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MARSEL & CO

SALUD PÚBLICA

Listas enfermas

Le han dado cita al especialista médico para dentro de dos meses? No desespere. Hay quien tarda cuatro meses para someterse a una ecografía, un año en obtener los resultados de una mamografía, 16 meses para poder ver al médico o 15 tan solo para conocer la fecha de la cita con el facultativo. Son algunos de los plazos que han llegado soportar los cientos de miles de españoles que hacen cola para recibir asistencia en el Sistema Nacional de Salud.

Es más, considérese afortunado. Salvo excepciones, en el mejor de los casos, el tiempo medio que transcurre entre que se pide cita con el especialista hasta que se obtiene un diagnóstico y un tratamiento es de cinco meses, según los resultados de una encuesta realizada por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), entre más de 15.000 españoles que aguardaban en las salas de espera de los centros de especialidades de las 17 comunidades autónomas.

El retraso para obtener un diagnóstico es superior a los dos meses largos que, según los datos del Ministerio de Sanidad y Consumo, aguardan como promedio los pacientes para someterse a una intervención quirúrgica. Y queda muy lejos de los tiempos de espera que, en un ejercicio de optimismo inusitado, los dos partidos mayoritarios coincidían en proponer en sus promesas electorales: ¡siete días para pruebas diagnósticas y 10 para la primera consulta con el especialista!

¿A qué se debe este malabarismo matemático? ¿Será porque las listas de espera son uno de los asuntos que más preocupa a los ciudadanos cuando se les pregunta acerca del funcionamiento de la sanidad pública? El pasado año la oficina del Defensor del Pueblo dió un tirón de orejas a las administraciones sanitarias en un informe que reveló demoras «clínicas y socialmente inaceptables» en la prestación médica.

La institución criticó el «escaso interés» mostrado por los servicios de salud hacia la actividad desarrollada en las consultas externas y pruebas diagnósticas en comparación con el dedicado al ámbito hospitalario. Frente a los ambiciosos planes estratégicos anunciados por los gobiernos autonómicos en los últimos tiempos para reducir la demora quirúrgica, miles de pacientes permanecen a la expectativa durante meses para poder franquear la puerta de las consultas del centro de especialidades de su barrio o del hospital más cercano.

Madrid es el último ejemplo. Sus centros sanitarios exhiben estos días grandes carteles con la promesa de la presidenta Esperanza Aguirre: ¡30 días!, el tiempo máximo de espera para someterse a una operación. Para liberar a los madrileños del tapón quirúrgico, se ha contratado personal para que las salas de operaciones de los hospitales trabajen a destajo. Pero muchos se preguntan, ¿es más urgente resolver unos juanetes o unas cataratas que la necesidad de una enferma de cáncer de realizarse una mamografía o la de un paciente de infarto de miocardio cuyo tratamiento depende de una prueba de esfuerzo? Las consecuencias de una espera excesiva en las consultas especializadas y para las pruebas diagnósticas pueden ser «dramáticas», en opinión de José María Múgica, director general de la OCU. «Genera en el paciente una sensación de inseguridad y temor sobre la atención a su salud, puede ocasionar que la prueba pierda su validez y deba ser repetida y que la enfermedad se agrave por no haber actuado a tiempo», explica.

La inquietud por este problema empieza a surtir efecto. Castilla-La Mancha ha legislado que el plazo tope para ver a un especialista no puede superar 40 días y 20 para realizar una exploración diagnóstica. Superada esta fecha, el paciente tiene derecho a buscar asistencia en otro centro con cargo al herario público. A partir del próximo año, en Andalucía, estos tiempos serán de 30 y 15 días, respectivamente. El ejemplo empieza a cundir en otras comunidades que ya trabajan en la elaboración de planes de ataque, aunque a ritmo más lento.

La tarea será ardúa porque, a pesar de que la cifra global de afectados se desconoce, debido a las deficiencias en la recogida de información, las estimaciones indican que las personas a la expectativa son cientos de miles.
DIFERENCIAS.

Se sabe, además, que la situación no es homogénea en el conjunto del país. Mientras las castellanomanchegas pueden presumir de no tener que esperar más que unas semanas para ver al ginecólogo, en Madrid la consulta se demora, al menos, dos meses y en Galicia superan los tres, según los datos de la organización de consumidores. Esta disciplina médica figura junto con la oftalmología, la neurología y la alergología entre las más remolonas del sistema nacional de salud. En Canarias, la cita con un alergólogo puede dilatarse hasta siete meses.

