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MARSEL & CO

Ancianos solos pero vigilados

Ancianos solos pero vigilados Alarmas portátiles, detectores de movimiento, sensores anticaídas... Las innovaciones tecnológicas se incorporan al cuidado de la población mayor que vive sola. 150.000 españoles ya están «teleacompañados»

La madrileña Felisa Vilar, de 77 años, perdió recientemente a su marido y a un hijo en el plazo de dos meses. «De repente me he quedado sola. Mis otros hijos viven en Londres y en EEUU y temían que me pudiera pasar algo. ¿A quién iba a avisar?», relata. Uno de ellos trabaja en el sector de los seguros y dió con la solución: la teleasistencia. «Es como un teléfono con un solo botón, si no me encuentro bien lo pulso y me conectan con unas oficinas donde me atienden unas señoritas muy amables. '¿Qué le pasa Felisa? Nada, nada'. Es que, a veces, sólo necesito hablar, estoy tan triste... y me ofrecen mucho consuelo. Me llaman de vez en cuando únicamente para charlar conmigo. En caso de urgencia, avisarían a mi familia. También me da seguridad. Soy muy despistada y mi hijo insistió en que instalara un detector de humo en el pasillo. Un día freía unas chuletillas y se montó una humareda... Saltó la alarma del aparato y enseguida se oyó una voz, yo no tuve que coger el teléfono ni nada [el dispositivo es manos libres], que preguntaba '¿Felisa qué le pasa? Estoy bien, bien...'. Hace poco me trajeron otro aparato, una especie de móvil que me llevo cuando salgo a la calle y si me ocurriera algo, bastaría con pulsar para que me localizaran. Por las noches, lo cuelgo en la cabecera de mi cama. Me siento muy acompañada. Sé que ellos siempre están ahí».

Como Felisa, otros 150.000 españoles mayores de 65 años están 'televigilados' 24 horas al día los 365 días del año.

La teleasistencia es uno de los recursos de atención sociosanitaria a la población mayor que más desarrollo está experimentando en los últimos años, y también uno de los que goza de mayor aceptación entre sus usuarios. «Lo aconsejaría a todos los que viven solos. En esta situación necesitas ayuda, así te da la impresión de que no estas aislado», afirma Felisa Vilar con entusiasmo. «Los que la tienen ya no pueden presdincir de ella», aseguran los especialistas que trabajan en este floreciente sector.

El servicio nació a principios de los años 90 con el concepto de telealarma. «El objetivo era dar cierta seguridad a los mayores que vivían sólos o permanecían sin compañía muchas horas del día o de la noche y que eran susceptibles de encontrarse en situación de riesgo por fragilidad o dependencia», explica Juan Manuel Martínez Gómez, geriatra y director general de EULEN Servicios Sociosanitarios, una de las empresas líderes en teleasistencia. Y, sobre todo, evitar que los ancianos fallecieran aislados, sin que nadie se percatara de su falta hasta que, por ejemplo, un vecino denunciaba el 'mal olor' que desprendía su vivienda.

Pero este sistema ha ido evolucionando con el tiempo hacia una atención más integral que ofrece nuevas ventajas. «Permite la permanencia del mayor en su entorno habitual lo máximo posible, pero sin que se sienta aislado. Le facilita la comunicación con el exterior, la interacción social y mejora su autonomía», apunta Raúl Felipe, miembro de Proyectos de Teleasistencia de Cruz Roja, el principal proveedor nacional de este servicio con cerca de 90.000 clientes en todo el Estado.

Y es que la teleasistencia se ha posicionado como un excelente recurso para combatir uno de los principales males del envejecimiento: la soledad. Los especialistas destacan la importante «función social» que cumple al mantener al mayor conectado con el mundo. Simultáneamente, la incorporación de los avances tecnológicos del campo de la seguridad en el hogar y de la comunicación ha abierto nuevas posibilidades a este modelo asistencial. Hoy, el servicio se diseña de forma personalizada, mediante planes adaptados a la medida de las carencias y necesidades de cada usuario.

Si el mayor precisa más compañía que seguridad, el programa se dirige a mantener con él un contacto estrecho y muy periódico. «Si le interesa el fútbol, pues todos los lunes se le llama para comentar los resultados de la Liga. Es una manera de que no se sienta sólo y de comprobar que está bien», explica Aitor Pérez Artetxe, director de Gerokon, una consultoría especializada en asesorar a las empresas que dirigen su actividad a la población mayor.

