Infierno tras el infierno
El gravoso tributo en vidas que se ha cobrado el terremoto y los maremotos que azotaron a 12 países el pasado 26 de diciembre, desde el sur de Asia hasta el cuerno de África, seguirá aumentando en las próximas semanas. La ONU ha estimado en más de 150.000 la cifra de fallecidos a causa de la furiosa embestida oceánica, a los que se suman otro medio millón de heridos, cuyo futuro se dibuja incierto. Las olas arrasaron los servicios de salud local de muchas poblaciones. No sólo se llevaron los edificios. En Banda Aceh, una población costera en el noroeste de Sumatra (Indonesia), en la que el desastre se cebó con especial saña, «únicamente sobrevivieron 81 de los 400 profesionales sanitarios de uno de los principales hospitales de la ciudad. 300 constan como desaparecidos», explica Juan Bartolomé, jefe de Emergencias de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) y responsable de uno de los equipos sanitarios desplazados estos días a la zona de la tragedia. La catátrofe arrasó los hospitales de esta localidad, en cuya recuperación colabora el equipo de Bartolomé, y dejó operativas dos ambulancias. Pero las sombras se ciernen también sobre la salud de la población que emergió indemne de las aguas. Se calcula que cinco millones de personas se han quedado sin hogar o sin acceso suficiente a agua potable, alimentos o servicios de salud, una situación que los hace especialmente vulnerables a enfermedades infecciosas como el cólera, las diarreas, las hepatitis o la neumonía. En numerosas zonas de la franja costera nororiental de la isla de Sumatra (Indonesia), entre las localidades de Banda Aceh y Meulaboh, los accesos son impracticables y muchas personas con traumatismos debidos al maremoto todavía no han recibido tratamiento médico. Hay muchos heridos que pueden padecer graves infecciones que les dejaran permanentemente discapacitados o les ocasionarán la muerte.
Helicópteros del ejército estadounidense recorren diariamente la zona en busca de estos supervivientes. Un equipo español los recibe en el hospital de campaña que se ha montado en el aeropuerto de Banda Aceh. «Aquí los seleccionamos y los estabilizamos. Si podemos, los tratamos nosotros. Si no, se derivan a otros centros de referencia», explica Juan Bartolomé.
LOS HERIDOS.
Su equipo ha tenido que enfrentarse estos días a duras escenas. «Hay algunas heridas con infecciones de ésas que ya no se ven y que obligarán a amputar el miembro o, incluso, ocasionarán la muerte por sepsis [infección generalizada]. Otros llegan con fracturas de varios días, que no han sido inmovilizadas y que plantearán problemas funcionales en el futuro. Ya empezamos a ver los primeros casos de tétanos [una de las complicaciones infecciosas más temibles]», dice.
A muchos kilómetros de allí, en un consultorio de emergencia en Kinnya, en el distrito de Trincomale, en Sri Lanka, la situación no es mucho mejor. «La gente entra con los pies descalzos a pesar de tener unas heridas tremendas. A uno le pregunté que cómo no se ponía unas sandalias y me respondió que lo había perdido todo. No tenía ni calzado», cuenta a SALUD José Luis Engel, médico de familia del centro de salud de Tres Cantos, en Madrid, que colabora estos días con un equipo español de la ONG Médicos del Mundo destacado en la zona.
Sólo en el área de Kinnya, cuyo censo hasta el pasado 26 de diciembre era de 100.000 habitantes, el 'tsunami' ha dejado 500 muertos, 100 desaparecidos, más de 3.000 heridos y 34.000 desplazados. «Tenemos mucha gente en estado vulnerable y la mitad son niños. Hasta ahora no hay un problema sanitario importante, ya que las carencias se resuelven acudiendo a otros recursos. Por ejemplo, para los partos se traslada a las mujeres en ambulancia hasta un centro a 20 kilómetros», explica el cooperante madrileño.
«La prioridad», continúa, «es sociosanitaria. Como los colegios no han podido abrir porque los edificios se han utilizado para realojar a los desplazados, los niños no pueden recibir ayuda psicológica de sus profesores para superar la tragedia. Y el hacinamiento puede empezar a darnos problemas de enfermedades transmisibles. Antes de ayer [por el pasado sábado] diagnosticamos un sarampión y probablemente hagamos una campaña de vacunación».