«La situación ha mejorado, antes había esperas de hasta tres años porque no había especialistas en todos los hospitales y aún hoy hay alguno que sigue sin tenerlo», afirma Antonio Peláez, presidente de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), quien reconoce que algunos enfermos aguardan entre ocho y 10 meses para relatarles sus síntomas.

La SEAIC lleva años clamando por una medida que considera que aligeraría sus listas: habilitar consultas en los centros de especialidades. Salvo excepciones, los alergólogos están recluidos en los hospitales. «Es contradictorio porque es una patología muy ambulatoria, muy prevalente y habitualmente poco grave», dice Peláez.

Otra de las especialidades con más cola es la neurología. El sondeo de la OCU indica un retraso promedio de tres meses para franquear la puerta del galeno. «Tenemos la percepción global de que nuestras demoras sí están entre las más altas», admite Jordi Matías-Guiu, presidente de la Sociedad Española de Neurología. Este colectivo coincide con el de sus colegas alergólogos al achacar parte del problema a un «déficit histórico» de profesionales.

No obstante, apunta otro fenómeno: el espectacular desarrollo experimentado por esta disciplina en el último lustro. Las consultas se han desbordado con procesos como el Alzheimer, el infarto cerebral (ictus) y las migrañas, para los que ahora se dispone de nuevos medicamentos. Igualmente, se han introducido procedimientos terapéuticos innovadores, como la cirugía de la epilepsia, que genera una demanda creciente.

La situación se complica cuando el neurólogo solicita una de las armas diagnósticas que mayores beneficios ha reportado a esta especialidad, la resonancia magnética. Esta prueba figura, junto con la mamografía, la ecografía y la endoscopia, entre las tecnologías de imagen que más retraso acumulan en los centros públicos.
LAS RAZONES.

La expectativa que generan las innovaciones de la tecnología médica es precisamente una de las razones que apuntan los expertos para explicar por qué no es posible acabar con las listas de espera. La mayoría coincide en que la demora es inevitable: siempre habrá pacientes haciendo cola.

Y lo atribuyen a varios factores. El primero tiene que ver con el modelo sanitario español. Se ofrece una cobertura universal, el acceso libre a los servicios, pero los recursos son limitados. El segundo, con el envejecimiento de la población -y España es el país europeo con mayor tasa de población anciana-, que ocasiona un incremento de enfermedades crónicas y degenerativas.

La estructura y organización de las instituciones sanitarias contribuyen a agravar el problema. Para José Gabriel Cano, médico de familia y autor de una tesis doctoral y numerosos artículos sobre la gestión de las listas de espera, una muestra es la ausencia de procedimientos diagnósticos suficientes en manos de los profesionales de la atención primaria.

Y cita un ejemplo: un paciente con sospecha de litiasis biliar. Habitualmente se le deriva al especialista para que indique un tratamiento médico o quirúrgico, pero antes solicitará una prueba diagnóstica. «Se ahorraría un paso si la ecografía se pudiera pedir desde el primer nivel asistencial», sostiene este experto.

¿Es posible que médicos de uno y otro lado se pongan de acuerdo para priorizar los procesos de salud, para elaborar protocolos y guías clínicas en las que se decidan qué síntomas y qué tipo de pacientes se derivan al segundo nivel, cuáles se tratan en el primero y qué exploraciones complementarias son aconsejables en cada situación? La tarea no es sencilla.

«A veces no hay comunicación. Por parte del médico de familia se quiere usurpar competencias del especialista y éste también manifiesta rechazo por temor a perder parte de su poder. Y tanto unos como otros no siempre están dispuestos a que controlen su capacidad de tomar decisiones», reconoce Cano.

La necesidad de coordinación se cita, sin embargo, con frecuencia como uno de los elementos claves para aliviar las listas de espera. «La cefalea crónica diaria representa ahora el 40% de los motivos de consulta del neurólogo. Muchos de estos pacientes podrían quedarse en la atención primaria. Lo mismo ocurre con la prevención de los trastornos de memoria, que ocupan entre un 20% y un 25% de la consulta», destaca Matías-Guiu.
ENSAYOS.

En las consultas externas hospitalarias se trabaja también para mejorar la situación. Existen experiencias de consultas rápidas, de menos de 15 días de espera, que filtran a los pacientes que llegan del centro de salud. Si se puede, el proceso se resuelve en el citado servicio, en caso contrario se deriva al especialista oportuno.

