los médicos y los enfermeros, lo que se vive son prisas y presión, solamente atenuadas por algunas bromas puntuales que ante la avalancha de cortes, golpes, dolores, roturas de huesos e incluso alguna pérdida de visión, hacen que los facultativos no pierdan los nervios.
«Si no es por estas bromas acabaríamos pegándonos los unos a los otros», señala Julio Hompanera, jefe de esta guardia, después de señalar, haciendo una gracia, a quiénes son sus amigos dentro de su plantilla. «Ah, ¿así que yo no? -salta otro de los doctores-. Pues ya me preguntarás como se hace ese guiso, ya».
Pero después de las bromas, de nuevo al tajo. A completar el informe, a dilucidar qué es lo que tiene su paciente o a buscar otro más. «Hay que aligerar esto», reclama uno de los residentes». «Y nos lo queríamos perder», suspira otro. «A mí mañana me toca otra vez guardia».
Son las dos de la mañana y el cansancio -algunos llevan desde la una del mediodía del viernes o incluso desde las ocho de la mañana trabajando- comienza a hacer mella. Es la hora de tomarse un pequeño respiro, y cenar. «La verdad es que no tengo hambre pero necesito un descanso con las patatas-dardo de la cena. No nos cuidan nada. Es comida de hospital, pero nosotros no estamos enfermos. Hombre, hay que reconocer que a veces, a la hora de comer, hay buenos platos, pero por la noche...» explica el doctor José Álvaro, natural de Sevilla. De la misma opinión son sus compañeros, los doctores Ovalle, Queada y Corral -todos ellos andaluces-. «Anda ve al comedor que te está esperando un pescado...»
La noche sigue avanzando. Son las cuatro de la madrugada y el número de clientes ha descendido bastante. «Ya sólo quedan 12 pacientes», anuncia una de las enfermeras adscritas a este turno, quienes también están obligadas a hacer unas guardias maratonianas.
Cada uno tiene su secreto para soportar hasta 24 horas de trabajo. «Hombre, pues aguantamos porque tenemos esa obligación», explica Esperanza Amor. «Es la presión la que nos permite seguir en pie», asegura otra enfermera. «Simplemente vamos subsistiendo a lo largo de las horas, pero al final acabas por extinguirte», confiesa Alejandro Marceñuk, médico residente de Medicina Interna, de origen argentino.
LLEGA LA TRANQUILIDAD. A las 5,35 horas llega la tranquilidad a Urgencias. Tras más de doce horas de trabajo contrarreloj, en Clasificados, ya sólo queda un paciente a la espera de ser atendido.
Ahora, el comedor vuelve a ser la estancia preferida por los integrantes del turno de noche. Esa, o alguna de las camas que ya quedan libres en las salas de consultas. Aunque cuando el sueño aprieta, hasta dos sillas mal colocadas sirven para poder echar una cabezadita. Eso sí, ahora que son las 6,45 de la mañana y toda Urgencias está vacía, a excepción de Observación donde ayer a esas horas permanecían tres personas. Desde ese momento hasta el cambio de guardia, todo fue tranquilidad. Por fin, un poquito de tranquilidad.
Según uno de los médicos, la del viernes al sábado fue una de la peores guardias desde hacía mucho tiempo. Y es que aunque en realidad no ha habido que tratar a ningún enfermo a vida o muerte, fueron muchas las personas que se acercaron hasta Urgencias en esas 12 horas, cerca de medio centenar. «Las cosas graves, como accidentes de tráfico son rápidas. En cambio, lo de esta noche han sido dolencias que tienes que explorar de forma muy meticulosa. Más que dura, ha sido pesada», concluye un MIR.
EL 'RELOJ'
22,00 horas. La sala de Clasificados debería haber cerrado ya, pero la afluencia de pacientes lo hace imposible. Mientras, la sala de espera exterior (hay dos) mantine un nivel alto de ocupación.
1,32 horas. Se diagnostica una posible afección de tuberculosis y se busca por todo el Hospital una cama de aislamiento para el enfermo.
3,04 horas. El equipo de guardia necesita la ayuda de un especialista en ginecología al no poder dar con la causa de la fiebre de una mujer embarazada de 14 semanas.
5,17 horas. Llega a Urgencias la madre de una menor para dar su consentimiento y le suministren una píldora para evitar un embarazo. Se había roto el preservativo.
6,45 horas. Todo Urgencias está vacío de pacientes. El último acaba de abandonar las instalaciones. Pero uno de los celadores acude a sus compañeros de turno: tiene una parálisis facial.
8,30 horas. Cambio en el turno de Enfermería, a los médicos de Urgencias todavía les resta media hora más de trabajo. El adjunto no se irá hasta las 10 de la mañana.
