Napoleón, víctima del exceso de celo de sus médicos
Las causas de la muerte de Napoleón han fascinado a médicos e historiadores desde hace años. Después de la tesis oficial que apuntaba directamente a un cáncer de estómago, y de otras teorías que sugirieron envenenamiento por arsénico, la última línea de investigación culpa de su fallecimiento al exceso de celo de sus médicos.
Según la revista 'NewScientist', el agresivo tratamiento de sus médicos llevó al emperador a la muerte en su exilio de la isla de Santa Elena. La combinación de enemas y tartrato de antinomio de potasio empleados para hacerle vomitar habrían sido una combinación fatal, causante de una arritmia cardiaca denominada 'Torsades de pointes'. Una patología, en la que el pulso se acelera hasta el punto de afectar gravemente al flujo sanguíneo que debe llegar al cerebro.
Según esta investigación, el desencadenante de la muerte del emperador francés habría sido una dosis de 600 miligramos de cloruro mercúrico, una purga que le dieron dos días antes de su muerte que habría reducido aún más los niveles de potasio en sangre.
Esta teoría, desarrollada por el forense patólogo Steven Karch, del Departamento de Examinadores Médicos de San Francisco (EEUU), echa por tierra las versiones anteriores, entre ellas la de la autopsia oficial llevada a cabo por su médico personal, el doctor Francesco Antommarchi. En este documento, firmado por otros cinco médicos británicos, se da por hecho que fue un cáncer de estómago el que acabó con su vida, tal y como ya había ocurrido con su padre algunos años antes.
Las dudas sobre esta versión comenzaron a surgir cuando otro grupo de especialistas aseguró haber descubierto restos de arsénico en el cabello de su cadáver. La teoría del envenenamento se cernió entonces sobre la muerte de Napoleón, apuntando directamente al Conde Charles de Montholon. Él habría sido el ejecutor de una consipiración dirigida por los royalistas franceses, temerosos de que Napoleón pensase algún día en regresar de la isla de Santa Elena a Francia.
Sin embargo, la teoría de Karch también tiene explicación para justificar la presencia del arsénico en el cadáver de Napoleón, aunque en su caso lo atribuye al humo de carbón y otras fuentes medioambientales propias de la época más que a ningún tipo de envenenamiento premeditado.
Pese a lo desarrollado de la nueva 'autopsia', basada en la comparación con casos modernos de muerte por falta de potasio, no todos los expertos parecen muy convencidos de su credibilidad. Así, el docotr Phil Corso, un forense de Connecticut (Estados Unidos) ya retirado, asegura en declaraciones a la BBC, asegura que "Napoleón llevaba enfermo demasiado tiempo, hubiese muerto de cualquier modo, independientemente del tratamiento prescrito por sus médicos".
Según la revista 'NewScientist', el agresivo tratamiento de sus médicos llevó al emperador a la muerte en su exilio de la isla de Santa Elena. La combinación de enemas y tartrato de antinomio de potasio empleados para hacerle vomitar habrían sido una combinación fatal, causante de una arritmia cardiaca denominada 'Torsades de pointes'. Una patología, en la que el pulso se acelera hasta el punto de afectar gravemente al flujo sanguíneo que debe llegar al cerebro.
Según esta investigación, el desencadenante de la muerte del emperador francés habría sido una dosis de 600 miligramos de cloruro mercúrico, una purga que le dieron dos días antes de su muerte que habría reducido aún más los niveles de potasio en sangre.
Esta teoría, desarrollada por el forense patólogo Steven Karch, del Departamento de Examinadores Médicos de San Francisco (EEUU), echa por tierra las versiones anteriores, entre ellas la de la autopsia oficial llevada a cabo por su médico personal, el doctor Francesco Antommarchi. En este documento, firmado por otros cinco médicos británicos, se da por hecho que fue un cáncer de estómago el que acabó con su vida, tal y como ya había ocurrido con su padre algunos años antes.
Las dudas sobre esta versión comenzaron a surgir cuando otro grupo de especialistas aseguró haber descubierto restos de arsénico en el cabello de su cadáver. La teoría del envenenamento se cernió entonces sobre la muerte de Napoleón, apuntando directamente al Conde Charles de Montholon. Él habría sido el ejecutor de una consipiración dirigida por los royalistas franceses, temerosos de que Napoleón pensase algún día en regresar de la isla de Santa Elena a Francia.
Sin embargo, la teoría de Karch también tiene explicación para justificar la presencia del arsénico en el cadáver de Napoleón, aunque en su caso lo atribuye al humo de carbón y otras fuentes medioambientales propias de la época más que a ningún tipo de envenenamiento premeditado.
Pese a lo desarrollado de la nueva 'autopsia', basada en la comparación con casos modernos de muerte por falta de potasio, no todos los expertos parecen muy convencidos de su credibilidad. Así, el docotr Phil Corso, un forense de Connecticut (Estados Unidos) ya retirado, asegura en declaraciones a la BBC, asegura que "Napoleón llevaba enfermo demasiado tiempo, hubiese muerto de cualquier modo, independientemente del tratamiento prescrito por sus médicos".
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