Una gran marcha defiende la vigencia de la familia cristiana
Cientos de miles de personas participaron ayer en la madrileña Plaza de Colón en el encuentro Por la familia cristiana, un acto promovido por el Arzobispado de la capital de España y secundado por comunidades religiosas de todo el país, que contó con la presencia de unos 40 cardenales y obispos y representantes de una treintena de movimientos, asociaciones y realidades eclesiales.
El acto arrancó a las 11 de la mañana, aunque desde antes de las nueve ya se agolpaban numerosos fieles en Colón y las calles adyacentes. El Metro de Madrid no prestaba servicio en la estación de la plaza, por lo que el grueso de los asistentes utilizó las estaciones cercanas de Serrano y Alonso Martínez, donde se localizaron las primeras aglomeraciones del día.
Para la ocasión, se había instalado un escenario de 42 metros de largo por 13 de ancho y 4,2 metros de altura bajo la estatua de Colón (en el centro de la plaza, frente a la calle Génova). Sobre él, un gran Crucifijo, de 15 metros de altura, situado justo en el centro del estrado y una pantalla de 24 metros cuadrados, desde la que Benedicto XVI, lanzó un mensaje a los fieles mediante conexión en directo con San Pedro del Vaticano.
Esto ocurría en el ecuador de la jornada, después de la intervención inaugural del presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Ricardo Blázquez, quien consideró que «el matrimonio y la familia son el centro neurálgico de la humanidad» y advirtió de que «en medio de los llamados modelos de familia», la cristiana puede «difuminarse».
Asimismo, el arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco, apuntó que «la cultura del laicismo radical» conduce a «la disolución de la democracia» y sigue un camino que, desde luego, «no respeta la Constitución de 1978». Dicho laicismo es, en opinión del prelado levantino, «un fraude y un engaño» que «solamente conduce a la desesperación por el camino del aborto, el divorcio exprés y las ideologías que pretenden manipular la educación de los jóvenes».
El delegado diocesano de Familia de Madrid, Manuel Barrios, hizo lectura de una carta del cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, quien no pudo asistir a la celebración en la capital de España. Según sus palabras, «no se puede prescindir de la familia ni privarla de sus derechos (...) ni que sean otras instituciones las que desempeñen las tareas que le corresponde».
Después de las intervenciones de los prelados, prestaron su testimonio tanto jóvenes como abuelos y padres de familia, que ilustraron, basándose en su experiencia, la realidad de la vida familiar en el seno de la fe cristiana en España.
Fue en ese mismo momento cuando dio comienzo la celebración de la Palabra, que corrió a cargo del arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, y que contó con las intervenciones de los representantes de la Comunidad de San Egidio; Comunión y Liberación; Comunidades Neocatecumenales; Focolares; Renovación Carismática y Acción Católica.
RETROCESOS. Rouco Varela lamentó en su homilía «el ordenamiento jurídico ha dado marcha atrás respecto a lo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas reconocía y establecía: (...) que la familia es el núcleo natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a ser protegida por la sociedad y el Estado».
Según afirmó, esta realidad, «opuesta al valor del amor indisoluble y al respeto incondicional a la vida de la persona desde el momento de su concepción hasta la muerte natural» está «posibilitada y favorecida jurídicamente por las leyes vigentes» aunque «ni las personas particulares (...) ni la autoridad del Estado pueden manipular a su gusto los orígenes, la naturaleza y las propiedades esenciales» de la familia o el matrimonio.
El acto arrancó a las 11 de la mañana, aunque desde antes de las nueve ya se agolpaban numerosos fieles en Colón y las calles adyacentes. El Metro de Madrid no prestaba servicio en la estación de la plaza, por lo que el grueso de los asistentes utilizó las estaciones cercanas de Serrano y Alonso Martínez, donde se localizaron las primeras aglomeraciones del día.
Para la ocasión, se había instalado un escenario de 42 metros de largo por 13 de ancho y 4,2 metros de altura bajo la estatua de Colón (en el centro de la plaza, frente a la calle Génova). Sobre él, un gran Crucifijo, de 15 metros de altura, situado justo en el centro del estrado y una pantalla de 24 metros cuadrados, desde la que Benedicto XVI, lanzó un mensaje a los fieles mediante conexión en directo con San Pedro del Vaticano.
Esto ocurría en el ecuador de la jornada, después de la intervención inaugural del presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Ricardo Blázquez, quien consideró que «el matrimonio y la familia son el centro neurálgico de la humanidad» y advirtió de que «en medio de los llamados modelos de familia», la cristiana puede «difuminarse».
Asimismo, el arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco, apuntó que «la cultura del laicismo radical» conduce a «la disolución de la democracia» y sigue un camino que, desde luego, «no respeta la Constitución de 1978». Dicho laicismo es, en opinión del prelado levantino, «un fraude y un engaño» que «solamente conduce a la desesperación por el camino del aborto, el divorcio exprés y las ideologías que pretenden manipular la educación de los jóvenes».
El delegado diocesano de Familia de Madrid, Manuel Barrios, hizo lectura de una carta del cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, quien no pudo asistir a la celebración en la capital de España. Según sus palabras, «no se puede prescindir de la familia ni privarla de sus derechos (...) ni que sean otras instituciones las que desempeñen las tareas que le corresponde».
Después de las intervenciones de los prelados, prestaron su testimonio tanto jóvenes como abuelos y padres de familia, que ilustraron, basándose en su experiencia, la realidad de la vida familiar en el seno de la fe cristiana en España.
Fue en ese mismo momento cuando dio comienzo la celebración de la Palabra, que corrió a cargo del arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, y que contó con las intervenciones de los representantes de la Comunidad de San Egidio; Comunión y Liberación; Comunidades Neocatecumenales; Focolares; Renovación Carismática y Acción Católica.
RETROCESOS. Rouco Varela lamentó en su homilía «el ordenamiento jurídico ha dado marcha atrás respecto a lo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas reconocía y establecía: (...) que la familia es el núcleo natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a ser protegida por la sociedad y el Estado».
Según afirmó, esta realidad, «opuesta al valor del amor indisoluble y al respeto incondicional a la vida de la persona desde el momento de su concepción hasta la muerte natural» está «posibilitada y favorecida jurídicamente por las leyes vigentes» aunque «ni las personas particulares (...) ni la autoridad del Estado pueden manipular a su gusto los orígenes, la naturaleza y las propiedades esenciales» de la familia o el matrimonio.
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