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MARSEL & CO

Cómo no morir de calor este verano

Las vacaciones acaban de empezar y, aunque las previsiones no apuntan a una repetición de la ola de calor que 'achicharró' a buena parte de Europa el año pasado, dejando a su paso una estela de miles de muertos, España ha inaugurado el periodo estival con tres nuevas víctimas de este 'capricho' metereológico, decenas de personas atendidas en centros sanitarios y cientos de llamadas solicitando información. El aviso térmico que ha despedido al mes de junio ha coincidido con el estreno de un plan nacional para prevenir los efectos de las altas temperaturas sobre la salud, que pretende evitar el triste desenlace de 2003: en los tres meses de verano fallecieron cerca de 13.000 personas más que en el mismo periodo del año anterior. El objetivo del Gobierno es que este año el anticiclón nos pille convenientemente preparados. Así, además de una campaña de educación sanitaria para que la población recupere el uso del abanico, la pamela y el botijo en los días en los que el sol apriete, se ha estructurado un dispositivo ágil de predicción metereológica y mecanismos para poner en guardia a los servicios médicos y sociales en caso de alerta. Todo ello en apenas dos meses, un periodo demasiado breve, según los expertos, que aplauden el proyecto aunque dudan de que pueda ser eficaz al 100%, en caso de una potencial ola de calor, debido a la falta de recursos. Los responsables sanitarios reconocen que este verano será el campo de pruebas y que el programa es «mejorable».

«No estamos ante una situación de riesgo extremo». Con estas palabras la ministra de Sanidad, Elena Salgado, intentaba el pasado miércoles quitar hierro al anuncio de que cinco provincias españolas habían entrado en el nivel 1 de alerta de ola de calor. O lo que es lo mismo, en estas regiones existía riesgo de problemas de salud debido al aumento de las temperaturas por encima de los umbrales considerados seguros. Se inauguraba así el dispositivo estatal que con fecha de 1 de junio y hasta el primero de octubre se pondrá en marcha cada año a partir del presente para prevenir los efectos adversos del estrés térmico sobre la salud.

Las medidas que contempla este programa han sido recibidas con satisfacción por los especialistas en salud pública que llevaban ya varios años advirtiendo de los peligros de las temperaturas extremas, especialmente para los grupos de población más sensibles: mayores de 65 años, particularmente aquéllos con patologías y en situación de dependencia, enfermos crónicos y, en menor medida, niños por debajo de cuatro años.
PLAN PRECIPITADO.

No ocultan, sin embargo, su impresión de que el programa se ha diseñado de forma «precipitada» -el plan francés ha costado 10 meses de trabajo-, lo que hace que muchos se cuestionen su eficacia real llegado el caso. «Este año no va a ser fácil tener una capacidad de respuesta total», afirma Asensio López, vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), una de las cinco sociedades científicas que rubrican el protocolo de actuaciones de los servicios sanitarios ante una ola de calor elaborado por el Ministerio de Sanidad.

De acuerdo con el plan gubernamental, los médicos de atención primaria figuran en la primera línea de defensa cuando se decreta la alerta de ola de calor. Su misión es identificar entre sus pacientes habituales a aquellas personas que podrían estar en situaciones de peligro. Según López, esta labor de 'apagafuegos' es asumible y no debería representar una mayor carga de trabajo para los centros de salud. «Habrá que ajustar la actividad y, en el futuro, anticipar tareas, empezando a identificar en mayo a los pacientes», dice.

Isidoro Ruipérez, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), otra de las organizaciones firmantes del protocolo, opina también que el proyecto ministerial ha estado «muy justo» de tiempo. «Las infraestructuras no se improvisan de un día para otro», puntualiza.

Su colectivo ha denunciado reiteradamente deficiencias en la atención sanitaria a los mayores, el grupo más frágil ante una ola de calor. «Dos de cada tres hospitales no tienen infraestructura geriátrica y esto repercute seriamente en situaciones como é1sta», corrobora. La SEGG hace hincapié en que muchos hospitales siguen sin aire acondicionado y tampoco disponen de lugares aislados para atender a un mayor con sospecha de una complicación asociada al estrés térmico.

La ausencia de especialistas geriátricos en numerosos centros agrava la situación, debido a las dificultades para reconocer un cuadro de este tipo. «Los síntomas son vagos [fiebre, alteración mental, mareos] y pueden provocar confusión con otros procesos», explica el presidente, quien ha pedido a las autoridades sanitarias que «ante la más mínima duda» se facilite el ingreso de estos pacientes en el hospital.
FALTA DE COHESIÓN.

Tanto la semFYC como la SEGG apuntan otro aspecto que puede ocasionar disfunciones: la transferencia de competencias a las comunidades autónomas. El plan contra el calor revela una vez más la falta de cohesión de los gobiernos regionales en función de su distinto color. Ruipérez cree firmemente que hay que «poner en evidencia los grandes abismos sanitarios que hay en el Estado». Básicamente todas las comunidades coinciden en las recomendaciones del Gobierno, «pero los recursos van a variar de un lugar a otro», advierte el geriatra.