La falta de relaciones aqueja con frecuencia a este grupo, sobre todo en las grandes ciudades. «Más del 90% de las llamadas a la central de alarma son para charlar, no por emergencias. Muchos dicen que el dispositivo les ha saltado sin querer al limpiar, pero es un excusa para conectar», añade Martínez Gómez.

En las centrales se comprueba que los lunes, tras un fin de semana solos, o por la noche, aumentan las llamadas. Conscientes de su papel de 'telecompañeros', las empresas proveedoras buscan cualquier oportunidad para 'vigilar' al cliente a la vez que le ofrecen consuelo. Inmaculada Romero, directora del Servicio de Teleasistencia y Domótica de Personalia, de la Fundación ONCE, lo corrobora: «Se programan llamadas de recordatorio de citas importantes, como las visitas médicas; de fechas señaladas, como el cumpleaños de un hijo o de un nieto; o de la toma de medicación...».
AMIGOS INVISIBLES.

La oferta de prestaciones es cada día más variada. Algunas compañías ofrecen desde apoyo psicológico a información para la realización de trámites administrativos, pasando por asesoramiento en temas de alimentación o para realizar un viaje con el IMSERSO. Otras se preocupan de motivar a sus usuarios para prevenir situaciones de aislamiento, y les animan a participar en actividades de ocio.

El desarrollo tecnológico ha permitido, por otro lado, complementar el servicio e introducir importantes mejoras, particularmente dirigidas a los mayores con problemas de movilidad y que gozan de una frágil salud o cuyas viviendas están más deterioradas. Sensores de caídas, detectores de movimiento, de fugas de agua, de gas, de humo... llenan de forma creciente el vacío del hogar de muchos mayores.

Son sus amigos invisibles. Se instalan en el baño, la televisión, bajo la cama...Si transcurrido un tiempo prudencial no se detectan en el domicilio las idas y venidas habituales de la rutina diaria, salta la alarma. Si el usuario no responde a la llamada de la central, se avisa a su familia o se envía un servicio de emergencia.

«Estos detectores evitan las muertes en soledad, sin que nadie se entere», dice Romero. Sólo en Madrid, el pasado año se produjeron 77 fallecimientos en estas condiciones. 20 de las víctimas vivía en situación de total abandono, si bien el número «fue muy inferior al de 2003», señala Florencio Martín Tejedor, director general de Mayores del Ayuntamiento madrileño.

Este consistorio es, precisamente, uno de los que más ha apostado por potenciar la teleasistencia. A medidados de 2003, la cifra de beneficiarios madrileños ascendía a 15.000. Hoy la tercera parte de la oferta pública nacional corresponde a este municipio: 53.000 mayores, el 9% de los que han cumplido 65 años y residen en la ciudad, goza de este recurso y antes de que acabe el año se prevé ampliar la oferta a 67.500. «El 11% de los de más de 65 y el 35% del total de los octogenarios», destaca Martín Tejedor. Para los últimos, es completamente gratuito.
RECURSO PÚBLICO.

A nivel nacional, la práctica totalidad de la oferta es pública y procede de un concierto entre el Instituto de Migraciones y Servicios Sociales (IMSERSO), dependiente del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, y de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). Actualmente, 121.083 personas de 47 municipios españoles se benefician del servicio con cargo al Estado. El IMSERSO financia el 65% del coste y el resto, se reparte entre los consistorios, las diputaciones provinciales o los propios usuarios, dependiendo de la comunidad autonóma. Las demás plazas, hasta alrededor de 150.000, corresponden a contratos privados con las empresas que ofertan teleasistencia, una decena a nivel nacional y bastantes más en el ámbito local.

El crecimiento del sector ha sido exponencial. En 1995, apenas 7.000 mayores disponían del servicio. Este año, las plazas públicas se han incrementado un 17%. Sin embargo, salvo las excepciones de Madrid y otras regiones como Navarra, Andalucía, Castilla-La Mancha y Castilla-León, que se reparten más del 60% de los usuarios, hay ayuntamientos que aún no lo han incluido en su catálogo de prestaciones. A nivel global, sólo el 2,05% de los mayores de 65 años está cubierto por este servicio, una cifra «claramente insuficiente» a juicio de los expertos. La pasada semana, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) denunciaba la escasez de recursos disponibles para los enfermos de demencia tipo Alzheimer. Solo un 2% recibe teleasistencia.

