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MARSEL & CO

La práctica de la mente serena es el camino natural hacia el buen uso de la mente

En este camino no luchamos contra el estrés, la ansiedad, el sufrimiento, los malos hábitos, las actitudes negativas o las emociones desbordadas, simplemente dejamos que se desvanezcan en nuestra mente liberada de condicionamientos. ¿Por qué luchar contra lo que no tiene una entidad o una existencia propia? Simplemente lo dejamos ir, como la vasija que deja ir el agua cuando la agujereamos. Agujero a agujero, vamos liberando la mente de su prisión, hasta que, libre del condicionamiento de la forma donde se limita, se expande.

EL AGUA DEL ESTANQUE

Si estamos estresados nos centramos en lo que sentimos, no nos escondemos tras una técnica que enmascare de dónde surge el estrés, la ansiedad, el temor o la ira. Observamos lo que sucede en nuestro interior, sea lo que sea y estamos en ello, sin ocultarlo, mostrándonoslo como si fuese una preciada joya de nuestra práctica. Es más, muchas veces lo buscamos, traemos a flor de piel lo que aún pueda estar en oculto en nuestras tripas y en nuestra mente.

¿Qué estamos escuchando en este momento? Quizá un perro ladre a lo lejos, u oigamos el ruido del tráfico o escuchemos una música hermosa. Todo ello no forma parte de nuestro pensamiento, pero si le dejamos puede perturbarlo en uno u otro sentido, nos crea tensión, desasosiego o, por el contrario, relajación y tranquilidad. Si lo que nos llega nos genera tensión, confusión o temor, no hay que preocuparse, no nos opongamos, dejemos que suceda. Lo que realmente tiene valor no es lo que llega a nuestros sentidos, sino lo que nuestra mente percibe y cómo lo percibe, lo que nuestra mente crea y cómo lo crea.

Es fácil comprobar que si el agua del estanque está agitada, el lodo del fondo la enturbia y no podemos ver lo que alberga. Sólo cuando se aquieta podemos percibir si hay peces de vivos colores, musgo verde y piedras brillantes bajo el reflejo del sol. Asimismo, cuando la mente se serena podemos ver nuestra verdadera naturaleza. Pero no podemos decirle al estanque que se aquiete mientras nosotros lanzamos piedras al agua; no podemos pretender que nuestra mente se serene si no dejamos de introducir emociones y pensamientos confusos y contradictorios, y no hacemos una práctica en consonancia para lograrlo.

LA PRÁCTICA DE LA MENTE SERENA ES EL CAMINO DE LA LIBERACIÓN DE LA MENTE

Una mente serena sólo se puede lograr con una práctica que no ponga el foco en el bienestar, en la relajación, en eliminar el estrés o en ocultar las emociones. En nuestra práctica uno se pone en su propia piel, experimentado lo que sucede, sea lo que sea, y comprueba cómo, con la práctica adecuada, las emociones desbocadas y la mente confusa se van diluyendo en la propia conciencia de la mano de la mente serena.

Por tanto, la práctica de la mente serena no es relajar la mente o mantener la atención enfocada sobre cualquier cosa. Es algo bien distinto, es sumergirnos en lo que sucede, sea lo que sea, es mantenerla atentamente serena a lo que ocurre y a nosotros mismos.

Si actuamos con atención serena, estamos meditando. Si estamos meditando, estamos actuando con atención serena. Pero eso no quiere decir que sea una atención focalizada en algo externo. La atención serena de la mente no supone en ningún caso forzarla, obligarla a concentrarse, sino tener la mente abierta y receptiva. En realidad, aunque estemos concentrados en la llama de una vela, estamos concentrados en nosotros mismos, en nuestra mente profunda. Todo objeto de meditación se crea en nuestra mente, aunque pueda tener una representación externa.

Aunque es cierto que podemos comenzar centrando la atención en un objeto, en un mantra o en la respiración y así ir más allá de la atención focalizada y acceder a la vastedad de la conciencia, de la atención serena. De esta forma, sencillamente, abrimos la mirada a lo que sucede, somos conscientes de que estamos, de que respiramos, de lo que oímos, de lo que decimos, de lo que sentimos, de lo que pensamos… Cuando esto sucede, somos conscientes incluso de nuestra propia mente. De alguna forma, la mente es capaz de girarse hacia sí misma, contemplarse y comprenderse. Y, en ese momento, somos conscientes de todo lo que ocurre en nuestro interior y también de todas las interacciones entre nuestro interior y el exterior, y que, simplemente, no existe lo interior y lo exterior, que somos pura sinergia y que, en realidad, no somos más que uno con todo lo existente.

ABRIMOS LA MIRADA A LO QUE SUCEDE, SOMOS CONSCIENTES DE QUE ESTAMOS, DE QUE RESPIRAMOS…

UNA MIRADA LIMPIA, UN PASO CONSCIENTE…

Para avanzar en nuestra práctica debemos preguntarnos cuál es el origen de nuestra motivación. Si nace de querer estar relajados, obtener un efímero bienestar o huir de los problemas, no conseguiremos hacer de ella una fiel aliada. La recta motivación es la que nos lleva a conocer la naturaleza de la mente y, de este modo, dejar partir al sufrimiento y dejar paso a la libertad y a la comprensión. Y, gracias a la comprensión, somos capaces de ver que la recta motivación es la que incluye el propio avance espiritual y el de los demás.

De cualquier modo, debemos entender que no estamos ante una solución a nuestros problemas y sufrimientos. Quedarse en eso no tiene en realidad más interés en la vida de una persona que ir al cine a ver una buena película; puede estar bien, sí, pero la vida continúa fuera y, en nuestro caso, la vida continúa dentro de nosotros esperando que demos los pasos correctos para empezar a vivirla realmente. Ese, pues, no es nuestro objetivo. Sentado o de pie, tumbado o caminando, en la correcta presencia, esta es la práctica de la mente serena, esto es estar serenamente.

La correcta presencia equivale a ser conscientes. Y ser realmente conscientes trae la serenidad, y la serenidad conlleva abrirnos definitivamente a nuestra capacidad de ser conscientes. Es, pues, estar arraigadamente inmerso en la realidad que vivimos, de manera concreta, íntima y, a la vez, abierta y sincrónica.

Y, en ese camino hacia la consciencia, lo que otros ven como un enemigo, nosotros lo vemos como un aliado. Nuestra mente siempre es, en verdad, una aliada: cuando está alterada, si somos capaces de darnos cuenta y de vivirlo plenamente; cuando está serena, si somos capaces de sentir esa serenidad fluyendo por todo nuestro ser.

La práctica de la mente serena es el resultado de más de treinta años de prácticas, tras las que he llegado a la conclusión que la práctica más elevada es realmente sencilla. Una mirada limpia, un paso consciente, una respiración natural… Esta es la práctica de la mente serena.

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