Alterarse es muy peligroso
¿Se despierta con los problemas del trabajo en la cabeza? ¿Le exigen un ritmo frenético? ¿Tiene mucha responsabilidad? ¿Recibe el apoyo necesario en situaciones difíciles? Si piensa en todo el trabajo y esfuerzo que ha realizado, ¿le parecen adecuados el reconocimiento y el sueldo que recibe? Probablemente tenga que responder a cuestiones parecidas en alguna de las próximas revisiones médicas a las que le sometan en su empresa.
El objetivo: averiguar si ha sucumbido a una de las fuentes de enfermedad más frecuente del mundo moderno; el estrés.
Un 28% de los trabajadores españoles ya lo ha hecho, según datos de la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo realizada en 2003 por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Pero hasta un 36% manifiesta que su empleo es un foco de malestar y de preocupación constante.
El Ministerio de Sanidad y Consumo y los departamentos de salud de las comunidades autónomas han decidido elaborar un protocolo conjunto para ofrecer a las empresas una herramienta para medir cómo afectan los factores psicosociales a la salud de sus plantillas. Su bienestar está en peligro. Y los costes pueden ser demasiado altos.
Una investigación publicada esta semana corrobora que las víctimas del estrés presentan el doble de probabilidades de sufrir un infarto de miocardio respecto a la población que vive más tranquila. ¿Ha pensado en bajar el ritmo?
«La necesidad de incluir este tema en los programas de prevención de riesgos laborales es evidente, porque no desconocemos el daño que puede ocasionar en la población trabajadora», asegura Montserrat García, jefa de área de Salud Laboral de la Subdirección General de Sanidad Ambiental y Salud Laboral del Ministerio de Sanidad.
La investigación médica está alertando desde hace años sobre las consecuencias fisiológicas de la tensión y la ansiedad que desencadenan influencias externas como un despido laboral, convivir diariamente con un jefe 'tóxico' con sus empleados, una separación matrimonial o la muerte de un ser amado. Aumentan el riesgo de cardiopatías, presión arterial alta, diabetes, asma, úlcera digestiva, colitis y cáncer, entre otras enfermedades. También pueden favorecer una mayor susceptibilidad a los resfriados, a los trastornos respiratorios e, incluso, a las caries dentales. Se sabe, además, que los enfermos estresados cicatrizan peor.
ALERTA.
Pero el estudio que acaba de publicar la revista 'The Lancet' ha disparado la alarma. No sólo corrobora que las personas que padecen estrés tienen el doble de posibilidades de sufrir un infarto agudo de miocardio respecto a las que llevan una vida más tranquila, sino que su peso como factor de riesgo cardiovascular es equiparable al de la hipertensión y la obesidad abdominal. Los científicos calculan que, si se pudiera erradicar del mapa, se podría evitar el 12% de los infartos.
A pesar de ello, aún es escasa la atención que se le presta como problema de salud. «Los cardiólogos no nos encontramos cómodos al valorarlo, porque la percepción del problema es subjetiva y es difícil medirlo», reconoce Vicente Bertomeu, presidente de la sección de Hipertensión Arterial de la Sociedad Española de Cardiología.
Es cierto, cuánto y cómo puede alterar el estrés la salud individual depende de cómo se enfrente cada uno a los cambios vitales. Sin embargo, las conclusiones de la nueva investigación representan la evidencia más robusta obtenida hasta la fecha del papel nocivo de los factores de riesgo psicosocial para el corazón. Los mismos autores del estudio, llamado INTERHEART, mostraron públicamente su sorpresa por la fuerza de la asociación entre vivir estresado y la mayor probabilidad de sufrir un infarto.
Tras indagar en las consecuencias de la exposición a situaciones de conflicto laboral, familiar, tensiones de índole económica y otras fuentes de ansiedad, como haber vivido un hecho vital excepcional (por ejemplo, la muerte de su ser querido), en un grupo de 11.000 personas de 52 países que habían experimentado un infarto y en cerca de otras 14.000 sanas, comprobaron que el daño coronario se mantiene independientemente de la zona geográfica (naciones industrializadas y en vías de desarrollo), el grupo étnico, la edad y el sexo.