El Plan Gerontológico del año 2000 marcaba como objetivo un índice del 12% de población 'teleatendida'. El anteproyecto de Ley de Dependencia, actualmente en discusión, prevé potenciar este dispositivo asistencial con la creación de 800.000 nuevas plazas en los próximos años. «Como mínimo deberían tenerlo todos los que viven solos y los que residen con su familia pero son semiválidos [tienen alguna discapacidad]», dice Martínez Gómez. «Sólo en Reino Unido hay más de un millón de usuarios», compara Inmaculada Romero.

No obstante, a pesar del déficit, el despegue de la teleasistencia es imparable. Y los motivos son diversos.
- Más candidatos.

El número de usuarios potenciales crece sin parar. El Libro Blanco de la Dependencia, presentado a principios de este año, especifica que España cuenta oficialmente con algo más de siete millones de población que ya ha cumplido los 65. En 2020 serán ocho millones y medio. Pero los que más aumentan, en proporción, son los octogenarios. Éstos se han multiplicado por cuatro en los últimos 25 años y el grupo seguirá creciendo en porcentajes superiores a los del resto de la población. Si ahora representan el 4% de la ciudadanía, en 2050 coparán el 10%.

También se incrementará la cifra de centenarios, que dejarán de ser noticia en los medios. Si en los años 80 apenas dos millares de españoles había superado el siglo de edad, en 2000 ya eran cerca de 6.000.

La edad no es el problema más serio. La situación se agrava por el hecho de que cada vez son más los abuelos que viven solos. En 1998 representaban el 13% de todos los mayores; ahora el 22% no tiene quien le acompañe. El sexo femenino es el más afectado. «A partir de los 70 años, son tres veces más mujeres que hombres las que se enfrentan a esta situación de aislamiento», subraya el directivo de EULEN.

La teleasistencia se ha revelado útil en estos casos, especialmente, «para los mayores válidos o dependientes leves en los que se puede mejorar su calidad de vida en el hogar retrasando así su ingreso en una institución», opina Pérez Artetxe.

Es lo que los expertos denominan un «recurso 'blando»', en comparación con la institucionalización en una residencia, que sería el 'duro.' Para el geriátra Juan Manuel Martínez Gómez, «se trata de un servicio que cumple un papel más preventivo que asistencial, se da para evitar que ocurra algo».

Inmaculada Romero cree que el perfil de beneficiarios se incrementará paulatinamente. «Antes las personas más jóvenes no la querían, lo asociaban a gente muy mayor o muy enferma. Pero ahora está cambiando. Cada vez más lo reclaman personas de menos edad, que están bien de salud pero solas. No están enfermas, pero saben que ante una necesidad pueden pedir ayuda».
- Función social.

Buena parte del éxito del servicio radica, precisamente, en la función social que cumple. Hasta hace poco seguía predominando la telealarma (aún lo hace en varios municipios), que básicamente, consiste en poner un terminal en el domicilio conectado a una central para atender urgencias y poco más, a lo mejor charlar un rato. El sistema era poco activo, se esperaba a que el mayor llamara. La tendencia es a hacerlo cada vez más interactivo, que sea el personal de la central el que se ocupa de saber cómo está y qué le pasa al usuario.

Cruz Roja ha ido más allá y cuenta con una red de voluntariado que visita periódicamente al usuario en su domicilio, para comprobar el correcto funcionamiento del dispositivo y además certificar el buen estado del mayor.

La empresa Sergesa Televida ha constatado la importancia del contacto visual. «Como mínimo, vamos a la casa una vez cada dos meses, aunque hay personas con depresión o que necesitan temporalmente una mayor frecuencia porque, por ejemplo, han perdido a su pareja. Lo consensuamos con los trabajadores sociales del Ayuntamiento que evaluan el caso y aprueban el servicio», comenta Mar Entrambasaguas, gerente de esta empresa.
- Novedades.

Sergesa ha sido pionera en incorporar la videoasistencia. «Vimos que los mayores tenían mucha necesidad de ver al teleoperador. Habíamos hecho unos dípticos con sus fotos y resulta que los visitadores domiciliarios se los encontraron enmarcados en algunas casas», relata su gerente. De momento, el dispositivo audiovisual no ofrece una gran calidad de imagen. «No podemos pedir a los mayores que se instalen ADSL [banda ancha, línea de comunicación de alta velocidad y más cara que la telefónica habitual]. Hay cierto retardo al recibir la imagen en la pantalla, pero al usuario no le importa, le basta con ver la cara de quien le habla».

Es un ejemplo de cómo se va sofisticando el mercado de la teleasistencia, al que se incorporan paulatinamente nuevos dispositivos. Cruz Roja desarrolla un proyecto de teleasistencia móvil con Vodafone que permite que la teleprotección del anciano no se limite a un radio de 50 metros, sino que también pueda sentirse seguro en la calle, vaya donde vaya, incluso cuando viaje fuera de su ciudad o provincia.

