Identificado un 'gen del dolor'
Un estudio internacional acaba de identificar un gen cuyas diferentes variantes influyen en la sensibilidad al dolor y, más en concreto, en el riesgo de desarrollar una dolorosa enfermedad crónica. Se trata del primer 'gen del dolor' que se identifica.
"Ésta es la primera demostración de que una variante genética influye tanto en la percepción del dolor humano como en el riesgo de desarrollar una enfermedad de dolor crónico", resume el principal autor del trabajo, Luda Diatchenko, de la Universidad de Carolina del Norte (EEUU).
"Hallar un marcador genético para el dolor crónico permitirá identificar a las personas que tienen riesgo de desarrollar dolor crónico y enfermedades relacionadas, diseñar tratamientos individualizados que maximicen los efectos terapéuticos minimizando los posibles efectos secundarios y desarrollar nuevas terapias para el tratamiento del dolor crónico", ha explicado Diatchenko a 'elmundosalud.com'.
El estudio
El gen en cuestión es el encargado de codificar el enzima COMT, que controla el nivel de catecolaminas, una familia de neurotransmisores como la adrenalina, la noradrenalina y la dopamina. Diatchenko y su equipo se decidieron a estudiar este gen porque ya existían evidencias acerca de su relación con el dolor. Por ejemplo, se sabía que una menor actividad de este enzima se relaciona con una mayor sensibilidad al dolor y también con el trastorno de la articulación temporomandibular (una enfermedad muy dolorosa).
Mediante cultivos celulares, los investigadores identificaron tres posibles variantes del gen COMT según su sensibilidad al dolor: sensibilidad alta, 'media' y, finalmente, baja.
A continuación, evaluaron durante tres años a unas 200 mujeres sanas que aportaron muestras sanguíneas al inicio del trabajo. Durante el seguimiento, se identificaron 15 casos del trastorno de la articulación temporomandibular.
La patología era 2,3 veces más frecuente entre las voluntarias que tenían sólo variantes genéticas de alta o 'media' sensibilidad, en comparación con las féminas que presentaban al menos una variante de baja sensibilidad. Tras el seguimiento, los autores pudieron constatar que las voluntarias que presentaban la primera variante.
"Este riesgo es de una magnitud comparable a los factores de riesgo de otros trastornos multifactoriales, como la esquizofrenia, y es similar a otros predictores del trastorno de la articulación temporomandibular, como tener un historial de dolor crónico en otras partes del cuerpo", explican los autores en su estudio, publicado este mes en 'Human Molecular Genetics'.
Otros genes 'dolorosos'
"Aunque nuestro artículo describe el COMT como un factor de riesgo del trastorno temporomandibular, creemos que nuestro hallazgo podría generalizarse a otras frecuentes enfermedades dolorosas crónicas, como la fibromialgia, las cefaleas crónicas y patologías somáticas como el síndrome del colon irritable o el síndrome de fatiga crónica", apostilla Diatchenko.
Ahora, este especialista y su equipo están investigando otros 'genes del dolor'. "Estamos trabajando en la identificación de genes que contribuyen a las diferencias en la percepción del dolor, que influyen en la posibilidad de desarrollar dolor crónico y que predigan las respuestas individuales a la farmacoterapia".
"Creemos que la identificación de estos marcadores genéticos permitirá para el desarrollo de nuevas herramientas genéticas que lleven a una sustancial mejoría en la prevención, diagnóstico y tratamiento del dolor", concluye.
"Ésta es la primera demostración de que una variante genética influye tanto en la percepción del dolor humano como en el riesgo de desarrollar una enfermedad de dolor crónico", resume el principal autor del trabajo, Luda Diatchenko, de la Universidad de Carolina del Norte (EEUU).
"Hallar un marcador genético para el dolor crónico permitirá identificar a las personas que tienen riesgo de desarrollar dolor crónico y enfermedades relacionadas, diseñar tratamientos individualizados que maximicen los efectos terapéuticos minimizando los posibles efectos secundarios y desarrollar nuevas terapias para el tratamiento del dolor crónico", ha explicado Diatchenko a 'elmundosalud.com'.
El estudio
El gen en cuestión es el encargado de codificar el enzima COMT, que controla el nivel de catecolaminas, una familia de neurotransmisores como la adrenalina, la noradrenalina y la dopamina. Diatchenko y su equipo se decidieron a estudiar este gen porque ya existían evidencias acerca de su relación con el dolor. Por ejemplo, se sabía que una menor actividad de este enzima se relaciona con una mayor sensibilidad al dolor y también con el trastorno de la articulación temporomandibular (una enfermedad muy dolorosa).
Mediante cultivos celulares, los investigadores identificaron tres posibles variantes del gen COMT según su sensibilidad al dolor: sensibilidad alta, 'media' y, finalmente, baja.
A continuación, evaluaron durante tres años a unas 200 mujeres sanas que aportaron muestras sanguíneas al inicio del trabajo. Durante el seguimiento, se identificaron 15 casos del trastorno de la articulación temporomandibular.
La patología era 2,3 veces más frecuente entre las voluntarias que tenían sólo variantes genéticas de alta o 'media' sensibilidad, en comparación con las féminas que presentaban al menos una variante de baja sensibilidad. Tras el seguimiento, los autores pudieron constatar que las voluntarias que presentaban la primera variante.
"Este riesgo es de una magnitud comparable a los factores de riesgo de otros trastornos multifactoriales, como la esquizofrenia, y es similar a otros predictores del trastorno de la articulación temporomandibular, como tener un historial de dolor crónico en otras partes del cuerpo", explican los autores en su estudio, publicado este mes en 'Human Molecular Genetics'.
Otros genes 'dolorosos'
"Aunque nuestro artículo describe el COMT como un factor de riesgo del trastorno temporomandibular, creemos que nuestro hallazgo podría generalizarse a otras frecuentes enfermedades dolorosas crónicas, como la fibromialgia, las cefaleas crónicas y patologías somáticas como el síndrome del colon irritable o el síndrome de fatiga crónica", apostilla Diatchenko.
Ahora, este especialista y su equipo están investigando otros 'genes del dolor'. "Estamos trabajando en la identificación de genes que contribuyen a las diferencias en la percepción del dolor, que influyen en la posibilidad de desarrollar dolor crónico y que predigan las respuestas individuales a la farmacoterapia".
"Creemos que la identificación de estos marcadores genéticos permitirá para el desarrollo de nuevas herramientas genéticas que lleven a una sustancial mejoría en la prevención, diagnóstico y tratamiento del dolor", concluye.
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