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MARSEL & CO

De presidiario a carcelero

Juan, más conocido como El Legionario, ha levantado con sus propias manos el pequeño palacio donde vive desde hace ya siete años. Lo que hace tiempo fue una cárcel se ha convertido en el refugio particular de este palentino de 55 años, que vive feliz en estas instalaciones.
Pero Juan sabía que esta situación no duraría eternamente. Desde que supo que la antigua cárcel se transformaría en un Centro Cívico fue consciente de que, tarde o temprano, tendría que dejar su casa.

Precisamente ayer se firmó el acta de replanteo para la ejecución de las obras. A partir de este momento, la empresa adjudicataria del servicio, Copisa (Construcciones Pirenaicas S.A), podrá comenzar con la conversión de la antigua cárcel en un Centro Cívico. Las obras comenzarán de forma inmediata y con ello se procederá al derribo de las instalaciones y también de la casa donde actualmente habita Juan Palacios.

A pesar de todo, no hay mal que por bien no venga, y El Legionario recibió ayer una grata noticia: Trabajará como vigilante del recinto. «Voy a pasar de ser presidiario a carcelero», bromea, mientras explica que estuvo algún tiempo en la cárcel, «por un error» que no impidió que este palentino continuara luchando y trabajando duro, a pesar de las adversidades. Y, a la vista de las circunstancias, su esfuerzo ha dado sus frutos.

«Estoy muy contento con la noticia, enseguida he aceptado, aunque estoy algo preocupado», comentaba ayer Juan.
Y es que, hasta que el proyecto finalice, el futuro de Juan Palacios se torna bastante incierto. «Cuando empiecen las obras tengo que irme de aquí, pero no sé donde, pues con mi sueldo no puedo permitirme nada», lamenta.

Por el momento, «me han asegurado que me guardarán los muebles y demás objetos que tengo, pero lo cierto es que no sé muy bien que va a ser de mí», añade Palacios. Y, aunque ilusionado ante la puerta que se le abre, su rostro refleja pena. Pena porque, en pocos días, verá como se reduce a escombros el trabajo de más de un lustro, gracias al que ha levantado su hogar.
Limpio y ordenado, Juan enseña orgulloso todos y cada uno de los rincones de su casa, que dispone de un salón, dos habitaciones, un cuarto de baño y una pequeña sala de estar, además de un huerto donde cultiva tomates y otros alimentos.

También confecciona reteles que después vende, pero que también usa para pescar él mismo, y de vez en cuando hace alguna que otra chapuza para amigos y conocidos.
Su perra, Chula, le hace compañía en los momentos difíciles. Ella, y su propia fe le mantienen en pie cuando las cosas se ponen difíciles.
A la espera de saber qué será de él una vez que den comienzo las obras de reconversión de la antigua cárcel, Juan sigue trabajando en su casa, hasta que sepa a ciencia cierta que le deparará el futuro más cercano.

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