Julio Hompanera, adjunto de Urgencias: «Hemos notado un aumento de trabajo desde la unión con el San Telmo»
A sus 51 años este hombre es uno de los adjuntos de Urgencias que tiene el Hospital Río Carrión de la capital. Reconoce que muchas veces se ven superados por la afluencia de casos a sus dependencias, pero nunca por la envergadura de las dolencias de todos los pacientes.
«Sobre todo los fines de semana. Los viernes, los sábados y los domingos es cuando más gente acude a Urgencias. Lo normal es atenderles según llegan, pero muchas veces hay quedar prioridad a la gente que viene peor. Es el caso de los politraumatismos. Eso es lo que más problemas plantea. Pero la gente puede estar tranquila, ya que si nosotros vemos que algo nos supera en conocimientos, lo primero que hacemos es llamar a los especialistas del Hospital», explica Hompanera.
Según este jefe de servicio, en las últimas semanas se ha notado un ligero aumento en el número de casos acogidos. «Una de las causas ha sido el cierre del servicio de Urgencias del San Telmo. Ahora tenemos que atender las Urgencias que antes tenía ese hospital, como las de los presos de La Moraleja, y todas la mutuas que tenían convenio con ellos», asegura.
moraleja.--------------------------------- que cada cual piense lo que quiera, pero yo tengo mi propia opinion y no es tan-----------------------
Son las 22 horas del viernes 18 de junio, y la sala de espera del servicio de Urgencias del Hospital Río Carrión de la capital palentina está abarrotada. El turno de guardia comenzó a la una del mediodía, y en la sala de Clasificados, la contigua a la de Admisión, la doctora María de Dios explica que durante toda la tarde ha estado igual, mientras señala cerca de una veintena de expedientes extendidos sobre la mesa. «Y lo que ya ha pasado para adentro», subraya justo cuando acaba de finalizar su turno, asumiendo que al menos unas horas más tendrá que seguir en su puesto.
Todavía restan unas 12 horas para que la guardia de 19 horas del jefe adjunto del turno, Julio Hompanera, sus cinco MIR (uno de pediatría) y el grupo de enfermeros concluya. Medio día tratando de solventar y aliviar las dolencias de esos palentinos que llegan pidiendo auxilio.
La mesa de la sala de reuniones, por llamar así al centro de operaciones del servicio de Urgencias, está repleta de papeles. Lo único que resalta encima de esa mesa de color crema es un tubo de papel que sujeta unas galletas. «No las malgastes que son el único golostroneo que tenemos esta noche», increpa una médica a uno de sus compañeros.
El nivel de saturación de la sala de espera va creciendo por momentos, mientras que los cinco boxes y las cuatro consultas de las que dispone el centro están a pleno rendimiento. Pero eso no aplaca a los enfermos. Lo entienden, pero se desesperan cuando, de vez en cuando, se acercan y preguntan a un médico cuándo les va a tocar a ellos. «Llevamos aquí desde las siete de la tarde. ¿Cuándo entramos?», se interesa el padre de una paciente. «Pues espere a ver. Uno, dos, tres... son los sextos. Siempre y cuando no llegue un politraumatismo o un tráfico (un accidente de tráfico en el argot de Urgencias). En ese caso habrá que meterlos antes a ellos», le explica el doctor mientras recoge un nuevo expediente.
Mientras, en la sala de espera sólo cabe la resignación. Son las 0,15 horas del sábado 19 de junio, y parece que la guardia comienza a tranquilizarse, pero es sólo una impresión, ya que el número de pacientes en espera no merma y siguen llegando por momentos.
DE PUERTAS PARA ADENTRO. Y mientras en la sala de espera lo que se respira es resignación, apenas unos metros más allá, en la base de operaciones de los médicos y los enfermeros, lo que se vive son prisas y presión, solamente atenuadas por algunas bromas puntuales que ante la avalancha de cortes, golpes, dolores, roturas de huesos e incluso alguna pérdida de visión, hacen que los facultativos no pierdan los nervios.
«Si no es por estas bromas acabaríamos pegándonos los unos a los otros», señala Julio Hompanera, jefe de esta guardia, después de señalar, haciendo una gracia, a quiénes son sus amigos dentro de su plantilla. «Ah, ¿así que yo no? -salta otro de los doctores-. Pues ya me preguntarás como se hace ese guiso, ya».
Pero después de las bromas, de nuevo al tajo. A completar el informe, a dilucidar qué es lo que tiene su paciente o a buscar otro más. «Hay que aligerar esto», reclama uno de los residentes». «Y nos lo queríamos perder», suspira otro. «A mí mañana me toca otra vez guardia».
