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MARSEL & CO

Trabajador en las Antípodas

Dicen que las antípodas de España son las islas de Oceanía, y la más grande de ellas es la de Australia. Un lugar que los ingleses repoblaron durante el colonialismo con delincuentes a quienes conmutaban sus penas a cambio de que civilizaran para la corona inglesa un territorio hostil.

Muchos años después esta gran isla, 15 veces más grande que España, se convirtió en el punto hacia el que emigraban muchos europeos en busca de un futuro mejor. Europeos, españoles, palentinos y venteños, caso de Esteban Otero, quien pasó en aquella isla a caballo entre el Pacífico y el Índico cuatro años.

Nació en La Bañeza, hijo de un ferroviario, el 5 de noviembre de 1932. La profesión de su padre propició que no estuviera mucho tiempo en la localidad leonesa, y entre los 11 y los 15 años cambió de residencia con frecuencia, hasta que recaló en el que por entonces era el «mayor punto ferroviario del país. Ha cambiado mucho Venta de Baños. Ahora, si quieres coger un tren rápido, te tienes que ir a Palencia», apunta.

Con 15 años comenzó a trabajar en una tienda de ultramarinos, en la de Quirino Nieto concretamente, hasta los 18, cuando entró como peón en la Azucarera de Castilla, a las órdenes de un soldador, de quien aprendió el oficio. «Era de lo único que se podía entrar. Luego llegó la mili, y después de pasarla, volví a Venta de Baños, pero las expectativas que había no me convencieron nada».

Solución: emigrar con su mujer, recién casados, a Madrid. Allí nació el primero de sus hijos, aunque no duraron mucho en la capital del país. «Ya entonces en Madrid tenías que vivir en un lugar alejado, con una habitación con derecho a cocina y muy caro. Cada vez que salías a la calle tenías que echar mano a la cartera. Así que no tardamos en volvernos para Venta de Baños, donde teníamos casa», asegura.

Una empresa celulósica de Dueñas le dio una oportunidad y permaneció como empleado hasta que cerró «por algún problema que tenían interno».

Entonces llegó la gran decisión. ¿Qué hacer? «Llegó un día un compañero de Palencia con unos papeles de propaganda en los que se anunciaba que buscaban trabajadores para Australia. Se lo consulté a mi mujer. Al principio fue un poco reacia pero luego aceptó. La verdad es que yo tampoco me hacía la idea de dónde estaba aquello y cuando lo miré en el atlas me di cuenta de que más lejos no me podía marchar. Sin embargo, al final dimos el paso». Corría el año 1960.

Camino a Australia. El Monte Udala fue el carguero en el que además de la familia de Esteban se embarcaron varias proles palentinas. «El viaje duró 35 días, casi nada. Menudo crucero.Nos dieron clases de inglés en el viaje, pero nada. Yo era el que más inglés hablaba, y sabía cuatro palabras».

Esteban Otero, su mujer y sus dos hijos se instalaron en una ciudad industrial cercana de Sydney y él comenzó a trabajar de soldador en una empresa italiana.

«En Australia nos ayudaban a aprender el inglés, y después de la jornada laboral íbamos a clases. Pero como la empresa en la que trabajaba era italiana, y me pareció más fácil aprender el italiano, preferí este idioma».

Pese a vivir en una zona industrial, Esteban califica las antípodas como un lugar «precioso», aunque algo peligroso, sobre todo el mar. «Tiburones en la playa había muchísimos. Si te salías de la zona de protección podías volver a la orilla sin una pierna... un brazo...», bromea.

La calidad de vida, envidiable según Esteban. Y pese a esto no pudo quedarse más de cuatro años. «Mi mujer y mis hijos se volvieron un año antes. A ella no le gustaba aquello. Tenía, lo que ahora llaman depresiones y un médico nos aconsejó que lo mejor era volvernos para casa, así que eso fue lo que hicimos».

Esteban volvió a Palencia a finales del año 63. Tenía la idea de montar su propio negocio pero mientras llegaban los papeles se puso a trabajar en otra empresa durante un año. Y hasta su jubilación regentó junto a su hijo un pequeño taller de calderería y soldaduras.

Ahora, con 72 años, como mucho se acerca a ver cómo trabaja su hijo, gusta de ver la tele, pasear y viajar mucho. Canarias todos los años, Benidorm, alguna estancia en Cuba... «Y no viajo más porque el Gobierno no quiere. Si me subieran la pensión estaría fuera de casa siempre», bromea.



y se biene a palencia. este hombre es raro, raro, raro

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