En el ámbito privado, el Grupo Ballesol ha hecho lo propio con IS2, una filial de Siemens, que acaba de lanzar el MobileTel , un dispositivo que utiliza la tecnología de la telefonía móvil. «Nuestra clientela son mayores activos, que se quieren ir a Benidorm con la tranquilidad de que si les pasa algo el dispositivo va a dar la alarma», señala Gabriel Bellido, director comercial del Grupo Ballesol. El aparato «incorpora además un localizador de posición y sensores de movimiento, de caída y de temperaturas, éste último para prevenir situaciones de riesgo de golpe de calor», agrega Manuel Feijoo, director general de IS2.

La investigación e innovación no cesa. Varias empresas trabajan en el desarrollo de proyectos de telemedicina que permitan controlar desde el hogar algunas patologías crónicas muy frecuentes en la población mayor, como la insuficiencia respiratoria, la presión arterial elevada o la diabetes, y realizar pruebas diagnosticas como la toma de temperatura o un electrocardiograma. El objetivo es ahorrar las múltiples visitas al médico que ocasiona el seguimiento de estos trastornos.

Carburos Metálicos es una de las compañías que explora esta posibilidad. Ya está desarrollando programas de telemonitorización de pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) en colaboración con algunos hospitales públicos y privados. «Al paciente se le instala el equipo en casa, se le enseña a usarlo y a conectarse vía telefónica a través de un módem '' que envía sus datos al centro sanitario. Su enfermedad se controla remotamente», explica Pablo Domínguez, director de la División Médica de esta compañía.

La empresa estudia trasladar esta experiencia al ámbito de la teleasistencia. «El paciente crónico mayor se involucra mucho y está encantando, porque le da seguridad. Va a funcionar seguro en el ámbito privado, porque es más rentable que hacer nuevas camas [en residencias]», sostiene el directivo, aunque admite «que podría haber problemas de comprensión del manejo de los equipos con la gente muy mayor».
- Rentabilidad.

Su bajo coste ha contribuido a la extensión de este recurso. «Por 21 euros al mes, menos de lo que cuesta el periódico, damos seguridad y la oportunidad de poder hablar con alguien y estar acompañado», subraya Martín Tejedor. A nivel privado, el precio oscila entre 18 y 30 euros, en función de la amplitud del servicio contratado.
Gráfico en pdf (versión para imprimir): Central de teleasistencia

Servicios a gusto del consumidor

La evolución y perfeccionamiento tecnológico de la teleasistencia ha permitido abaratar sus costes, un factor que no sólo ha potenciado su extensión desde el sector público, sino que ha animado a las empresas proveedoras a lanzarse al mercado privado. Estas últimas experiencias son aún tímidas. ¿Por qué iban a pagar los mayores un servicio que el Estado subvenciona en gran medida? ¿Qué valor añadido se puede ofrecer? Las compañías han agudizado el ingenio y se han lanzado a la búsqueda de clientes potenciales con atractivas ofertas: servicio a domicilio de lavandería, compra de entradas para asistir a espectáculos, reparto de comida, asistencia a cuidadores de pacientes con enfermedades que generan tensión, como el Alzheimer...

Un ejemplo es el del servicio de teleasistencia móvil que acaba de lanzar el Grupo Ballesol en Madrid. El dispositivo de alarma portátil se puede complementar con las prestaciones que ofrece la tarjeta Ballesol. Los beneficiarios tienen derecho a utilizar las instalaciones de los centros residenciales para mayores de este grupo empresarial para actividades de ocio, reunirse con otras personas de su edad, para estancias temporales (por ejemplo, tres días gratuitos tras una intervención quirúrgica) o con el fin de usar su consulta médica. También gozan de descuento en algunos servicios, como la peluquería.

En los contratos privados existe igualmente la opción de completar el dispositivo asistencial con una unidad móvil, que se desplazará al domicilio del usuario siempre que sea necesario. Esta atención también está incluida en algunas 'plazas' públicas, aunque en menor medida. Lo más habitual es que, en caso de emergencia, se contacte urgentemente con un familiar y con los servicios sanitarios de la zona.

Muchas compañías tienen una copia de la llave de acceso a la vivienda del usuario para franquear la entrada en caso de urgencia. El recelo que despierta en algunos esta circunstancia ha animado a buscar alternativas. La llave está disponible, pero en manos de las personas de confianza del mayor. Si es necesario, se les localiza y ellos abren.

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