ESPAÑA O DISGREGACIÓN
Lo ha apuntado muy claramente Aznar los españoles se van a tener que enfrentar a una decisión vital sobre su país, ya que o se resignan a una disgregación lenta pero inexorable de la nación o respaldan un proyecto para fortalecer España, que es lo que les une.
Y es que en las próximas consultas electorales no se debe elegir tanto entre un proyecto de izquierdas o derechas, sino que el voto se ha de reflexionar en base a las concepciones que los diversos partidos tengan de la idea de España. Cada cual debería decidir por sí sobre este apasionante dilema profundizando con sinceridad sobre cual es su visión sobre la nación. Es evidente que el camino que propone el PSOE de Zapatero supone una fragmentación de la soberanía nacional y un avance para las posiciones separatistas. Los socialistas no se atreven a plantear claramente su proyecto de federación de naciones ibéricas, pero no se dejen engañar, lo que los siguientes comicios generales decidirán será precisamente sobre si refrendamos esa política de deconstrucción.
El problema con que nos hallamos es que hemos creado una sociedad dominada por un individualismo propio de un liberalismo permisivo y hedonista, avalado por la sociedad de consumo. Se trata de un individualismo que solo reclama del estado que garantice las condiciones materiales que a cada cual le permiten vivir tranquilamente y sin mayores preocupaciones que el ocio y la acumulación de riquezas. Y lo más curioso del caso es que son los herederos del marxismo, doctrina colectivista por antonomasia, quienes detrás del un presunto progresismo se han convertido en los apóstoles del individualismo relativista y hedonista.
Durante un largo tiempo la referencia a lo colectivo fue un medio fundamental para la satisfacción de las necesidades individuales. Hoy el porvenir parece cada vez menos ligado a un destino común. La pertenencia a un grupo ya no está allí para dar sentido y se producen trastornos identitarios en espacios que antes eran los principales referentes protectores: la familia, el trabajo y la patria.
Hoy parece que algunos festejan el declive de la historia común, la pérdida de fundamentos absolutos y la destrucción de la ligazón a un proyecto colectivo. Pues bien aquellos que tan alegremente juegan con la unidad nacional y los que asisten indiferentes al debate, como si no pasará nada, o no fuera con ellos, deberían tener en cuenta que al final de la deconstrucción todo queda deconstruido, sin alternativa futura ni reemplazo.
Hoy parece que algunos festejan el declive de la historia común, la pérdida de fundamentos absolutos y la destrucción de la ligazón a un proyecto colectivo. Pues bien aquellos que tan alegremente juegan con la unidad nacional y los que asisten indiferentes al debate, como si no pasará nada, o no fuera con ellos, deberían tener en cuenta que al final de la deconstrucción todo queda deconstruido, sin alternativa futura ni reemplazo. |
El problema con que nos hallamos es que hemos creado una sociedad dominada por un individualismo propio de un liberalismo permisivo y hedonista, avalado por la sociedad de consumo. Se trata de un individualismo que solo reclama del estado que garantice las condiciones materiales que a cada cual le permiten vivir tranquilamente y sin mayores preocupaciones que el ocio y la acumulación de riquezas. Y lo más curioso del caso es que son los herederos del marxismo, doctrina colectivista por antonomasia, quienes detrás del un presunto progresismo se han convertido en los apóstoles del individualismo relativista y hedonista.
Durante un largo tiempo la referencia a lo colectivo fue un medio fundamental para la satisfacción de las necesidades individuales. Hoy el porvenir parece cada vez menos ligado a un destino común. La pertenencia a un grupo ya no está allí para dar sentido y se producen trastornos identitarios en espacios que antes eran los principales referentes protectores: la familia, el trabajo y la patria.
Hoy parece que algunos festejan el declive de la historia común, la pérdida de fundamentos absolutos y la destrucción de la ligazón a un proyecto colectivo. Pues bien aquellos que tan alegremente juegan con la unidad nacional y los que asisten indiferentes al debate, como si no pasará nada, o no fuera con ellos, deberían tener en cuenta que al final de la deconstrucción todo queda deconstruido, sin alternativa futura ni reemplazo.
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