El presidente del Gobierno reitera que lo peor de la crisis económica

Lejos de rectificar, o dialogar siquiera, el presidente del Gobierno, cada día más asediado por las casi unánimes críticas hacia su política económica, aceleró ayer un poco más en su huida hacia delante. Con la discutible táctica de repetir machaconamente los mismos argumentos en busca de una credibilidad que le niegan los datos del paro y del déficit público, el socialista profundizó de nuevo en su táctica de demonizar a los empresarios, presuntos responsables de la recesión.
Con una dialéctica que trata de confrontar a pobres y ricos, el inquilino de Moncloa repitió el lugar común de que la economía española necesita «mejorar su sistema productivo y ser más innovadora y moderna» , algo que, dijo, «no pasa por crear peores contratos». Con tales palabras, el jefe del Ejecutivo pretendió, una vez más, achacar a la patronal la ruptura del diálogo social.
De hecho, Zapatero se refirió directamente a la CEOE al precisar que «quienes durante esta crisis han pedido al Gobierno que rebaje las condiciones de despido, que restrinja las condiciones de los trabajadores y que ayude a ciertos sectores empresariales tienen una prioridad diferente que la del Gobierno», que sería la de mantener la protección social, mejorar la situación de las personas dependientes, las becas y la I+D+i.
«La actual coyuntura no debe dar lugar a un recorte de los derechos laborales», prosiguió el jefe del PSOE antes de reiterar que «el Ejecutivo tiene su opción y habrá otros -en referencia de nuevo a «los poderosos»- que tendrán otra». Para redondear sus argumentos el presidente sostuvo que, «cuando se ha hablado de reforma laboral, la idea era abaratar el despido y que los empresarios tengan más libertad y los trabajadores menos derechos», algo a su juicio inadmisible, puesto que España «no necesita tanto cambiar de legislación laboral como reformar su sistema productivo».

Nueva dosis de optimismo. Tras la ración de exculpaciones, el socialista, que una vez más omitió cualquier autocrítica, recurrió al voluntarismo electoralista para, sin datos concretos y en contra de casi todas las previsiones de los expertos internacionales, pronosticar que la economía patria «podría comenzar a crear empleo en el segundo trimestre de 2010».
Por supuesto, ello supone que «el momento más duro» ya ha pasado y que ahora queda «la gran tarea» de la recuperación y de afrontar los altos niveles de paro.
Hasta ese momento, señaló, se seguirá atendiendo a los parados mediante la protección social al desempleo.
De ahí que, para cubrir el enorme agujero de 15.000 millones que los subsidios generarán solo durante el próximo año 2010, el presidente del Gobierno defendiera nuevamente la recién aprobada subida impositiva, que afectará especialmente a los que «más rentas tienen».

Lecciones a los británicos. Quizá para hacer felices a quienes le acusan de ser el Hugo Chávez europeo, el presidente Zapatero no quiso ayer limitar al ámbito doméstico su nuevo papel de valedor de los pobres y se atrevió a dar lecciones de progresismo a su colega británico Gordon Brown, bastante necesitado de cualquier ayuda, por cierto.
Así, en una reunión con los laboristas británicos, el inquilino de Moncloa compartió su receta para obtener «el voto de los ciudadanos»: «Ser fieles y coherentes con nuestros valores, ser quienes lideramos los cambios, las reformas y, ante todo, ser el partido de la gente que no tiene de todo».
Durante la Conferencia Anual del Partido equivalente al PSOE en Gran Bretaña y solo un día después de la derrota de la socialdemocracia en Alemania, el español propugnó trabajar en pro de una «sociedad de hombres y mujeres libres», que no sufran «ningún tipo de dominación» ni por su situación económica y social ni por su origen, su raza o su orientación sexual, «y que puedan elegir libremente su destino». En ese contexto mitinero, Zapatero alabó las virtudes de Brown, muy por detrás en las encuestas a cuenta de los numerosos escándalos que se han vivido en su Gobierno, y cosechó una enorme ovación.