Oficialmente aún no se ha detectado ningún brote epidémico en la zona afectada por la catástrofe. Pero esta eventualidad preocupa especialmente a los organismos sanitarios internacionales que prevén que los problemas puedan empezar a manifestarse a partir de la tercera semana, una vez concluya el periodo de incubación de 10 o 15 días de la mayoría de los procesos infecciosos. La OMS ha reforzado las redes de vigilancia epidemiológica en estos países para detectar precozmente cualquier posible amenaza. Los datos se actualizan diariamente.
Varios países ya están notificando un aumento del número de casos de enfermedades diarreicas y respiratorias en los campos de desplazados, aunque las cifras entran todavía en el rango de los esperado en estos casos. Mientras tanto, miles de niños han sido vacunados estos días contra el sarampión en las zonas costeras de la India y al norte de Sumatra, tras detectarse algunos casos esporádicos.
LAS EPIDEMIAS.
El motivo de la estrecha vigilancia es que muchas de las más temibles enfermedades infecciosas, erradicadas en la mayoría de las sociedades occidentales, son endémicas en este área. Los especialistas no esconden que su propagación podría verse espoleada por la precaria situación en la que el 'tsunam'i ha sumido a los supervivientes: millones de personas corren peligro de sufrir brotes epidémicos de enfermedades diarréicas como consecuencia de los daños que han experimentado los sistemas de abastecimiento de agua y de eliminación de deshechos y de la contaminación con agua marina.
El acceso a fuentes de agua salubre es una cuestión crítica en estos momentos, particularmente en la zona de Aceh y en Sri Lanka, donde las infraestructuras han quedado inservibles o seriamente dañadas. Desde el pasado 3 de enero, Cruz Roja Española ha procurado bebida potable a 4.000 casas y a los campos de desplazados en Meulaboh, en la provincia de Aceh. La Unidad de Respuesta ante Emergencias de esta organización humanitaria viajó a este área, una de las peor paradas, con cinco plantas potabilizadoras, de las cuales cuatro ya están operativas, con capacidad para procurar o medio millón de litros diarios de agua para consumo humano o 250.000 de agua de alta calidad para uso hospitalario.
«De momento estamos sacando agua de los depósitos de una central hidraúlica cuyos pozos quedaron inutilizados por el mar, que también ha estropeado las fuentes naturales. La distribución a los desplazados se hace con ocho camiones cisterna a través de la Cruz Roja indonesia», explica Pilar Forcén, delegada de la organización en Medan (Sumatra).
Para evitar la transmisión de enfermedades, se están repartiendo miles de 'kits' higiénicos básicos con pastillas de jabón, toallas y productos íntimos femeninos (compresas) entre los damnificados. La distribución se acompaña de repetitivos mensajes sobre la necesidad de extremar las medidas de higiene y de demostraciones prácticas sobre cómo asearse después de las evacuaciones y antes de manipular los alimentos. «Aquí comen con las manos y les recordamos que se las laven bien», subraya José Luis Engel.
Las condiciones de hacinamiento de los centros de desplazados (1.200.000, según las estimaciones de la ONU) pueden agravar el peligro de aparición y de contagio de otros procesos infecciosos como el sarampión, la gripe o la meningitis; y aumentar la incidencia de infecciones respiratorias agudas y la transmisión de la tuberculosis.
Otro foco de atención, especialmente en India, Indonesia y en Sri Lanka, es el de las patologías de transmisión vectorial (a través de insectos), como la malaria y el dengue. Las aguas estancadas son el medio ideal para la reproducción de los mosquitos. Aunque éstos sólo crían en aguas dulces, los especialistas temen que el problema vaya en aumento a medida que el agua de mar que dejó el maremoto vaya diluyéndose y perdiendo salinidad.