Otra aproximación son las unidades de alta resolución, una consulta externa centralizada por la que pasan todos los pacientes que acuden al especialista hospitalario por vez primera. La experiencia en este sentido del Hospital Alto Guadalquivir, en Andújar (Jaén), publicada en la revista 'Medicina Clínica', demuestra que hasta un 64% de estas visitas (que representan la mitad de las consultas externas) puede resolverse en una sola jornada, incluyendo las pruebas necesarias.

Una tercera alternativa en ensayo en algunos hospitales es la de las unidades de diagnóstico rápido. En este caso, la urgencia de la atención se establece por la presencia de síntomas de sospecha de una enfermedad potencialmente grave. La primera visita es inmediata y las exploraciones tienen un carácter preferente. El diagnóstico se puede obtener en menos de dos semanas.

Priorizar la lista de espera en función de la gravedad del proceso es otra de las demandas de los especialistas. Los casos urgentes no pueden figurar en la lista al mismo nivel que los banales. Andalucía introducirá también esta medida correctora el próximo año. En una primera fase los enfermos con sospecha de cáncer o enfermedad cardiovascular tendrán un plazo máximo de 30 y 60 días, respectivamente, para ser atendidos por todos los especialistas que precisen, a someterse a todas las exploraciones que requieran y a recibir un diagnóstico y una propuesta terapéutica ajustada a sus necesidades.

En última instancia, al paciente desesperado siempre le queda otra vía para acceder al sistema sanitario: las urgencias. Aunque éstas también están saturadas.
VICTORIA HERNÁNDEZ

Sufre parálisis parciales/20 meses a la espera de diagnóstico en Madrid

La cuenta atrás empezó en febrero de 2003, nueve años después de que sufriera el primer ataque, una parálisis que le dejó sin habla durante seis horas. Luego ha tenido otros tres, el último en septiembre de 2002. «En urgencias me trataban, pero no me decían qué me pasaba». Después del cuarto episodio, el médico de familia le derivó al neurólogo. «Por fín, solicité cita en febrero del año pasado. Me recibió en mayo y me pidió un montón de pruebas: un TAC craneal, una radiografía, una ecografía de tiroides...Entre una cita y otra pasaban tres y cuatro meses. En una hubo un error y me enviaron al sitio equivocado». Así hasta el pasado miércoles. Ese día, en la consulta de neurología del ambulatorio de la calle García Noblejas de Madrid, Victoria, de 50 años, esperaba conocer, al fin, la razón de su mal. «Espero saber a qué atenerme, qué hacer si vuelve a ocurrir».

LOLA MARCHENA

Enferma de conjuntivitis/14 meses en espera de diágnostico y tratamiento en Sevilla.

Lola Marchena, sevillana de 30 años, funcionaria de Justicia, se enterará el próximo 11 de noviembre de a qué se deben esos irritantes brotes que le hacen hervir los ojos cada dos por tres, y qué remedio tienen. Esa es la fecha de la cita con el alergólogo del ambulatorio de la Avenida María Auxiliadora de Sevilla. Desde que fue por primera vez a urgencias con los ojos escocidos, hasta la cita con el especialista habrá pasado... ¡Un año y dos meses! Tras la urgencia acudió al médico de cabecera que le mandó hacer los análisis alérgicos. El pasado octubre se hizo las pruebas en el Hospital Virgen Macarena. Le dijeron que podía ser una conjuntivitis alérgica, pero no le recetaron nada. En mayo llegó la carta con la cita de noviembre. «No me han dicho qué tengo ni me han dado un tratamiento adecuado. Pero los brotes se repiten y se me pone la vista.

ELENA TOMÁS

Revisión ginecológica y urológica/8 y 9 meses para conocer su estado de salud en Madrid

Elena dice «no tener nada importante», pero a su edad, 61 años, y con una incapacidad por accidente laboral, más vale ser precavida. Así que pasa periódicamente las revisiones de salud recomendadas. El 28 de enero de este año pidió cita para el ginecólogo en el centro de especialidades de la calle García Noblejas de Madrid. Le indicaron una ecografía y una mamografía. El 29 de septiembre, ocho meses después, conoció el resultado. Aún tendrá que esperar más para saber cómo va un quiste que le detectaron en un riñón. Pidió cita para el urólogo el mismo día de enero. Éste le pidió otras dos pruebas radiológicas y no le recibirá hasta el próximo 21 de octubre. «Es una barbaridad, es demasiado tiempo para saber si tienes algo», opina. Y lo tiene claro. «Si lo necesitara iría a urgencias de todas, todas...Yo no espero».

