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MARSEL & CO

La lucha por superar los límites del ser humano

Los atletas que competían en las pruebas deportivas de la Antigua Grecia ingerían extractos de plantas y testículos de oveja para aumentar sus niveles de testosterona. En Roma, los gladiadores bebían pociones para incrementar su fuerza y los corredores de aurigas alimentaban a sus caballos con una potente mezcla para que fueran más veloces.

Desde entonces hasta hoy, son muchos los deportistas que a lo largo de la historia han recurrido a todo tipo de sustancias con una única intención: ganar a sus rivales.

El dopaje no es un fenómeno nuevo. En la era precolombina, los incas ya mascaban hojas de coca para realizar sus ritos y luchas. La cafeína se utiliza desde 1805 en natación, atletismo y ciclismo. Precisamente es este último deporte el que registra en 1886 la primera muerte por dopaje, cuando el galés Linton falleció durante la carrera París-Burdeos por una sobredosis de un estupefaciente denominado Trimethil.

Pero la primera víctima que el dopaje se cobró en unos Juegos Olímpicos Modernos fue en St. Louis en 1904, donde el corredor de maratón Thomas Hicks murió por una combinación inyectada de huevos crudos, estricnina (un polvo cristalino blanco, inodoro y amargo) y Brandy.

La década de los 30 asistió al desarrollo de los primeros esteroides sintéticos para aumentar la producción de testosterona. Los culturistas y levantadores de pesas fueron los primeros en tomar estas sustancias, pero su uso pronto se extendió al resto de deportes, sobre todo, durante los años 50.

Fue después de la Segunda Guerra Mundial cuando se agravó el problema del dopaje, porque las naciones del bloque comunista del Este otorgaron al deporte un lugar privilegiado en el campo de batalla. Comenzó entonces otro tipo de ‘guerra’ por ver quién era el primero en inventar un fármaco que reprodujese los efectos de la testosterona (hormona masculina). El ganador de esta lucha fue el alemán John Ziegler, médico del equipo de halterofilia estadounidense, que en 1955 desarrolló el primer esteroide anabolizante.

Sin embargo, y pese a todos estos acontecimientos, hubo que esperar casi otra década para que las autoridades deportivas adoptaran medidas más serias contra el dopaje y hasta 1967 el Comité Olímpico Internacional no definió la primera lista de sustancias prohibidas. La toma de muestras para detectar estos productos en los atletas se empezó a practicar un año después, durante los Juegos Olímpicos de México de 1968.

Aún así, fue el caso de dopaje del atleta Ben Johnson en 1988 el que centró la atención mundial y puso de manifiesto una realidad que, hasta entonces, mucha gente desconocía.

Métodos de dopaje

Existen muchas sustancias dopantes diferentes y diversas formas de consumirlas, desde la ingesta oral a las inyecciones o la inhalación de estos productos, sin dejar de lado los geles y cremas que se aplican directamente sobre la piel.

Además de estas técnicas, la Agencia Mundial Antidopaje (W.A.D.A., según sus siglas en inglés) prohíbe algunos métodos concretos como el dopaje sanguíneo, que consiste en una autotransfusión. Se extrae sangre del deportista cuando se encuentra en buena forma y se le vuelve a introducir la misma antes o durante la competición, con lo que el organismo produce más glóbulos rojos, lo que estimula los mecanismos de transporte de oxígeno e incrementa el rendimiento general.

También está prohibido el dopaje genético, que podría convertirse en un método frecuente en un futuro próximo, según explica un artículo publicado en la revista 'Nature'. Este procedimiento, en lugar de inyectar a los deportistas factor de crecimiento humano para incrementar el tamaño de sus músculos, se basa en administrar a los atletas unos genes extra para que sea su propio organismo el que produzca más cantidad de dicho factor.

El estudio del que se hace eco 'Nature', realizado por el biólogo Geoffrey Goldspink, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Londres, reflejó en un experimento con ratones que las inyecciones de un gen que produce un factor de crecimiento muscular puede incrementar el tamaño de los músculos hasta un 25% en cuestión de semanas. Aunque, tal y como señala la revista, este método todavía no se ha probado en humanos.

Pero lo cierto es que, fuera de las pistas y de los terrenos deportivos se está librando otra competición importante, la que enfrenta a los atletas y equipos que se dopan con las autoridades deportivas que tratan de combatir el dopaje.

En esta lucha, el primer bando ha llevado, hasta la fecha, la ventaja. De momento, como refleja el trabajo mencionado, los adelantos químicos que llevan a la producción de nuevas sustancias dopantes están un paso por delante de los inventos desarrollados para detectarlas. Quizás, a partir de estas Olimpiadas de Atenas cambie la situación y las autoridades deportivas empiecen a ganar la partida al dopaje.

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