Baño antológico del Barça en el Bernabéu
Es pronto para hacer sentencias, pero aunque estos duelos no ganan ligas sí son un barómetro de estados ánimo, de medir jerarquías para las grandes empresas. Y el Barça está en disposición de retar lo que le echen y el rival blanco está para taparse, poco más, a la espera de mejores épocas. El calibre de la derrota, el derroche de superioridad del Barça, puede traer consecuencias imprevisibles en la entidad de Florentino Pérez. El público, el que desfiló a la media hora de la segunda parte porque ya no aguantaba más, pedirá cabezas de turco y poco le importará lo concurrido de la enfermería blanca. La veda está abierta.
La tropa azulgrana demostró como colectivo estar 10 cuerpos por encima de un Madrid que llegaba tieso de juego, amparado ficticiamente en el resultado. Ni lo uno ni lo otro. Habrá que convenir que la distancia en la clasificación no era nada real visto la cátedra de fútbol que fabricó el Barça del minuto uno al 90. Pocas veces se ha palpado tal abismo en un envite pasional de estas características. El partido acabó con un mosquito tratando de morder a un elefante que lo había aplastado delante de su público.
La alineación de Rijkaard ya fue una clara declaración de intenciones, de autoridad. A ganar en el Bernabéu para lo que metió lo más pavoroso de su maquinaria ofensiva. El holandés prefirió al argentino Messi, cuchillo de doble filo que corta por donde te pille, frente a la veteranía de Giuly en la derecha. Y no se equivocó. El pibito de 19 años se graduó 'cum laude' al lado de Eto'o en plan pantera. De susto en susto, sobresalto continuo para la zaga blanca. Imposible secuestrar el descaro de un futbolista con maneras de figurón grande. El chico parecía haber nacido en uno de estos partidos, pedir la pelota y encarar lo que se ponga enfrente... Por su enorme radio de acción, por ese talento de llevar la pelota cosida y su capacidad de provocar faltas fue la pesadilla de una zaga que no tenía previsto cómo sujetarlo.
Mientras, en el otro bando Luxemburgo le sedujó más de su parte de convalencientes explotar la última estética de Zidane en vez del poder de Baptista desde segunda línea. Pero este Madrid ni este Zidane están para muchas estéticas, sobrevive a base de Ronaldo y el de ayer estaba a medio gas, aún más convalenciente que su equipo. Tardará tiempo el Bernabéu en digerir el repaso, de un grupo que no vio puerta puerta en 50 minutos.
Pronto el Barça se apoderó del balón e impuso el ritmo que quiso. A su antojo, alto para ahogar a un Madrid que trataba inútilmente de espantar al gigante y con Casillas en varios tramos convertido en una especie diana, de tiro al muñeco. El Barça actual trata mejor y más rápido el cuero que un Madrid que fía más su poderío en los balones largos con destino a Robinho y Ronaldo. Eto'o avisó antes de clavar su primera pica tras un desmarque extraordinario y otro pase ejemplar de Ronaldinho. El camerunés nunca falla en un estadio donde cuenta apariciones por goles y a la segunda colocó su 10ª diana antimadridista al aprovechar una estampida del 'factor Messi'. Gol de centrodelantero relámpago que metió la puntera ante la cadera más rígida de Sergio Ramos.
Los blancos están secos de fútbol y el Barça, delante de su público, acrecentó su ruina sin misericordia. Hurgó en su herida porque quería hacer más daño y le sobraba alegría. Lejos de conservar el botín quiso más premio a su deslumbrante juego. Un equipo crecido en su posibilidades vio cielo abierto para meter mano a un equipo que se sostiene con muchos parches, muchas dudas y poco peso específico. Un tenderete que se vino abajo cuando tuvo enfrente una máquina formidable que fue el Barça de Rijkaard.
La segunda parte no mejoró nada sustancial para el Madrid, y lo peor es que Robinho, el hombre sobre el que se debe construir el futuro, pasó de puntillas por un derbi que le vino 10 tallas grande. A Zidane, Pablo García y tantos otros ni se les vio. ¡Qué diferencia con un Messi revolucionario! Por si ya no caían chuzos de punta en el Bernabéu, llegó Ronaldinho y fabricó uno de los más formidables eslalons que el Bernabéu contempló. Arrancando desde su campo quebró las cinturas primero de Ramos, que no es precisamente un paralítico, para después dejar secó a Helguera con un simple amago. El gesto de Casillas delata la impotencia de todo el Madrid cuando el brasileño le fusiló a placer.
Quedaba media hora por delante y el aluvión de llegadas al área blanca siguió su curso como si fuera el Barça el necesitado. El Madrid trató de contestar al monólogo esperando la lógica relajación azulgrana. Los blancos llegaron más el área, pero se vio que levantar semejante losa -más que el 2-0 del peso de juego- era misión imposible. Y otra vez Ronaldinho que quiso salir del Bernabéu ovacionado y lo logró con otro jugada individual de antología. El Barça se acuesta como jefe de la Liga, y lo blancos pensando cómo digerir un repaso en lo que el 0-3 fue lo menos humillante. La magnitud de la derrota puede traer consecuencias imprevisibles. A la media hora de la segunda mitad, parte del público ya estaba desfilando por lo vomitorios y los que se quedaron lo hicieron para homenajear con grandeza al eterno adversario. Lo nunca visto.
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