DIEGO DE LA FUENTE

Operado de corazón/6 meses para evaluar su situación en Canarias

Este jubilado de 67 años siente que el centro de atención especializada de Tomé Cano, en Santa Cruz de Tenerife, es casi su segunda casa. Hace algún tiempo, su corazón le dio un susto y tuvo que ser operado. Tras pedir cita con el cardiólogo en agosto, aún tendrá que esperar a febrero para conocer su evolución. El pasado jueves recorría el edificio en busca de la planta de endocrinología, también casi seis meses después de solicitar el encuentro. «Más o menos, es la media habitual», comenta con cierta sorna. Asegura que la espera es «horrible», y aunque libra de culpa a los médicos, entiende que «algo falla» en el sistema. «O somos muchos enfermos o hay pocos médicos. Creo que es lo segundo», afirma. No entiende de burocracia ni de listas de espera, sólo que su corazón débil puede pararse antes de que se cumpla la cifra mágica de los seis meses. «¿Cómo voy a esperar todo este tiempo si me puede dar un infarto?.

# Gráfico (en PDF): Listas de espera I y II

El «milagro» es posible

Reducir la lista de espera no es una empresa imposible. La comunidad de Castilla La Mancha lo ha demostrado. Desde enero de 2004 el número de pacientes a la expectativa de asistencia se ha recortado en un 64%, de 157.000 ha pasado a 56.000. Los castellanomanchegos son, además, los únicos españoles que tienen reconocido por Ley (desde diciembre de 2003) el derecho a acudir a un centro privado, con cargo al sistema autonómico de salud, si no son vistos por el especialista en un plazo de 40 días o su prueba diagnóstica se retrasa más de 20. En 2005 estos tiempos menguarán: 15 y siete días, respectivamente. Hasta ahora, 107 personas han ejercido este derecho y han buscado respuesta en otros centros en un radio de 2.000 km.

Roberto Sabrido, consejero de Sanidad de esta comunidad, explica el secreto de su éxito: «la plantilla sanitaria se ha incrementado en unos 1.900 profesionales; el rendimiento quirúrgico en horario de mañana se ha optimizado [en los quirófanos se está operando el 70% del tiempo]; se han abierto consultas y quirófanos en horario de tarde tras establecer conciertos e incentivos con el personal y la información sobre las listas de espera está disponible para el ciudadano, que puede elegir a qué centro acudir en función de su nivel de demora».

¿Y el coste de esta 'conquista'? «Una inversión de más de 120 millones de euros desde 2002».

Cómo acortar la espera

Los intentos de 'meter la tijera' en las listas de pacientes se han sucedido a lo largo del tiempo. Los resultados han sido variables y, en ocasiones, discutibles. He aquí un repaso a algunas de las medidas propuestas:
- Concertaciones.

Se derivan pacientes con ciertas enfermedades a otros centros, públicos o privados. Puede ser una buena solución para descargar la lista en un momento puntual. No es útil a largo plazo.
- «Peonadas».

Se pactan incentivos económicos con el personal para trabajar fuera del horario habitual. Puede llevar a una reducción de la calidad asistencial, generar expectativas de salarios más elevados y alterar el ritmo de la actividad. A corto plazo puede ser efectivo, pero su eficacia es nula a largo plazo.
- Vacaciones.

Debido a la baja demanda durante los periodos vacacionales, se ha planteado distribuir las vacaciones del personal a lo largo del año. Ayuda a eliminar los 'picos' en consultas externas, pero con el tiempo no afecta a las demoras y genera rechazo en los profesionales.
- Horarios.

Se pretende aprovechar la estructura sanitaria ampliando la actividad a la tarde. Si no se adecúa la plantilla el problema persiste.
- Tiempo máximo.

Se establece un tiempo legal para que el ciudadano que entra en la lista perciba la atención. Resulta útil en la reducción de tiempos innecesarios y tiene un efecto psicológico positivo sobre la actividad de los profesionales. Su resultado depende de la capacidad organizativa de los centros y de que se establezcan otras medidas (mejorar la información, incentivos positivos y negativos).
- Priorización.

El objetivo es dar preferencia en la lista a los pacientes con mayor necesidad introduciendo otros criterios, además de la antigüedad, en función de las características clínicas y sociales del afectado (en atención a la gravedad de su proceso de salud o a su edad, número de personas a su cargo, si vive sólo...). Permite resolver los casos más urgentes, pero algunos pacientes siempre estarían en la cola.
- Atención primaria.

Dotar de mayores recursos diagnósticos a este nivel evitaría muchas primeras visitas al especialista.

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