El mecanismo a través del cual el estrés ataca al corazón no está claro y es complejo. Esta cuestión ha sido explorada en numerosos estudios en animales y humanos. Experimentalmente se ha visto que una situación de tensión psicosocial puede empeorar la aterosclerosis coronaria y alterar el funcionamiento de la pared de los vasos sanguíneos. Igualmente influye sobre otros procesos que intervienen en la función circulatoria, como la inflamación, la coagulación o el ritmo de los latidos del corazón.
Los profesionales de la salud destacan otro efecto indirecto del estrés que contribuye al daño cardiaco. «Quienes lo padecen con frecuencia tienen un estilo de vida nada cardiosaludable, hacen poco ejercicio, combaten la ansiedad comiendo de forma insana, sufren sobrepeso y muchos fuman y beben más», explica Bertomeu. «Esta interferencia con otros factores de riesgo coronario puede ser aún más importante», puntualiza.
CÓMO DETECTARLO.
El peligro de que se presente un infarto depende, no obstante, de cómo encaje el organismo las experiencias vitales. ¿Cómo saber si una persona es capaz de 'resistir' su trabajo? La disparidad individual ha dificultado la tarea de medir el riesgo de los factores estresantes, aunque ya están disponibles distintas herramientas. Otra área de estudio es identificar las fuentes de tensión para prevenir sus efectos nocivos.
Juan Antonio Fernández, médico de familia e investigador del estrés laboral y de la calidad de vida, trabaja en el desarrollo de la versión española de uno de los instrumentos de medida más utilizados en el mundo para evaluar el estrés en el lugar de trabajo, el del desequilibrio esfuerzo-recompensa (DER). Se trata de cuestionarios que indagan en las condiciones laborales, para detectar si existe un ambiente psicosocial desfavorable que pueda estar repercutiendo sobre la sensación de bienestar.
«La investigación es aún escasa, pero se está confirmando que hay una relación directa entre estrés y enfermedad y que existe un componente personal de riesgo», dice. Un estudio publicado el pasado año en la revista 'Psychosomatic Medicine' constató, en este sentido, que un comportamiento caracterizado por la impaciencia, los enfados frecuentes o la tensión mental o física puede precipitar un accidente cardiovascular.
En resumen, hay personas que viven las situaciones peor que otras y eso afecta a su salud. Fernández cita un ejemplo de una actitud poco recomendable: «La sobreimplicación en el trabajo puede actuar como un gatillo para desencadenar estrés».
LOS RIESGOS.
¿Qué condiciones laborales pueden aumentar el riesgo de enfermar de una plantilla? Existen varios modelos teóricos que destacan situaciones potencialmente nocivas. Puestos que presentan una demanda elevada y un margen de decisión limitado, la ausencia de apoyo social o la discrepancia entre los esfuerzos realizados y las recompensas recibidas.
José Buendía, profesor de psicopatología de la Universidad de Murcia y autor de varios libros sobre estrés laboral, considera una variable determinante la forma de relacionarse con los compañeros y los jefes. «Un buen clima de relaciones interpersonales puede amortiguar los efectos negativos de la actividad laboral. Por el contrario, uno desfavorable puede ser uno de los predictores de patología psicosomática más relevantes», afirma. Otra fuente de conflicto es el dinero.
El fenómeno es creciente. Las huestes de estresados amenazan con crecer de forma imparable debido a las circunstancias económicas cambiantes y a la inseguridad laboral. La dificultad para conciliar la vida profesional con la familiar es también motivo recurrente de tensión, especialmente entre las mujeres.
Ante este panorama empiezan a surgir signos de preocupación. Las instituciones animan a los empresarios a reaccionar ante un problema que puede afectar a su cuenta de resultados. El coste económico para las empresas y la sociedad derivado del estrés supera los 20.000 millones de euros para el conjunto de la Unión Europea.
Los expertos en salud laboral instan a los gobiernos y a las empresas a medir el riesgo psicosocial y a implantar medidas estructurales, organizativas y programas de apoyo para aliviar la tensión de los empleados.
NUEVO NEGOCIO.
Una floreciente industria anti-estrés está surgiendo a consecuencia de la demanda de los afectados y la inquietud de empresas e instituciones. Psicoterapias, gimnasios, centros de meditación, de masaje, de disciplinas orientales...El objetivo es frenar el ritmo, relajarse y aprender a que el organismo desarrolle herramientas internas para sobreponerse.