Son las dos de la mañana y el cansancio -algunos llevan desde la una del mediodía del viernes o incluso desde las ocho de la mañana trabajando- comienza a hacer mella. Es la hora de tomarse un pequeño respiro, y cenar. «La verdad es que no tengo hambre pero necesito un descanso con las patatas-dardo de la cena. No nos cuidan nada. Es comida de hospital, pero nosotros no estamos enfermos. Hombre, hay que reconocer que a veces, a la hora de comer, hay buenos platos, pero por la noche...» explica el doctor José Álvaro, natural de Sevilla. De la misma opinión son sus compañeros, los doctores Ovalle, Queada y Corral -todos ellos andaluces-. «Anda ve al comedor que te está esperando un pescado...»
La noche sigue avanzando. Son las cuatro de la madrugada y el número de clientes ha descendido bastante. «Ya sólo quedan 12 pacientes», anuncia una de las enfermeras adscritas a este turno, quienes también están obligadas a hacer unas guardias maratonianas.
Cada uno tiene su secreto para soportar hasta 24 horas de trabajo. «Hombre, pues aguantamos porque tenemos esa obligación», explica Esperanza Amor. «Es la presión la que nos permite seguir en pie», asegura otra enfermera. «Simplemente vamos subsistiendo a lo largo de las horas, pero al final acabas por extinguirte», confiesa Alejandro Marceñuk, médico residente de Medicina Interna, de origen argentino.
LLEGA LA TRANQUILIDAD. A las 5,35 horas llega la tranquilidad a Urgencias. Tras más de doce horas de trabajo contrarreloj, en Clasificados, ya sólo queda un paciente a la espera de ser atendido.
Ahora, el comedor vuelve a ser la estancia preferida por los integrantes del turno de noche. Esa, o alguna de las camas que ya quedan libres en las salas de consultas. Aunque cuando el sueño aprieta, hasta dos sillas mal colocadas sirven para poder echar una cabezadita. Eso sí, ahora que son las 6,45 de la mañana y toda Urgencias está vacía, a excepción de Observación donde ayer a esas horas permanecían tres personas. Desde ese momento hasta el cambio de guardia, todo fue tranquilidad. Por fin, un poquito de tranquilidad.
Según uno de los médicos, la del viernes al sábado fue una de la peores guardias desde hacía mucho tiempo. Y es que aunque en realidad no ha habido que tratar a ningún enfermo a vida o muerte, fueron muchas las personas que se acercaron hasta Urgencias en esas 12 horas, cerca de medio centenar. «Las cosas graves, como accidentes de tráfico son rápidas. En cambio, lo de esta noche han sido dolencias que tienes que explorar de forma muy meticulosa. Más que dura, ha sido pesada», concluye un MIR.
EL 'RELOJ'
22,00 horas. La sala de Clasificados debería haber cerrado ya, pero la afluencia de pacientes lo hace imposible. Mientras, la sala de espera exterior (hay dos) mantine un nivel alto de ocupación.
1,32 horas. Se diagnostica una posible afección de tuberculosis y se busca por todo el Hospital una cama de aislamiento para el enfermo.
3,04 horas. El equipo de guardia necesita la ayuda de un especialista en ginecología al no poder dar con la causa de la fiebre de una mujer embarazada de 14 semanas.
5,17 horas. Llega a Urgencias la madre de una menor para dar su consentimiento y le suministren una píldora para evitar un embarazo. Se había roto el preservativo.
6,45 horas. Todo Urgencias está vacío de pacientes. El último acaba de abandonar las instalaciones. Pero uno de los celadores acude a sus compañeros de turno: tiene una parálisis facial.
8,30 horas. Cambio en el turno de Enfermería, a los médicos de Urgencias todavía les resta media hora más de trabajo. El adjunto no se irá hasta las 10 de la mañana.
Julio Hompanera, adjunto de Urgencias: «Hemos notado un aumento de trabajo desde la unión con el San Telmo»
A sus 51 años este hombre es uno de los adjuntos de Urgencias que tiene el Hospital Río Carrión de la capital. Reconoce que muchas veces se ven superados por la afluencia de casos a sus dependencias, pero nunca por la envergadura de las dolencias de todos los pacientes.
«Sobre todo los fines de semana. Los viernes, los sábados y los domingos es cuando más gente acude a Urgencias. Lo normal es atenderles según llegan, pero muchas veces hay quedar prioridad a la gente que viene peor. Es el caso de los politraumatismos. Eso es lo que más problemas plantea. Pero la gente puede estar tranquila, ya que si nosotros vemos que algo nos supera en conocimientos, lo primero que hacemos es llamar a los especialistas del Hospital», explica Hompanera.
Según este jefe de servicio, en las últimas semanas se ha notado un ligero aumento en el número de casos acogidos. «Una de las causas ha sido el cierre del servicio de Urgencias del San Telmo. Ahora tenemos que atender las Urgencias que antes tenía ese hospital, como las de los presos de La Moraleja, y todas la mutuas que tenían convenio con ellos», asegura.
moraleja.--------------------------------- que cada cual piense lo que quiera, pero yo tengo mi propia opinion y no es tan-----------------------
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