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MARSEL & CO

Con la música a otra parte

Con la música a otra parte Las noticias parecen contradictorias, pero son bastante elocuentes: Madrid Rock anuncia el cierre mientras el grupo irlandés U2 agota las entradas en cuestión de horas para sus conciertos por España. ¿En qué quedamos? ¿Hay crisis o no hay crisis? Hoy se escucha más música que nunca, el dinero recaudado por los derechos de autor alcanza cifras nunca vistas, el público acude masivamente a los conciertos, los festivales viven una época dorada... y, sin embargo, las tiendas de discos se ven obligadas a cerrar, y las grandes discográficas tienen que fusionarse para poder sobrevivir mientras sus empleados sufren las consecuencias de una política empresarial desastrosa.

Los grandes dinosaurios contemplan con horror la amenaza de la extinción mientras las pequeñas discográficas y los músicos más audaces ven luz al final del túnel. La SGAE recaudó por derechos de autor, durante 2004, 300 millones de euros. Sin embargo, las ventas de discos descendieron un 12,6 por ciento durante el pasado año. Han bajado la venta de discos piratas e incluso la descarga ilegal. En la presentación del «Libro Blanco de la Música en España», el presidente de Promomusicae, antigua AFYVE, Antonio Guisasola, señaló que «se presentan nuevas oportunidades y nuevos retos a los que tendrán que hacer frente todos los agentes que intervienen en la cadena de valor de la música, desde el autor y el productor hasta la Administración Pública».

Crisis de la industria, no de la música

Esto demuestra que es la industria la que está en crisis, no la música. Algo que han notado los propios artistas. Según la cantante Christina Rosenvinge, inmersa últimamente en la línea más underground del pop, «vivimos tiempos en que la gente está siendo muy curiosa, gracias a Internet. Los jóvenes saben más, se van más hacia lo que les gusta y ellos mismos investigan. Se dejan influir menos por las publicaciones o radios». Ésta es una de las claves del asunto, la oportunidad que se ha abierto a través de la Red de buscar talentos ocultos, ya que algunos piensan, como Javier Teixidor, antiguo miembro de Mermelada y hoy de la J. Teixi Band, que «en los años ochenta primaba la espontaneidad de los artistas, más que la comercialidad. En esa época se apostaba por grupos con personalidad. Ahora las grandes discográficas apuestan sólo por la música chicle. Todo suena igual». Más o menos es la opinión de Carlos Galán, director general de Subterfuge, quien piensa que «todos hemos tenido la culpa, pero las multinacionales han apostado por una música de consumo rápido. Ahora toca adaptarse. Por ejemplo, vendiendo camisetas, siendo promotores de nuestros grupos, llevando su contratación, vendiendo por Internet...».

Menos dócil con el sistema

Según Pablo Carrero, fundador de la independiente Rock Indiana, «nos encontramos en un buen momento para la música más creativa, la menos dócil con el «sistema», que ha sido prácticamente arrinconada durante los últimos veinte años». La mejor prueba de que sus grupos llegan al público es que cada vez acude más gente a los conciertos de estos artistas, y que «de cada cien personas que entran, unas sesenta compran algún disco del tenderete que montamos. Antes la proporción era de ocho de cada cien».

Está claro que es el momento de usar la imaginación. Rock Indiana lo ha hecho rebajando los precios de sus CD a cinco euros, mientras que otros se lanzan a la aventura internauta: «El portal PopMadrid nació en 2001 para solucionar dos problemas -comenta Luis Alonso-Lasheras, uno de sus fundadores-, la escasez de tiendas especializadas y la casi nula promoción de la música independiente en los medios de comunicación, Además, combinamos esa labor con la promoción de grupos que no tienen todavía editado ningún disco».

Venden música alternativa y sus esfuerzos se han visto recompensados.

La prueba es que la próxima semana inauguran, cómo no, con un concierto, la remodelación de su página web con más contenidos. Una cosa parece clara: la audiencia es cada vez menos manipulable, El fenómeno OT, que parecía marcar la pauta para las próximas décadas, se esfumó en pocos años. Por el contrario, florece el interés por géneros hasta ahora muy minoritarios. Los creadores de la promotora de conciertos Partenope, por ejemplo, comenzó sus andanzas hace seis años, movidos por la ilusión de traer hasta nuestros escenarios música procedente de rincones poco explorados. Su meta no era, por tanto, engordar la caja, sino «hacer cosas en las que creemos». Su éxito ha sido notable, y artistas procedentes de los Balcanes o de África han ocupado buenos espacios en medios de comunicación y han visto incluso cómo en algunos casos las entradas se agotaban días antes del espectáculo. Sin embargo, a pesar de esta buena acogida por parte de un auditorio ansioso por escuchar cosas nuevas, ellos se han planteado abandonar «por la falta de colaboración. Nosotros tenemos que correr con todos los gastos, porque las discográficas sólo te atienden si un artista vende más de quince mil discos».

Consolidación de los festivales

Otra de las dificultades, y esto es buena señal, es la cada vez mayor competencia en su terreno. La música brasileña, étnica, celta y todo lo que se engloba dentro de la música popular, además del jazz, el flamenco, el blues... cuentan cada día con más espacios. Pequeñas poblaciones han encontrado en la organización de estos ciclos una forma nada desdeñable de publicidad y de aumentar la afluencia de turistas. Son festivales que acaban consolidándose y cada año presentan carteles con figuras de prestigio internacional, como el Festival de Jazz de San Javier (Murcia), La Mar de Músicas en Cartagena, Pirineos Sur en Huesca, Galapajazz en Galapagar, Viajazz en Villalba... Incluso Madrid se acaba de sumar a la lista de sedes que celebran el WOMAD. Porque otra de las grandes beneficiadas de esta mayor cultura musical es la asistencia a los conciertos. Neo Sala, presidente de Doctor Music y director general de la APM (Asociación de Promotores de Música), piensa que «antes los estilos eran contados. Ahora hay toda una serie de tendencias que tienen sus propios seguidores. Hay más grupos que gustan a menos gente». Por otra parte, «los artistas que antes tenían muchos ingresos por la venta de sus discos o recopilatorios y vivían apoltronados, ahora, debido a la crisis, tienen que salir a tocar».

Por último, opina que en un mundo en el que cada vez es todo más virtual, en el que la gente escucha canciones en soportes cada vez más pequeños, el directo ofrece una experiencia real que adquiere una importancia capital».

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