Asensio López considera «preocupante que no exista coordinación entre los servicios de salud y cree «conveniente establecer protocolos comunes».

¿Quién hace unas u otras intervenciones? ¿Sobre quién recae el peso del seguimiento del programa? Son aspectos del proceso sobre los que los documentos de las distintas comunidades introducen variaciones que pueden «sorprender» al profesional sanitario.

Un hecho llamativo es el referido al umbral térmico por encima del cual se entiende que existe riesgo para la salud. Aunque parezca increíble, los valores dados por el Ministerio de Medio Ambiente a través del Instituto Nacional de Metereología no coinciden con los establecidos por algunas comunidades autónomas dentro de sus planes locales de prevención contra la ola de calor. Es el caso, por ejemplo, de Madrid. Según los datos facilitados por el Gobierno, este umbral es de 37º. Pero la Comunidad madrileña (CAM) lo fija en 36,6º. Éste es el motivo por el cual el pasado miércoles la capital estaba en nivel de alerta 1, según el Ministerio de Sanidad, y simultáneamente, había pasado a alerta 2 y tenía en guardia a todos sus recursos sociosanitarios, según las fuentes oficiales autonómicas. Lo mismo ocurrió en la Comunidad de Andalucía.

Agustín Rivero, director general de Salud Pública de la CAM, admite la «necesidad de alcanzar un consenso» para las próximas ediciones del plan contra el calor.
LAGUNAS.

¿A qué obedece esta información contradictoria? Los especialistas afirman que existen lagunas importantes en la investigación de los fenómenos térmicos extremos. «Ni siquiera hay acuerdo en la definición de qué es una ola de calor», señala Julio Díaz, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, que ha estudiado el impacto de episodios similares ocurridos en capitales españolas en los últimos años. Mientras grupos como el de Díaz consideran que cuando la temperatura supera el umbral de riesgo durante sólo un día ya aumenta la mortalidad, otros mantienen que la alerta se produce cuando el límite se rebasa durante, al menos, dos o más. Esta última tesis ha sido la escogida por el Ministerio de Medio Ambiente.

Respecto a los umbrales térmicos, difieren de un lugar a otro. «Es un tema complejo. Cada persona se aclimata al lugar donde reside habitualmente y, así, la temperatura de confort [a la que el organismo se adapta sin problemas] varía. En Finlandia es de 11º, en Holanda de 17º y en Valencia de 23º», comenta Ferrán Ballester, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología y experto que estudió las defunciones ocurridas en otra ola de calor que afectó a la Comunidad Valenciana en el verano de 1994.

Díaz y Ballester figuran entre un grupo de científicos que ha solicitado que se lleve a cabo un estudio en diferentes ciudades españolas para determinar con exactitud a partir de qué temperatura aumenta el riesgo y cuál es el impacto real sobre la salud en función de la zona geográfica, una información ya disponible en el caso de Madrid, Valencia, Sevilla y Barcelona.

La investigación de otros episodios térmicos ocurridos en estas localidades en los últimos años concluye que la mortalidad aumenta entre el 16% y el 40% más de lo esperado cuando se supera el umbral de temperatura de riesgo, aunque sólo sea en un grado. En las olas calurosas que sufrió Madrid en 1991 y 1995 las más afectadas fueron las mujeres mayores de 75 años. Fallecieron un 30% más que en otros periodos estivales menos sofocantes.

Los efectos letales de estos fenómenos no son inmediatos. Las muertes se producen en mayor medida uno o dos días después del ascenso térmico. El impacto de la primera ola tórrida de 2004 aún se podría dejar notar este fin de semana.
Consejos

Cuando el calor apriete, poner en práctica estas sencillas medidas puede ahorrarle problemas de salud:
- En el exterior.

Procure estar a la sombra. Evite las actividades al aire libre en las horas centrales del día, especialmente si son intensas. Si no puede, no olvide descansar y protegerse: cubra y refrésquese la cabeza, beba líquido y dese aire con un abanico.
- En el hogar.

Permanezca en las estancias más frescas y baje persianas, toldos y cortinas para evitar que el sol penetre directamente. Intente no usar aparatos que puedan producir calor. Los ventiladores eléctricos no enfrían el ambiente, sólo provocan una corriente refrescante y, en este caso, es recomendable abrir las ventanas. Recuerde que por encima de los 35º dejarán de ser eficaces para bajar la temperatura. Los sistemas de aire acondicionado refrigeran el aire y hay que mantener puertas y ventanas cerradas.
- En el coche.

No deje nunca a los niños ni a las personas mayores dentro de un vehículo cerrado. Use el aire acondicionado (si tiene) y, si no, abra las ventanas. Si viaja con personas vulnerables, vigile los cambios bruscos de temperatura al entrar y salir del automóvil. No olvide descansar e hidratarse en los viajes largos.
- Cuidados personales.

Intente refrescarse de forma continua mediante duchas o baños. Use ropa ligera, no apretada y de colores claros, sombreros de ala ancha, gorros o similares que protejan la cabeza, la cara, orejas, sienes y parte posterior del cuello. Utilice calzado fresco, cómodo y que transpire.
- En las comidas.