La llegada de la temporada de lluvias está complicando la situación. «Estamos en la época de los Monzones [lluvias torrenciales] y aunque las olas se llevaron todos los nidos, ahora ya empiezan a eclosionar huevos», confirma Bartolomé. Los damnificados están recibiendo mosquiteras para protegerse contra las picaduras y se están enviado máquinas para fumigar los contenedores y depósitos en los que los insectos pueden reproducirse.
La OMS ha advertido que la población más vulnerable la constituyen los niños pequeños y las personas de edad avanzada alojadas en cobijos provisionales. Estas son las amenazas que más preocupan:
- Diarrea.
Se produce al ingerir distintos gérmenes contenidos en las heces o en el agua contaminada. Puede resultar especialmente mortal en los niños debido a la deshidratación y desnutrición que ocasiona. Las infecciones diarreicas más graves son el cólera, la fiebre tifoidea y la disentería. Se pueden tratar tomando sales de rehidratación oral y, en algunos casos, con antibióticos.
- Sarampión.
Infección vírica altamente contagiosa por vía respiratoria que debilita el sistema inmune y hace al portador muy susceptible a otras complicaciones graves, como la diarrea, la neumonía y la desnutrición. Se puede prevenir con una vacuna. Las sales de rehidratación oral y los suplementos de vitamina A reducen su severidad. Durante una epidemia es mortal en más de una cuarta parte de los casos.
- Malaria.
Grave enfermedad que se transmite a través de la picadura de un mosquito y que resulta particularmente mortal en los niños. Se trata con antibióticos. Resulta fatal en el 20% de los casos.
- Dengue.
Es una dolencia similar a la gripe. Se contagia también por la picadura de un mosquito. No tiene tratamiento específico. En Asia es la principal causa de hospitalización y muerte entre la población infantil. En un 20% de los casos puede ser mortal.
- Leptospirosis.
Es una enfermedad causada por un germen, la leptospira, común en el sudeste asiático. Se transmite fundamentalmente a través de los roedores, especie que ha aflorado entre los escombros.
La posibilidad de tener que plantar cara a un eventual brote epidémico hace aún más urgente reabrir los establecimientos médicos dañados por las inundaciones. El coste de la tragedia sobre la infraestructura sanitaria de algunos países ha sido dramático, ya que la comunidad internacional y los gobiernos locales habían hecho un gran esfuerzo en los últimos años para su mejora.
Un microbiólogo, un anestesista, un experto en medicina tropical y un cirujano del equipo de la AECI han empezado a trabajar en lo que queda en pie de uno de los tres hospitales de Banda Aceh. Tras limpiar el fango, el personal superviviente se afana en el difícil proceso de poner nuevamente en condiciones de trabajo eficaces e higiénicas el centro, ayudado por sanitarios llegados de China, Singapur, Malasia, Yemen, Australia, Nueva Zelanda, España... El jueves consiguieron abrir una sala para atender a los heridos más graves. La ciudad va poco a poco recuperándose. «Pero la normalidad tardará aún mucho tiempo en volver», presagia Juan Bartolomé.
La herida invisible
DAVID JIMÉNEZ
'Enviado especial a Banda Aceh'
Tarde o temprano los edificios serán reconstruidos, las ciudades recuperarán su actividad y las heridas de los supervivientes sanarán. Pero, ¿se puede reconstruir la vida de alguien que perdió a su mujer, a sus dos hijas, a sus padres y a todos sus hermanos en un instante?
El maremoto que el pasado 26 de diciembre arrasó las costas del Índico ha dejado un efecto a menudo invisible y casi siempre menospreciado en las catástrofes naturales: los daños psicológicos. El Gobierno de Indonesia cree que sólo en la provincia de Aceh, en el epicentro del desastre, más de medio millón de personas necesitarán ayuda psiquiátrica en los próximos meses. Los campos de refugiados están llenos de gente que ha perdido a toda su familia, en ocasiones hasta 10 miembros, aparte de todas sus posesiones y sus pueblos de origen.
«Tenemos a miles de personas en condiciones emocionales muy inestables. Debemos tenderles una mano», asegura el director del Departamento de Salud Mental del Ministerio de Sanidad indonesio, Yulizar Darwis.
