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MARSEL & CO

Las hormonas y el botón nuclear

El jueves 19, hablábamos de las dos tazas de las ocho ministras florero del Gobierno Zapatero, posando para Vogue, todas felices ellas de sentirse “top model” con michelines. Dos tazas, porque detrás de Vogue, al parecer, llega Marie Claire, y todo hace prever que Interviú también ha llamado a la puerta para titular con ese talento lírico propio del medio: Desnudamos a la vicepresidenta y a sus siete go-gos. Momento éste en que, a buen seguro, la salud psíquica del pueblo español podría sufrir deterioros irreversibles.



La insistencia viene a cuento de lo escuchado en la mañana del viernes 20 en el matinal de la cadena de radio Onda Cero. Un tipo espabilado, murciano de origen, habló en antena para desdramatizar los comentarios de los tertulianos. Vino a decir que no había que prestarle más importancia, que simplemente las ocho ministras del Gabinete Zapatero habían sufrido un ataque de adolescencia, y que, como todo el mundo sabe, a cualquier adolescente (mejor, “adolescenta”), con la estructura hormonal descompensada, se le haría el pompis pepsi-cola mostrando curvas y palmitos en Vogue, a ser posible repanchingada en un tresillo, como la responsable de Sanidad y la de Medio Ambiente (Salgado y Narbona, respectivamente, precisamente las dos que pasaban por ser las intelectuales del pelotón).



Y todo esto es muy cierto. Es más, podríamos decir que lo que pierde a la mujer es la obsesión por ser el centro de atención de quienes le rodean. Podríamos decir, también, que la madurez femenina no es más que la pugna contra ese empeño patológico por figurar en el proscenio y no entre bambalinas. Y también podríamos recordar que la belleza es discreta y sólo tiene un enemigo: el exhibicionismo.



Y todo eso es cierto, sólo que los ataques de adolescencias que sufren en la cuarentena o cincuentena son más que peligrosos, precisamente por la frivolidad que demuestran. Con motivo del escándalo Lewinsky, los medios informativos norteamericanos volvieron a recordar que el motivo de su investigación no era la vida sexual del señor Clinton. En efecto, eso es cosa suya, pero, eso sí, no estaban dispuestos a otorgar demasiado poder a quien se encontraba hormonalmente descontrolado. Dicho de otra forma, la norma podría resumirse así: “A un tipo que no sabe controlar su bragueta yo no le doy el botón nuclear”. A un personaje que aprovecha a sus becarias para eso que están ustedes pensando, no conviene otorgarle tan poderosas responsabilidades.



Pero en España ese principio no tiene validez. Lo que en otros países más serios es frivolidad aquí es modernidad. Bueno, a fin de cuentas, son dos términos que han pasado por sinónimos tantas veces… Para mí que el murciano tiene razón.

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