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MARSEL & CO

Las estadísticas cantan

Lo peor es negarse a hacer el diagnóstico, porque si no se reconoce el mal, difícilmente se puede poner remedio

El paro sube y tampoco pasa nada. Es verdaderamente increíble que el Gobierno siga instalado en el discurso frívolo e irresponsable de que aquí no pasa nada. Hace meses que asistimos a una auténtica batería de datos malos y seguimos sin percibir en el Gobierno ni el más mínimo signo de deseo de rectificar. Han decidido engañarnos hasta el 9 de marzo y estirar la mentira a ver si cuela.


 Ya no les basta con decir que los que hablan de mala situación son antipatriotas. El jueves el ministro de Trabajo se permitía llamarles, llamarnos, indecentes. No he escuchado a nadie en todos estos meses atrás hablar de catastrofismo. Se está calificando la situación de difícil. Pero con la misma firmeza se apunta la necesidad de hacer un diagnóstico y tomar medidas.

 Incluso la revolución que se vive en los mercados bursátiles ha sido calificada por el Gobierno de coyuntural. Mientras el resto del mundo se reúne, se preocupa, toma medidas, nuestro presidente y sus ministros siguen vociferando la buena situación de la economía española y la posición inmejorable en que nos pilla esta crisis financiera y de modelo de crecimiento.

 A este discurso irresponsable al que ya no queda nadie del Gobierno y del PSOE por sumarse, hay que anotar las últimas declaraciones de Jesús Caldera. El ministro de Trabajo que el jueves, entre risas, adelantaba que los datos que la EPA iba a proporcionar el viernes eran malos pero coyunturales, se permitió añadir que los que hablan de catástrofe —yo no he oído a nadie ese lenguaje— eran indecentes. En su opinión, todo se arreglará en marzo, porque la principal causa del aumento del paro en el sector motor de la economía era consecuencia del parón en las licitaciones tras las elecciones municipales y autonómicas del pasado mes de mayo.


 Por supuesto, Caldera está convencido de que otros sectores vendrán a soportar el paro en ese sector y se refirió a los empleos que tienen que ver con la ayuda a los demás —la Ley de Dependencia— las escuelas infantiles y la obra pública. Es decir, todos empleos dependientes del presupuesto público. Eso que llaman eufemísticamente gasto social. Y ya saben de dónde sale, de los impuestos de todos. Nada que tenga que ver con la inversión en educación, en tecnología, con una economía moderna. El sector público al rescate. Más déficit público, que precisamente lo que saben hacer los gobiernos que se llaman de izquierdas, cuando lo más social y lo más progresista sería poner las bases para la creación de empleo cualificado, estable y productivo.

 Qué les importa si España tiene el déficit exterior más alto del mundo en términos de PIB, es decir escasa competitividad, dificultades para exportar. O que la deuda de empresas y familias sea casi dos veces el PIB. O que los precios superen en 1,2 puntos la media de nuestros socios europeos. O que haya subido la presión fiscal. O que a millones de familias les cueste llegar a fin de mes. O que más de 100.000 personas se hayan ido al paro y otros cientos de miles lo pueda hacer en los próximos meses. O que la bolsa atraviese momentos peligrosos, cuando más de 20 millones de españoles tienen confiados sus ahorros de una forma u otra en ese mercado.


     No les importa absolutamente nada. Al menos eso es lo que demuestran con sus declaraciones. Resulta patético que a la vista de los informes de los expertos y analistas, de la Comisión Europea, del Foro de Davos, de la opinión de los empresarios o de los ciudadanos, el Gobierno siga sin reconocer la realidad y no haga absolutamente nada. Que explique Caldera lo dicho el jueves: es discutible que haya margen para bajar los impuestos, pero se van a crear 1,6 millones de empleos.   

 Ya lo decía estos días el candidato del PP, Manuel Pizarro, lo peor es negarse a hacer el diagnóstico, porque si no se reconoce el mal, difícilmente se puede poner remedio. Todo el tiempo que pase será letal para el enfermo. Y la economía española está enferma.  

 

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