En EEUU, el 20% de la población activa participa ya en algún programa de empresa para controlar la tensión laboral. En España, todavía pocas ofrecen a sus empleados este tipo de servicios. «Son empresas de tamaño medio o grande y con una cultura de recursos humanos más avanzada», dice Alberto García-Francos, director de Más Vida Red, una compañía que, además de asesorar al empleador, provee a los trabajadores de más de 150 servicios para solucionar las situaciones que dificultan la combinación de la vida privada y la actividad profesional.
Más de 40.000 españoles se benefician de sus servicios con cargo a sus empresas: desde buscar a una empleada doméstica o renovar el carné de conducir, hasta acudir a un gabinete psicológico en busca de consejo para combatir la ansiedad.
«La gente está más relajada, se concentra mejor y trabaja más a gusto», asegura una responsable del Programa de Ayuda al Empleado de AENA, una de las firmas que ha contratado los servicios de Más Vida Red. La empresa también se beneficia. «Sabemos que hay menos absentismo», apostilla.
Al otro lado del Atlántico han surgido voces escépticas respecto a la utilidad real de estos programas. Hay quienes adivinan detrás una forma barata de mantener el ritmo productivo de las plantillas. Al final el masaje relajante con el que se obsequia al trabajador podría no ser más que una tarea adicional en su agenda.
Los expertos coinciden en que cada cual debe encontrar dentro de sí los recursos que le ayuden a atravesar el desierto del estrés. No existe una terapia milagrosa. A unos les bastará el apoyo de su familia, a otros les irá mejor practicar ejercicio físico, que, como subraya Vicente Bernadeu, además de relajante «tiene efecto favorable sobre otros factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión, la obesidad, la diabetes y el colesterol alto». Algunos precisarán el consejo de un profesional de la salud.
Existen pocos estudios que analicen los beneficios de las terapias de catarsis. Meditación, relajación, ejercicio... parecen combatir eficazmente los síntomas del estrés y ayudan al organismo a reponerse, pero en muchos casos a corto plazo.
No obstante, las ventajas de la meditación están en alza. «Ayudamos a que la gente vea cómo capta, procesa y responde al estrés y le enseñamos a relajarse», explica Elisa Ordoñez, profesora de programación neuro-linguística, una forma de psicoterapia que utiliza la meditación.
Los propios monjes budistas han colaborado, con el beneplácito del Dalai Lama, para analizar las bondades de esta actividad. Mediante escáneres cerebrales se ha visto que tienen más activa la zona del córtex prefrontal, un área que se asocia con las emociones positivas y les permite responder con calma a las fuentes de estrés. El mismo efecto se ha reproducido en un grupo de trabajadores que meditaba a cuenta de su empresa.
# Gráfico: La enfermedad del siglo XXI
# Gráfico: Relájese en 12 minutos
Cómo mantener el control
No se pueden controlar todas las situaciones externas potencialmente estresantes, pero se puede modificar la forma de manejarlas psíquica y emocionalmente. He aquí algunas formas de hacerlo:
- Localice el origen.
Piense cuáles son las cosas que le estresan. Algunas puede evitarlas. Por ejemplo, pase menos tiempo con las personas que le perturban o no conduzca en las horas en las que hay mucho tráfico.
- Tómese un respiro.
Aprenda a decir no. Tómese tiempo para hacer las cosas y no sentirse dominado por el apremio. Baje el ritmo. Debe haber tiempo para comer, para el ocio y para descansar. Un consejo: pase 15 o 20 minutos al día sentado, tranquilo, respirando profundamente y pensando en una imagen relajante.
- Sea positivo.
Trate de aprender a aceptar las cosas que no puede cambiar. No tiene que solucionar todos los problemas de la vida. Escoja sus batallas cuidadosamente: preocúpese de las cosas que pueda controlar, no de las que escapan de sus manos. Aprenda a ver la parte buena y mala. Ser negativo no resuelve nada y, además, causa enfermedades.
- Cuídese.
Practique regularmente (30 minutos tres veces por semana) una actividad física con la que, además, disfrute: camine, nade, ande o monte en bicicleta. Eliminar la tensión corporal le hará sentirse mejor. No descuide la alimentación, que ha de ser variada y debe huir de los productos ricos en grasas y azúcares. Duerma lo suficiente. Limite el consumo de alcohol y no fume.