El problema es que el ya de por sí insuficiente sistema sanitario del país se encuentra desbordado y la salud mental nunca ha sido una prioridad en Asia, donde las enfermedades psiquiátricas han sido siempre estigmatizadas. Desde Indonesia a la India, el único tratamiento que reciben miles de pacientes es un encierro en instituciones más cercanas a cárceles que a hospitales.
Un primer estudio del Gobierno de Yakarta apunta a que entre el 20% y el 50% de las víctimas del maremoto sufrirá graves problemas mentales en los próximos meses. Los supervivientes deben enfrentarse a la pérdida de familiares y seres queridos, al trauma de la experiencia vivida y a la falta de esperanza en un futuro que probablemente no volverá a ser el mismo.
Ante esta situación, el gobierno indonesio ha lanzado esta semana, como medida urgente, una plan de emergencia mental en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), que lo financia con un presupuesto inicial de 140.000 dólares. Pero la capacidad de estas organizaciones podría ser mínima cuando se trata de decenas de miles de pacientes.
Los 35.000 huérfanos que el 'tsunami' ha dejado en la provincia de Aceh podrían sufrir especialmente las consecuencias. UNICEF ha enviado a la zona a un equipo de psicólogos y psiquiatras y, consciente del impacto limitado que su trabajo puede tener en un número tan grande de afectados, ha desarrollado un plan para entrenar a los profesores de escuelas para que puedan detectar problemas y dar una respuesta. «Ofrecer a los profesores una guía sobre como trabajar con niños que han sufrido con pérdidas tan tremendas es un primer y crítico paso en su recuperación. Serán la avanzadilla en el apoyo postraumático», según la representante de UNICEF Inese Zalitis.
El falso mito de los cadáveres
Los precipitados entierros masivos de miles de cadáveres en fosas comunes en Indonesia y Tailandia, en la creencia de que los cuerpos, de no ser sepultados rápidamente, representan una seria amenaza de epidemias, no tienen fundamento médico y constituyen una violación de los derechos humanos de las víctimas y de los supervivientes. Ésta es la conclusión de un informe publicado a finales de 2004 por un equipo de expertos en desastres de la Organización Panamericana de la Salud, la oficina regional de la OMS en Suramérica y EEUU. El potencial infeccioso de los cadáveres es uno de los mitos más comunes en los casos de catástrofes naturales. Esta creencia errónea muchas veces lleva a las autoridades a tomar decisiones no adecuadas y a priorizar el destino de los escasos recursos en situaciones de crisis, en detrimento de actuaciones sanitarias dirigidas a los supervivientes.
Según los expertos, es un hecho médico que un cadáver presenta menos riesgo infecto-contagioso que un vivo infectado. El motivo es que su temperatura corporal cae rápidamente, lo que ocasiona la muerte de virus y bacterias. La transmisión de posibles patógenos es extremadamente difícil, aunque algunas enfermedades contagiosas (tuberculosis, hepatitis B y C y el VIH) sí suponen una pequeña amenaza para el personal involucrado en el manejo de cuerpos, al que se aconseja adoptar medidas de protección.
Helicópteros del ejército estadounidense recorren diariamente la zona en busca de estos supervivientes. Un equipo español los recibe en el hospital de campaña que se ha montado en el aeropuerto de Banda Aceh. «Aquí los seleccionamos y los estabilizamos. Si podemos, los tratamos nosotros. Si no, se derivan a otros centros de referencia», explica Juan Bartolomé.
LOS HERIDOS.
Su equipo ha tenido que enfrentarse estos días a duras escenas. «Hay algunas heridas con infecciones de ésas que ya no se ven y que obligarán a amputar el miembro o, incluso, ocasionarán la muerte por sepsis [infección generalizada]. Otros llegan con fracturas de varios días, que no han sido inmovilizadas y que plantearán problemas funcionales en el futuro. Ya empezamos a ver los primeros casos de tétanos [una de las complicaciones infecciosas más temibles]», dice.