Recurra a una alimentación ligera que le ayude a reponer las sales perdidas por el sudor. La dieta debería incluir de manera obligatoria y, en cada toma, ensaladas, frutas, verduras, gazpachos o zumos. Evite las comidas grasas y copiosas. Salvo contraindicación médica, beba líquidos en abundancia (agua y zumos, evite el alcohol, las colas, la cafeína y los refrescos azucarados en exceso) de manera constante a lo largo del día, incluso aunque no tenga sed.
Vigile a sus mayores

Ellos son los más vulnerables a los efectos adversos del calor sobre la salud, especialmente, por encima de los 75 u 80 años, si presentan patologías susceptibles de agravarse con las altas temperaturas o viven aislados. El Ministerio de Sanidad aconseja asegurar al menos una visita diaria al domicilio de las personas que se encuentren en alguna de estas situaciones. Si sus familiares directos no pueden hacerlo, recomienda delegar esta tarea en otro miembro de la familia, un amigo, un vecino o en los servicios sanitarios o de cuidados domiciliarios.

En este sentido, el Gobierno ha dispuesto un servicio de atención especial a través del teléfono 902 222 292'.' Se trata de un dispositivo de seguimiento que contactará periódicamente por teléfono con aquellos ciudadanos más desamparados para conocer su estado de salud. En caso de necesidad, se derivará a los servicios de emergencia locales.

Para beneficiarse de esta prestación es preciso darse de alta previamente. Las fichas de solicitud están disponibles en los servicios sociales de los ayuntamientos y en los centros de Cruz Roja. Por su parte, los médicos de atención primaria vigilarán que los grupos más vulnerables tengan un seguimiento periódico (semanal o diario en función del riesgo) de su estado de salud.

Gráfico en pdf: Efectos del calor sobre la salud

Medicamentos peligrosos

Algunos medicamentos pueden alterar la capacidad que tiene el organismo para adapatarse al estrés térmico y pueden agravar los síntomas asociados a las temperaturas extremas. Sanidad ha hecho circular entre los profesionales sanitarios unas recomendaciones para que chequeen el botiquín de sus pacientes más frágiles.

Los médicos deben identificar los productos potencialmente 'peligrosos' y reevaluar su uso en función del beneficio que ofrecen a la salud del afectado y el riesgo que puede implicar su uso durante una ola de calor.

En el listado de productos a vigilar figuran muchos de los más utilizados por la población, especialmente, la de mayor edad. Entre éstos destacan los diuréticos, ya que pueden provocar trastornos de la hidratación. Otros fármacos pueden ver alterada su acción por efecto de la deshidratación (sales de litio, antiarrítmicos, digoxina, antiepilépticos y ciertos hipolipemiantes y antidiabéticos orales). Igualmente, hay medicamentos susceptibles de alterar la función renal (antiinflamatorios no esteroideos y COX-2, antihipertensivos y ciertos antivirales y antibióticos). Algunos pueden impedir que el organismo pierda calor (neurolépticos y agonistas serotoninérgicos, anticolinérgicos, antidepresivos, antihistamínicos, antiparkinsonianos, antimigrañosos...).

¿De dónde viene este calor?

Las olas de calor que asolan a la Península Ibérica se deben a la presencia persistente de un anticiclón en los niveles medios y altos de la atmósfera. Según explica el Instituto Nacional de Metereología, se trata de una inmensa cúpula de aire cálido y muy estable que se extiende desde el norte de África hacia Europa occidental y central y que tiene un espesor vertical de hasta 10 ó 12 kilómetros. Esta estructura provoca una ausencia casi total de nubosidad y, por tanto, una fuerte insolación. Además, se suprimen los movimientos verticales del aire y desaparece la ventilación de las capas atmosféricas cercanas al suelo.

Las temperaturas de estas capas van ascendiendo debido a que se acumula la radiación solar y a que la difusión del calor del suelo es escasa. En las zonas llanas el incremento térmico puede persistir durante días y noches, provocando un ambiente agobiante. Estos movimientos se pueden predecir con una antelación de cuatro o cinco días.

Dos fenómenos pueden dar fin a una ola de calor. El primero es cuando se debilita la estabilidad atmosférica, lo que hace posible la ventilación en las capas bajas y el descenso de las temperaturas. El segundo se produce al irrumpir un frente frío procedente del Atlántico que genera tormentas generalizadas e inyecta aire fresco.

A dónde acudir en caso de duda

Numerosas instituciones y organismos públicos y privados han habilitado herramientas para ofrecer información y consejos útiles sobre la ola de calor a la población.

He aquí algunas 'webs' que le ayudarán a despejar dudas: 'www.msc.es', 'www. inm.es' (ofrece un nuevo servicio de predicción metereológica por localidades), 'www.cruzroja.es' y 'www.semfyc.es'.

Por su parte, la mayoría de las consejerías de salud de las comunidades autónomas brindan también informes 'online' sobre el dispositivo que han organizado a nivel regional para atender a posibles afectados por este fenómeno térmico, así como recomendaciones dirigidas a prevenir los efectos del calor extremo.

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