- No se aisle.
Aprenda a contar lo que le pasa. Comparta más tiempo con sus amigos. Sentirse útil hacia los demás ayuda siempre. Si percibe que el estrés que soporta le desborda y se ve incapaz de controlarlo, consulte con un profesional.
El objetivo: averiguar si ha sucumbido a una de las fuentes de enfermedad más frecuente del mundo moderno; el estrés.
Un 28% de los trabajadores españoles ya lo ha hecho, según datos de la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo realizada en 2003 por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Pero hasta un 36% manifiesta que su empleo es un foco de malestar y de preocupación constante.
El Ministerio de Sanidad y Consumo y los departamentos de salud de las comunidades autónomas han decidido elaborar un protocolo conjunto para ofrecer a las empresas una herramienta para medir cómo afectan los factores psicosociales a la salud de sus plantillas. Su bienestar está en peligro. Y los costes pueden ser demasiado altos.
Una investigación publicada esta semana corrobora que las víctimas del estrés presentan el doble de probabilidades de sufrir un infarto de miocardio respecto a la población que vive más tranquila. ¿Ha pensado en bajar el ritmo?
«La necesidad de incluir este tema en los programas de prevención de riesgos laborales es evidente, porque no desconocemos el daño que puede ocasionar en la población trabajadora», asegura Montserrat García, jefa de área de Salud Laboral de la Subdirección General de Sanidad Ambiental y Salud Laboral del Ministerio de Sanidad.
La investigación médica está alertando desde hace años sobre las consecuencias fisiológicas de la tensión y la ansiedad que desencadenan influencias externas como un despido laboral, convivir diariamente con un jefe 'tóxico' con sus empleados, una separación matrimonial o la muerte de un ser amado. Aumentan el riesgo de cardiopatías, presión arterial alta, diabetes, asma, úlcera digestiva, colitis y cáncer, entre otras enfermedades. También pueden favorecer una mayor susceptibilidad a los resfriados, a los trastornos respiratorios e, incluso, a las caries dentales. Se sabe, además, que los enfermos estresados cicatrizan peor.
ALERTA.
Pero el estudio que acaba de publicar la revista 'The Lancet' ha disparado la alarma. No sólo corrobora que las personas que padecen estrés tienen el doble de posibilidades de sufrir un infarto agudo de miocardio respecto a las que llevan una vida más tranquila, sino que su peso como factor de riesgo cardiovascular es equiparable al de la hipertensión y la obesidad abdominal. Los científicos calculan que, si se pudiera erradicar del mapa, se podría evitar el 12% de los infartos.
A pesar de ello, aún es escasa la atención que se le presta como problema de salud. «Los cardiólogos no nos encontramos cómodos al valorarlo, porque la percepción del problema es subjetiva y es difícil medirlo», reconoce Vicente Bertomeu, presidente de la sección de Hipertensión Arterial de la Sociedad Española de Cardiología.
Es cierto, cuánto y cómo puede alterar el estrés la salud individual depende de cómo se enfrente cada uno a los cambios vitales. Sin embargo, las conclusiones de la nueva investigación representan la evidencia más robusta obtenida hasta la fecha del papel nocivo de los factores de riesgo psicosocial para el corazón. Los mismos autores del estudio, llamado INTERHEART, mostraron públicamente su sorpresa por la fuerza de la asociación entre vivir estresado y la mayor probabilidad de sufrir un infarto.
Tras indagar en las consecuencias de la exposición a situaciones de conflicto laboral, familiar, tensiones de índole económica y otras fuentes de ansiedad, como haber vivido un hecho vital excepcional (por ejemplo, la muerte de su ser querido), en un grupo de 11.000 personas de 52 países que habían experimentado un infarto y en cerca de otras 14.000 sanas, comprobaron que el daño coronario se mantiene independientemente de la zona geográfica (naciones industrializadas y en vías de desarrollo), el grupo étnico, la edad y el sexo.
El mecanismo a través del cual el estrés ataca al corazón no está claro y es complejo. Esta cuestión ha sido explorada en numerosos estudios en animales y humanos. Experimentalmente se ha visto que una situación de tensión psicosocial puede empeorar la aterosclerosis coronaria y alterar el funcionamiento de la pared de los vasos sanguíneos. Igualmente influye sobre otros procesos que intervienen en la función circulatoria, como la inflamación, la coagulación o el ritmo de los latidos del corazón.