A muchos kilómetros de allí, en un consultorio de emergencia en Kinnya, en el distrito de Trincomale, en Sri Lanka, la situación no es mucho mejor. «La gente entra con los pies descalzos a pesar de tener unas heridas tremendas. A uno le pregunté que cómo no se ponía unas sandalias y me respondió que lo había perdido todo. No tenía ni calzado», cuenta a SALUD José Luis Engel, médico de familia del centro de salud de Tres Cantos, en Madrid, que colabora estos días con un equipo español de la ONG Médicos del Mundo destacado en la zona.
Sólo en el área de Kinnya, cuyo censo hasta el pasado 26 de diciembre era de 100.000 habitantes, el 'tsunami' ha dejado 500 muertos, 100 desaparecidos, más de 3.000 heridos y 34.000 desplazados. «Tenemos mucha gente en estado vulnerable y la mitad son niños. Hasta ahora no hay un problema sanitario importante, ya que las carencias se resuelven acudiendo a otros recursos. Por ejemplo, para los partos se traslada a las mujeres en ambulancia hasta un centro a 20 kilómetros», explica el cooperante madrileño.
«La prioridad», continúa, «es sociosanitaria. Como los colegios no han podido abrir porque los edificios se han utilizado para realojar a los desplazados, los niños no pueden recibir ayuda psicológica de sus profesores para superar la tragedia. Y el hacinamiento puede empezar a darnos problemas de enfermedades transmisibles. Antes de ayer [por el pasado sábado] diagnosticamos un sarampión y probablemente hagamos una campaña de vacunación».
Oficialmente aún no se ha detectado ningún brote epidémico en la zona afectada por la catástrofe. Pero esta eventualidad preocupa especialmente a los organismos sanitarios internacionales que prevén que los problemas puedan empezar a manifestarse a partir de la tercera semana, una vez concluya el periodo de incubación de 10 o 15 días de la mayoría de los procesos infecciosos. La OMS ha reforzado las redes de vigilancia epidemiológica en estos países para detectar precozmente cualquier posible amenaza. Los datos se actualizan diariamente.
Varios países ya están notificando un aumento del número de casos de enfermedades diarreicas y respiratorias en los campos de desplazados, aunque las cifras entran todavía en el rango de los esperado en estos casos. Mientras tanto, miles de niños han sido vacunados estos días contra el sarampión en las zonas costeras de la India y al norte de Sumatra, tras detectarse algunos casos esporádicos.
LAS EPIDEMIAS.
El motivo de la estrecha vigilancia es que muchas de las más temibles enfermedades infecciosas, erradicadas en la mayoría de las sociedades occidentales, son endémicas en este área. Los especialistas no esconden que su propagación podría verse espoleada por la precaria situación en la que el 'tsunam'i ha sumido a los supervivientes: millones de personas corren peligro de sufrir brotes epidémicos de enfermedades diarréicas como consecuencia de los daños que han experimentado los sistemas de abastecimiento de agua y de eliminación de deshechos y de la contaminación con agua marina.
El acceso a fuentes de agua salubre es una cuestión crítica en estos momentos, particularmente en la zona de Aceh y en Sri Lanka, donde las infraestructuras han quedado inservibles o seriamente dañadas. Desde el pasado 3 de enero, Cruz Roja Española ha procurado bebida potable a 4.000 casas y a los campos de desplazados en Meulaboh, en la provincia de Aceh. La Unidad de Respuesta ante Emergencias de esta organización humanitaria viajó a este área, una de las peor paradas, con cinco plantas potabilizadoras, de las cuales cuatro ya están operativas, con capacidad para procurar o medio millón de litros diarios de agua para consumo humano o 250.000 de agua de alta calidad para uso hospitalario.
«De momento estamos sacando agua de los depósitos de una central hidraúlica cuyos pozos quedaron inutilizados por el mar, que también ha estropeado las fuentes naturales. La distribución a los desplazados se hace con ocho camiones cisterna a través de la Cruz Roja indonesia», explica Pilar Forcén, delegada de la organización en Medan (Sumatra).
Para evitar la transmisión de enfermedades, se están repartiendo miles de 'kits' higiénicos básicos con pastillas de jabón, toallas y productos íntimos femeninos (compresas) entre los damnificados. La distribución se acompaña de repetitivos mensajes sobre la necesidad de extremar las medidas de higiene y de demostraciones prácticas sobre cómo asearse después de las evacuaciones y antes de manipular los alimentos. «Aquí comen con las manos y les recordamos que se las laven bien», subraya José Luis Engel.
