Una nueva técnica de ingeniería de tejidos permite regenerar una mandíbula
La ingeniería de tejidos obtiene pequeños milagros. Por primera vez en nueve años, un paciente afectado por un tumor cuyo tratamiento provocó la extirpación de parte de la mandíbula puede masticar y tomar alimentos sólidos. Una nueva técnica de regeneración de tejidos, cuya utilidad debe demostrarse todavía en ensayos clínicos, le ha cambiado la vida.
Las malformaciones en la mandíbula de más de cinco centímetros se tratan habitualmente con un autotrasplante de tejido y hueso del propio paciente. La técnica está implantada en numerosos hospitales de todo el mundo pero tiene un efecto secundario que limita de forma significativa su eficacia: la obtención del implante produce una nueva lesión en el esqueleto del afectado que reduce su calidad de vida. Para curar una herida hay que producir otra.
Científicos austrlianos y alemanes, dirigidos por Patric H. Warnke, del Departamento de Cirugía Oral y Maxilofacial de la Universidad de Kiel (Alemania), en principio han logrado superar este problema con una nueva técnica.
En lugar de obtener una muestra de tejido del paciente a partir de la cual obtener el implante, los investigadores escanearon la estructura ósea del afectado mediante tomografía computerizada en tres dimensiones. Con el apoyo de distintas herramientas informáticas, determinaron las dimensiones exactas que debía tener una estructura adaptada a la mandíbula.
Los datos recopilados se utilizaron para fabricar una malla de titanio que se rellenó con bloques de hueso, siete mg de una proteína recombinante humana (BMP7) utilizada para estimular el crecimiento óseo y 20 ml de médula ósea del propio afectado, formada por células pluripotenciales, es decir, capaces de convertirse en cualquier tejido si son dirigidas de forma adecuada.
En una primera fase la estructura se implantó bajo la axila derecha, en el músculo latísimo del dorso. El propio cuerpo del paciente, de 56 años, se utilizó para incubar y sintetizar una prótesis que reemplazara su mandíbula deteriorada. Siete semanas después, se extrajo el implante y se colocó en el lugar para el que había sido diseñado, en sustitución del hueso dañado por el tratamiento contra el tumor.
A las cuatro semanas [de la intervención] el paciente disfrutó de su primera cena en nueve años (pan y salchichas). Antes de la reconstrucción sólo era capaz de comer alimentos blandos y sopa", escriben los investigadores en 'The Lancet', donde se publica el estudio. "El paciente también estaba satisfecho con los resultados estéticos del procedimiento", añaden.
Según explican en la parte final del trabajo, ésta es la primera evidencia de que la vía de regeneración de tejidos propuesta es eficaz, aunque tendrá que confirmarse en estudios diseñados para ello, como señala Stan Gronthos, del Instituto de Ciencia Médica y Veterinaria de Adelaide (Australia), en un comentario sobre la investigación publicado también en 'The Lancet'.
"Entre tanto, mientras el debate continúa, un paciente que previamente había perdido la mandíbula durante el proceso de destrucción de un tumor ahora puede sentarse y masticar su primera comida sólida en nueve años, cortesía de un nuevo implante que le ha mejorado su calidad de vida", concluye Gronthos.
Las malformaciones en la mandíbula de más de cinco centímetros se tratan habitualmente con un autotrasplante de tejido y hueso del propio paciente. La técnica está implantada en numerosos hospitales de todo el mundo pero tiene un efecto secundario que limita de forma significativa su eficacia: la obtención del implante produce una nueva lesión en el esqueleto del afectado que reduce su calidad de vida. Para curar una herida hay que producir otra.
Científicos austrlianos y alemanes, dirigidos por Patric H. Warnke, del Departamento de Cirugía Oral y Maxilofacial de la Universidad de Kiel (Alemania), en principio han logrado superar este problema con una nueva técnica.
En lugar de obtener una muestra de tejido del paciente a partir de la cual obtener el implante, los investigadores escanearon la estructura ósea del afectado mediante tomografía computerizada en tres dimensiones. Con el apoyo de distintas herramientas informáticas, determinaron las dimensiones exactas que debía tener una estructura adaptada a la mandíbula.
Los datos recopilados se utilizaron para fabricar una malla de titanio que se rellenó con bloques de hueso, siete mg de una proteína recombinante humana (BMP7) utilizada para estimular el crecimiento óseo y 20 ml de médula ósea del propio afectado, formada por células pluripotenciales, es decir, capaces de convertirse en cualquier tejido si son dirigidas de forma adecuada.
En una primera fase la estructura se implantó bajo la axila derecha, en el músculo latísimo del dorso. El propio cuerpo del paciente, de 56 años, se utilizó para incubar y sintetizar una prótesis que reemplazara su mandíbula deteriorada. Siete semanas después, se extrajo el implante y se colocó en el lugar para el que había sido diseñado, en sustitución del hueso dañado por el tratamiento contra el tumor.
A las cuatro semanas [de la intervención] el paciente disfrutó de su primera cena en nueve años (pan y salchichas). Antes de la reconstrucción sólo era capaz de comer alimentos blandos y sopa", escriben los investigadores en 'The Lancet', donde se publica el estudio. "El paciente también estaba satisfecho con los resultados estéticos del procedimiento", añaden.
Según explican en la parte final del trabajo, ésta es la primera evidencia de que la vía de regeneración de tejidos propuesta es eficaz, aunque tendrá que confirmarse en estudios diseñados para ello, como señala Stan Gronthos, del Instituto de Ciencia Médica y Veterinaria de Adelaide (Australia), en un comentario sobre la investigación publicado también en 'The Lancet'.
"Entre tanto, mientras el debate continúa, un paciente que previamente había perdido la mandíbula durante el proceso de destrucción de un tumor ahora puede sentarse y masticar su primera comida sólida en nueve años, cortesía de un nuevo implante que le ha mejorado su calidad de vida", concluye Gronthos.
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