Los profesionales de la salud destacan otro efecto indirecto del estrés que contribuye al daño cardiaco. «Quienes lo padecen con frecuencia tienen un estilo de vida nada cardiosaludable, hacen poco ejercicio, combaten la ansiedad comiendo de forma insana, sufren sobrepeso y muchos fuman y beben más», explica Bertomeu. «Esta interferencia con otros factores de riesgo coronario puede ser aún más importante», puntualiza.
CÓMO DETECTARLO.
El peligro de que se presente un infarto depende, no obstante, de cómo encaje el organismo las experiencias vitales. ¿Cómo saber si una persona es capaz de 'resistir' su trabajo? La disparidad individual ha dificultado la tarea de medir el riesgo de los factores estresantes, aunque ya están disponibles distintas herramientas. Otra área de estudio es identificar las fuentes de tensión para prevenir sus efectos nocivos.
Juan Antonio Fernández, médico de familia e investigador del estrés laboral y de la calidad de vida, trabaja en el desarrollo de la versión española de uno de los instrumentos de medida más utilizados en el mundo para evaluar el estrés en el lugar de trabajo, el del desequilibrio esfuerzo-recompensa (DER). Se trata de cuestionarios que indagan en las condiciones laborales, para detectar si existe un ambiente psicosocial desfavorable que pueda estar repercutiendo sobre la sensación de bienestar.
«La investigación es aún escasa, pero se está confirmando que hay una relación directa entre estrés y enfermedad y que existe un componente personal de riesgo», dice. Un estudio publicado el pasado año en la revista 'Psychosomatic Medicine' constató, en este sentido, que un comportamiento caracterizado por la impaciencia, los enfados frecuentes o la tensión mental o física puede precipitar un accidente cardiovascular.
En resumen, hay personas que viven las situaciones peor que otras y eso afecta a su salud. Fernández cita un ejemplo de una actitud poco recomendable: «La sobreimplicación en el trabajo puede actuar como un gatillo para desencadenar estrés».
LOS RIESGOS.
¿Qué condiciones laborales pueden aumentar el riesgo de enfermar de una plantilla? Existen varios modelos teóricos que destacan situaciones potencialmente nocivas. Puestos que presentan una demanda elevada y un margen de decisión limitado, la ausencia de apoyo social o la discrepancia entre los esfuerzos realizados y las recompensas recibidas.
José Buendía, profesor de psicopatología de la Universidad de Murcia y autor de varios libros sobre estrés laboral, considera una variable determinante la forma de relacionarse con los compañeros y los jefes. «Un buen clima de relaciones interpersonales puede amortiguar los efectos negativos de la actividad laboral. Por el contrario, uno desfavorable puede ser uno de los predictores de patología psicosomática más relevantes», afirma. Otra fuente de conflicto es el dinero.
El fenómeno es creciente. Las huestes de estresados amenazan con crecer de forma imparable debido a las circunstancias económicas cambiantes y a la inseguridad laboral. La dificultad para conciliar la vida profesional con la familiar es también motivo recurrente de tensión, especialmente entre las mujeres.
Ante este panorama empiezan a surgir signos de preocupación. Las instituciones animan a los empresarios a reaccionar ante un problema que puede afectar a su cuenta de resultados. El coste económico para las empresas y la sociedad derivado del estrés supera los 20.000 millones de euros para el conjunto de la Unión Europea.
Los expertos en salud laboral instan a los gobiernos y a las empresas a medir el riesgo psicosocial y a implantar medidas estructurales, organizativas y programas de apoyo para aliviar la tensión de los empleados.
NUEVO NEGOCIO.
Una floreciente industria anti-estrés está surgiendo a consecuencia de la demanda de los afectados y la inquietud de empresas e instituciones. Psicoterapias, gimnasios, centros de meditación, de masaje, de disciplinas orientales...El objetivo es frenar el ritmo, relajarse y aprender a que el organismo desarrolle herramientas internas para sobreponerse.
En EEUU, el 20% de la población activa participa ya en algún programa de empresa para controlar la tensión laboral. En España, todavía pocas ofrecen a sus empleados este tipo de servicios. «Son empresas de tamaño medio o grande y con una cultura de recursos humanos más avanzada», dice Alberto García-Francos, director de Más Vida Red, una compañía que, además de asesorar al empleador, provee a los trabajadores de más de 150 servicios para solucionar las situaciones que dificultan la combinación de la vida privada y la actividad profesional.
