El estrés acelera el envejecimiento
Aunque probablemente a muchos lectores la noticia no les pille por sorpresa, la ciencia acaba de confirmar lo que muchos ya temían: el estrés emocional prolongado es capaz de acelerar el proceso de envejecimiento a nivel celular y provocar la aparición de algunos síntomas tan evidentes como las temidas canas o las arrugas.
Así lo ha demostrado un equipo de la Universidad de California (EE UU) después de analizar a un grupo de 39 mujeres sometidas a una situación de estrés constante y prolongada debido a las enfermedades crónicas que padecían sus hijos (autismo, parálsis cerebral...). Su proceso de envejecimiento se comparó con el de otras 19 madres de perfil similar pero cuyos vástagos estaban sanos.
Para ello, los científicos examinaron los telómeros, unos fragmentos de ADN que se encuentran en los extremos de los cromosomas y que se van acortando con cada nueva división celular. Con la edad, los telómeros se van haciendo más y más cortos hasta que las células ya no se pueden dividir más y mueren de forma natural (en un proceso conocido como apoptosis).
En las personas jóvenes, una enzima llamada telomerasa (cuyos niveles también descienden con la edad) se encarga de corregir el proceso, tratando de mantener la longitud de los telómeros.
Los investigadores, dirigidos por la doctora Elisa Epel, examinaron estas estructuras celulares en las muestras de sangre extraidas y descubrieron que el estrés era capaz de acelerar el proceso, de manera que aquellas mujeres que más tiempo llevaban cuidando de sus niños enfermos tenían los telómeros más cortos. Hasta el punto de ser equivalentes a los de una persona 10 años mayor.
Cuerpo y mente
Estas mismas participantes eran las que presentaban mayores niveles de estrés oxidativo, una proceso relacionado con la presencia de radicales libres capaces de dañar el material genético y acelerar la aparición de síntomas como debilidad muscular, problemas de piel, dificultades de audición y otros relacionados con las capacidades cognitivas.
Pero no sólo eso, las impresiones subjetivas de las mujeres sobre su situación también repercutieron a nivel celular. "Las madres que tenían una mayor percepción de su estrés eran las que peor puntuaron en todas las escalas: tenían los telómeros más cortos y los niveles de telomerasa más bajos", explica Epel.
Los descubrimientos, según recoge el diario 'The Washington Post', podrían ayudar a diseñar nuevos métodos para detectar a tiempo los efectos físicos del estrés gracias a la medición de estas estructuras y, sobre todo, ver cómo aliviarlos a tiempo.
En un comentario que acompaña al trabajo, Robert Sapolski, de la Universidad de Stanford (EE UU) reconoce que serán necesarias nuevas investigaciones para confirmar estos resultados, pero insiste en que estas conclusiones representan un paso más hacia la comprensión total de los hilos que unen cuerpo y mente. "Es un gran estudio interdisciplinar".
En este sentido la autora no deja pasar la oportunidad de lanzar un mensaje a los 'estresados': "Hay que tomárselo en serio, si uno se siente agobiado hay que darle un respiro al organismo, hacer cambios en el estilo de vida y promover el bienestar".
Así lo ha demostrado un equipo de la Universidad de California (EE UU) después de analizar a un grupo de 39 mujeres sometidas a una situación de estrés constante y prolongada debido a las enfermedades crónicas que padecían sus hijos (autismo, parálsis cerebral...). Su proceso de envejecimiento se comparó con el de otras 19 madres de perfil similar pero cuyos vástagos estaban sanos.
Para ello, los científicos examinaron los telómeros, unos fragmentos de ADN que se encuentran en los extremos de los cromosomas y que se van acortando con cada nueva división celular. Con la edad, los telómeros se van haciendo más y más cortos hasta que las células ya no se pueden dividir más y mueren de forma natural (en un proceso conocido como apoptosis).
En las personas jóvenes, una enzima llamada telomerasa (cuyos niveles también descienden con la edad) se encarga de corregir el proceso, tratando de mantener la longitud de los telómeros.
Los investigadores, dirigidos por la doctora Elisa Epel, examinaron estas estructuras celulares en las muestras de sangre extraidas y descubrieron que el estrés era capaz de acelerar el proceso, de manera que aquellas mujeres que más tiempo llevaban cuidando de sus niños enfermos tenían los telómeros más cortos. Hasta el punto de ser equivalentes a los de una persona 10 años mayor.
Cuerpo y mente
Estas mismas participantes eran las que presentaban mayores niveles de estrés oxidativo, una proceso relacionado con la presencia de radicales libres capaces de dañar el material genético y acelerar la aparición de síntomas como debilidad muscular, problemas de piel, dificultades de audición y otros relacionados con las capacidades cognitivas.
Pero no sólo eso, las impresiones subjetivas de las mujeres sobre su situación también repercutieron a nivel celular. "Las madres que tenían una mayor percepción de su estrés eran las que peor puntuaron en todas las escalas: tenían los telómeros más cortos y los niveles de telomerasa más bajos", explica Epel.
Los descubrimientos, según recoge el diario 'The Washington Post', podrían ayudar a diseñar nuevos métodos para detectar a tiempo los efectos físicos del estrés gracias a la medición de estas estructuras y, sobre todo, ver cómo aliviarlos a tiempo.
En un comentario que acompaña al trabajo, Robert Sapolski, de la Universidad de Stanford (EE UU) reconoce que serán necesarias nuevas investigaciones para confirmar estos resultados, pero insiste en que estas conclusiones representan un paso más hacia la comprensión total de los hilos que unen cuerpo y mente. "Es un gran estudio interdisciplinar".
En este sentido la autora no deja pasar la oportunidad de lanzar un mensaje a los 'estresados': "Hay que tomárselo en serio, si uno se siente agobiado hay que darle un respiro al organismo, hacer cambios en el estilo de vida y promover el bienestar".
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