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MARSEL & CO

Un DNI médico en forma de chip

El pasado diciembre, John Halamka, especialista del departamento de urgencias del Centro Médico Beth Israel Deaconess (EEUU), se implantó en su brazo un chip que contiene su identificador médico, una especie de DNI de 16 números. Ocho meses después cuenta su experiencia y evalúa las ventajas e incovenientes de este método que podría ser especialmente beneficioso para ciertos pacientes.

Después de llevar varios años trabajando en urgencias, este médico se ha enfrentado en más de una ocasión a situaciones de difícil manejo en las que pacientes con Alzheimer u otro trastorno cognitivo llegan al hospital solos, sin posibilidad de poder informar al personal sanitario de su historial médico, su tratamiento habitual o la dirección de algún familiar.

Recientemente la agencia estadounidense del medicamento y dispositivos sanitarios, FDA, aprobó la comercialización de chips implantables que contienen un identificador médico del paciente. Estos dos hechos, su experiencia profesional y la reciente normativa, llevaron al doctor Halamka a tomar la decisión de colocar uno de estos mecanismos en su brazo.

En qué consiste

El procedimiento fue rápido: tras inyectar unos pocos milímetros de anestésico, le colocaron entre el codo y el hombro un chip del tamaño de un grano de arroz. El dispositivo está formado por pequeños componentes envueltos en una cápsula de cristal que está parcialmente rodeada por una capa de células del propio organismo que se adhieren a la envoltura y previenen que se mueva.

Para aumentar su seguridad, este artilugio no contiene datos demográficos o médicos del paciente. En lugar de eso, el chip guarda 16 dígitos numéricos que, a través de un escáner o lector, son trasladados a una pantalla de radiofrecuencia para ser leídos. Una vez allí, sólo el personal médico autorizado puede entrar en un sitio 'web' para obtener la información sobre la identidad del enfermo y el nombre de su médico de atención primaria, quien puede ofrecer los detalles de su historial médico.

Los inconvenientes

Sin embargo, como expone John Halamka en su artículo publicado en 'The New England Journal of Medicine' estos dispositivos todavía siguen planteando algunos interrogantes éticos. Por ejemplo, si su mayor utilidad, en principio, sería su implantación en enfermos con algún tipo de demencia cómo podrían colocarlos sin su consentimiento.

Por otro lado, los chips aprobados para su implantación en humanos no tienen datos encriptados por lo que pueden ser leídos por muchos lectores de radiofrecuencia. Incluso no sería descabellado pensar que algunos centros comerciales registraran a través de sus escáner la presencia de las personas con estos dispostivos y les mostraran mensajes personalizados cada vez que el individuo volviera a pisar estas tiendas. Como afirma este especialista, en un futuro estos mecanismos podrían verse bombardeados de anuncios o mensajes como ahora está ocurriendo con nuestros ordenadores.

Tampoco hay que olvidar a los 'hackers' que siempre van un paso por delante de los sistemas de seguridad. Por este motivo, "necesitamos establecer criterios que permitan un acceso seguro y sin fisuras a esta información", afirma el autor.

En cuanto a la viabilidad para compaginar su uso con una vida normal, el caso del doctor Halamka es un buen ejemplo: "He volado a varias ciudades desde la implantación y no he disparado ningún sistema de seguridad aéreo [...] He estado expuesto a temperaturas extremas, viento, agua y varios impactos físicos mientras escalaba hielo y rocas; el chip sigue funcionando bien".

A pesar de no originarle ningún problema o efecto secundario y de poder quitárselo en cualquier momento con una cirugía mínima, muchos de sus amigos a lo largo de estos meses le han planteado numerosas reticencias como las de que estos chips van a ser una pieza más para consolidar un Gran Hermano global, el estar marcado de por vida o el perder para siempre el anonimato.

Sin embargo, el especialista tras su experiencia durante varios meses ve estos dispostivos como una herramienta práctica para evitar errores o retrasos en el diagnóstico y tratamiento de ciertos pacientes sin que les implique problemas añadidos.

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