Las condiciones de hacinamiento de los centros de desplazados (1.200.000, según las estimaciones de la ONU) pueden agravar el peligro de aparición y de contagio de otros procesos infecciosos como el sarampión, la gripe o la meningitis; y aumentar la incidencia de infecciones respiratorias agudas y la transmisión de la tuberculosis.
Otro foco de atención, especialmente en India, Indonesia y en Sri Lanka, es el de las patologías de transmisión vectorial (a través de insectos), como la malaria y el dengue. Las aguas estancadas son el medio ideal para la reproducción de los mosquitos. Aunque éstos sólo crían en aguas dulces, los especialistas temen que el problema vaya en aumento a medida que el agua de mar que dejó el maremoto vaya diluyéndose y perdiendo salinidad.
La llegada de la temporada de lluvias está complicando la situación. «Estamos en la época de los Monzones [lluvias torrenciales] y aunque las olas se llevaron todos los nidos, ahora ya empiezan a eclosionar huevos», confirma Bartolomé. Los damnificados están recibiendo mosquiteras para protegerse contra las picaduras y se están enviado máquinas para fumigar los contenedores y depósitos en los que los insectos pueden reproducirse.
La OMS ha advertido que la población más vulnerable la constituyen los niños pequeños y las personas de edad avanzada alojadas en cobijos provisionales. Estas son las amenazas que más preocupan:
- Diarrea.
Se produce al ingerir distintos gérmenes contenidos en las heces o en el agua contaminada. Puede resultar especialmente mortal en los niños debido a la deshidratación y desnutrición que ocasiona. Las infecciones diarreicas más graves son el cólera, la fiebre tifoidea y la disentería. Se pueden tratar tomando sales de rehidratación oral y, en algunos casos, con antibióticos.
- Sarampión.
Infección vírica altamente contagiosa por vía respiratoria que debilita el sistema inmune y hace al portador muy susceptible a otras complicaciones graves, como la diarrea, la neumonía y la desnutrición. Se puede prevenir con una vacuna. Las sales de rehidratación oral y los suplementos de vitamina A reducen su severidad. Durante una epidemia es mortal en más de una cuarta parte de los casos.
- Malaria.
Grave enfermedad que se transmite a través de la picadura de un mosquito y que resulta particularmente mortal en los niños. Se trata con antibióticos. Resulta fatal en el 20% de los casos.
- Dengue.
Es una dolencia similar a la gripe. Se contagia también por la picadura de un mosquito. No tiene tratamiento específico. En Asia es la principal causa de hospitalización y muerte entre la población infantil. En un 20% de los casos puede ser mortal.
- Leptospirosis.
Es una enfermedad causada por un germen, la leptospira, común en el sudeste asiático. Se transmite fundamentalmente a través de los roedores, especie que ha aflorado entre los escombros.
La posibilidad de tener que plantar cara a un eventual brote epidémico hace aún más urgente reabrir los establecimientos médicos dañados por las inundaciones. El coste de la tragedia sobre la infraestructura sanitaria de algunos países ha sido dramático, ya que la comunidad internacional y los gobiernos locales habían hecho un gran esfuerzo en los últimos años para su mejora.
Un microbiólogo, un anestesista, un experto en medicina tropical y un cirujano del equipo de la AECI han empezado a trabajar en lo que queda en pie de uno de los tres hospitales de Banda Aceh. Tras limpiar el fango, el personal superviviente se afana en el difícil proceso de poner nuevamente en condiciones de trabajo eficaces e higiénicas el centro, ayudado por sanitarios llegados de China, Singapur, Malasia, Yemen, Australia, Nueva Zelanda, España... El jueves consiguieron abrir una sala para atender a los heridos más graves. La ciudad va poco a poco recuperándose. «Pero la normalidad tardará aún mucho tiempo en volver», presagia Juan Bartolomé.