Más de 40.000 españoles se benefician de sus servicios con cargo a sus empresas: desde buscar a una empleada doméstica o renovar el carné de conducir, hasta acudir a un gabinete psicológico en busca de consejo para combatir la ansiedad.
«La gente está más relajada, se concentra mejor y trabaja más a gusto», asegura una responsable del Programa de Ayuda al Empleado de AENA, una de las firmas que ha contratado los servicios de Más Vida Red. La empresa también se beneficia. «Sabemos que hay menos absentismo», apostilla.
Al otro lado del Atlántico han surgido voces escépticas respecto a la utilidad real de estos programas. Hay quienes adivinan detrás una forma barata de mantener el ritmo productivo de las plantillas. Al final el masaje relajante con el que se obsequia al trabajador podría no ser más que una tarea adicional en su agenda.
Los expertos coinciden en que cada cual debe encontrar dentro de sí los recursos que le ayuden a atravesar el desierto del estrés. No existe una terapia milagrosa. A unos les bastará el apoyo de su familia, a otros les irá mejor practicar ejercicio físico, que, como subraya Vicente Bernadeu, además de relajante «tiene efecto favorable sobre otros factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión, la obesidad, la diabetes y el colesterol alto». Algunos precisarán el consejo de un profesional de la salud.
Existen pocos estudios que analicen los beneficios de las terapias de catarsis. Meditación, relajación, ejercicio... parecen combatir eficazmente los síntomas del estrés y ayudan al organismo a reponerse, pero en muchos casos a corto plazo.
No obstante, las ventajas de la meditación están en alza. «Ayudamos a que la gente vea cómo capta, procesa y responde al estrés y le enseñamos a relajarse», explica Elisa Ordoñez, profesora de programación neuro-linguística, una forma de psicoterapia que utiliza la meditación.
Los propios monjes budistas han colaborado, con el beneplácito del Dalai Lama, para analizar las bondades de esta actividad. Mediante escáneres cerebrales se ha visto que tienen más activa la zona del córtex prefrontal, un área que se asocia con las emociones positivas y les permite responder con calma a las fuentes de estrés. El mismo efecto se ha reproducido en un grupo de trabajadores que meditaba a cuenta de su empresa.
# Gráfico: La enfermedad del siglo XXI
# Gráfico: Relájese en 12 minutos
Cómo mantener el control
No se pueden controlar todas las situaciones externas potencialmente estresantes, pero se puede modificar la forma de manejarlas psíquica y emocionalmente. He aquí algunas formas de hacerlo:
- Localice el origen.
Piense cuáles son las cosas que le estresan. Algunas puede evitarlas. Por ejemplo, pase menos tiempo con las personas que le perturban o no conduzca en las horas en las que hay mucho tráfico.
- Tómese un respiro.
Aprenda a decir no. Tómese tiempo para hacer las cosas y no sentirse dominado por el apremio. Baje el ritmo. Debe haber tiempo para comer, para el ocio y para descansar. Un consejo: pase 15 o 20 minutos al día sentado, tranquilo, respirando profundamente y pensando en una imagen relajante.
- Sea positivo.
Trate de aprender a aceptar las cosas que no puede cambiar. No tiene que solucionar todos los problemas de la vida. Escoja sus batallas cuidadosamente: preocúpese de las cosas que pueda controlar, no de las que escapan de sus manos. Aprenda a ver la parte buena y mala. Ser negativo no resuelve nada y, además, causa enfermedades.
- Cuídese.
Practique regularmente (30 minutos tres veces por semana) una actividad física con la que, además, disfrute: camine, nade, ande o monte en bicicleta. Eliminar la tensión corporal le hará sentirse mejor. No descuide la alimentación, que ha de ser variada y debe huir de los productos ricos en grasas y azúcares. Duerma lo suficiente. Limite el consumo de alcohol y no fume.
- No se aisle.
Aprenda a contar lo que le pasa. Comparta más tiempo con sus amigos. Sentirse útil hacia los demás ayuda siempre. Si percibe que el estrés que soporta le desborda y se ve incapaz de controlarlo, consulte con un profesional.
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