Vincent van Gogh, figura destacada en la historia de la pintura, era un enfermo mental que padecía trastornos de la personalidad, trastorno bipolar, epilepsia y esquizofrenia paranoica. Ludwig van Beethoven, uno de los más importantes compositores de todos los tiempos, era un discapacitado sensorial, cuyas últimas obras, incluyendo su famosa Novena Sinfonía fueron concluidas cuando ya se había quedado completamente sordo. Franklin Delano Roosevelt, presidente de Estados Unidos entre 1933 y 1945 -los años más difíciles de la historia de su país- era un discapacitado físico que, víctima de la poliomielitis, no podía caminar. Marlee Matlin, sorda desde los 18 meses, se convirtió a los 21 años en la actriz más joven premiada con un Óscar de la Academia por su interpretación en la película Hijos de un Dios menor. Chris Burke, es un discapacitado psíquico, padece el síndrome de Down y es editor de la revista Upbeat y actor.
Aunque usualmente nos referimos a estas personas como discapacitados, el adjetivo no se corresponde plenamente con la realidad. Como hemos visto, el hecho de padecer alguna discapacidad ni siquiera impide llegar a ser un genio. Por eso se sugiere que nos refiramos a ellos como personas con “capacidades diferentes”, ya que, a fin de cuentas, todos tenemos unas capacidades y aptitudes únicas y diferentes de los demás.
La inserción social, en un sentido amplio, es un derecho de estas personas que poseen capacidades diferentes, que no puede ni debe soslayarse aplicando una óptica exclusivamente asistencialista. Y esa inserción social pasa ineludiblemente, en la mayoría de los casos, por la inserción en el mundo laboral.
Desde FAES se está desarrollando una amplia campaña de sensibilización en este sentido, animando al tejido empresarial de la Safor, desde las grandes empresas hasta las microempresas, para que entre todos logremos incrementar las tasas de contratación de personas con capacidades diferentes.
Las organizaciones empresariales queremos contribuir de este modo a eliminar las barreras que aún subsisten, tanto psicológicas como físicas, lanzando un mensaje de normalización.
En los últimos años se percibe un mayor grado de sensibilización hacia la realidad social de las personas con capacidades diferentes, tanto por parte de las administraciones públicas como de la sociedad. Así por ejemplo son numerosas las empresas de la Safor que han asumido responsabilidades en este sentido y su experiencia ha sido muy positiva, demostrando como la integración laboral de estas personas no tiene por que repercutir sobre la productividad.
El único "secreto" consiste en encontrar el puesto más adecuado para cada trabajador y adoptar las medidas necesarias para asegurar que se desenvuelvan con la mayor autonomía posible en su puesto de trabajo. Las ayudas de las administraciones públicas para esta adaptación, así como la aplicación de tecnologías específicas, facilitan enormemente la superación de las barreras físicas.
Las posibles barreras psicológicas que aún pueda subsistir en alguna empresa, se disiparán rápidamente cuando se decidan a dar el paso de incorporar en sus plantillas a estas personas con capacidades diferentes. Dejemos que nos demuestren que pueden trabajar tan bien como el mejor.
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