La herida invisible
DAVID JIMÉNEZ
'Enviado especial a Banda Aceh'
Tarde o temprano los edificios serán reconstruidos, las ciudades recuperarán su actividad y las heridas de los supervivientes sanarán. Pero, ¿se puede reconstruir la vida de alguien que perdió a su mujer, a sus dos hijas, a sus padres y a todos sus hermanos en un instante?
El maremoto que el pasado 26 de diciembre arrasó las costas del Índico ha dejado un efecto a menudo invisible y casi siempre menospreciado en las catástrofes naturales: los daños psicológicos. El Gobierno de Indonesia cree que sólo en la provincia de Aceh, en el epicentro del desastre, más de medio millón de personas necesitarán ayuda psiquiátrica en los próximos meses. Los campos de refugiados están llenos de gente que ha perdido a toda su familia, en ocasiones hasta 10 miembros, aparte de todas sus posesiones y sus pueblos de origen.
«Tenemos a miles de personas en condiciones emocionales muy inestables. Debemos tenderles una mano», asegura el director del Departamento de Salud Mental del Ministerio de Sanidad indonesio, Yulizar Darwis.
El problema es que el ya de por sí insuficiente sistema sanitario del país se encuentra desbordado y la salud mental nunca ha sido una prioridad en Asia, donde las enfermedades psiquiátricas han sido siempre estigmatizadas. Desde Indonesia a la India, el único tratamiento que reciben miles de pacientes es un encierro en instituciones más cercanas a cárceles que a hospitales.
Un primer estudio del Gobierno de Yakarta apunta a que entre el 20% y el 50% de las víctimas del maremoto sufrirá graves problemas mentales en los próximos meses. Los supervivientes deben enfrentarse a la pérdida de familiares y seres queridos, al trauma de la experiencia vivida y a la falta de esperanza en un futuro que probablemente no volverá a ser el mismo.
Ante esta situación, el gobierno indonesio ha lanzado esta semana, como medida urgente, una plan de emergencia mental en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), que lo financia con un presupuesto inicial de 140.000 dólares. Pero la capacidad de estas organizaciones podría ser mínima cuando se trata de decenas de miles de pacientes.
Los 35.000 huérfanos que el 'tsunami' ha dejado en la provincia de Aceh podrían sufrir especialmente las consecuencias. UNICEF ha enviado a la zona a un equipo de psicólogos y psiquiatras y, consciente del impacto limitado que su trabajo puede tener en un número tan grande de afectados, ha desarrollado un plan para entrenar a los profesores de escuelas para que puedan detectar problemas y dar una respuesta. «Ofrecer a los profesores una guía sobre como trabajar con niños que han sufrido con pérdidas tan tremendas es un primer y crítico paso en su recuperación. Serán la avanzadilla en el apoyo postraumático», según la representante de UNICEF Inese Zalitis.
El falso mito de los cadáveres
Los precipitados entierros masivos de miles de cadáveres en fosas comunes en Indonesia y Tailandia, en la creencia de que los cuerpos, de no ser sepultados rápidamente, representan una seria amenaza de epidemias, no tienen fundamento médico y constituyen una violación de los derechos humanos de las víctimas y de los supervivientes. Ésta es la conclusión de un informe publicado a finales de 2004 por un equipo de expertos en desastres de la Organización Panamericana de la Salud, la oficina regional de la OMS en Suramérica y EEUU. El potencial infeccioso de los cadáveres es uno de los mitos más comunes en los casos de catástrofes naturales. Esta creencia errónea muchas veces lleva a las autoridades a tomar decisiones no adecuadas y a priorizar el destino de los escasos recursos en situaciones de crisis, en detrimento de actuaciones sanitarias dirigidas a los supervivientes.
Según los expertos, es un hecho médico que un cadáver presenta menos riesgo infecto-contagioso que un vivo infectado. El motivo es que su temperatura corporal cae rápidamente, lo que ocasiona la muerte de virus y bacterias. La transmisión de posibles patógenos es extremadamente difícil, aunque algunas enfermedades contagiosas (tuberculosis, hepatitis B y C y el VIH) sí suponen una pequeña amenaza para el personal involucrado en el manejo de cuerpos, al que se aconseja adoptar medidas de protección.
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