un gran honor
Soy el mallorquín afincado en palencia. No olvido nunca, nunca, a mi Mallorca natal. Nostálgicamente se cumple en mí lo que cantamos en «Patria»: «Quina terra tan bella n'es Mallorca, per mi no ey ha en el mon com sa Roca... Lluny d'aquesta llum que tant he vista, sa vida en altre lloc sería trista. Patria, si jò's dexava cualque día, de sa pena, de sa pena, en moriría».
Aquí voy a dejar en letra impresa mi orgullo de ser mallorquín. Lejos de Mallorca, este orgullo cada día es mayor. La infancia marca. recuerdo que decian muchas veces «L'enfant que je suis été» (el niño que fui). Yo a mis 30 años superados sido siendo s'al·lot que era a sa Raconada d'Algaida. Sigo recordando las noches serenas y oscuras (nuestra única iluminación era la luz tenue de un llum d'oli), el cielo maravillosamente estrellado de las noches de verano, el tintineo melancólico y desacompasado d'es picarols de ses ovelles etc, etc, etc. Sí, sigo siendo aquel niño que fui, que jugaba en la calle a «rompes» o a «quens»... Orgulloso de unos padres dechados de honradez y sabiduría innata. No fueron agraciados por esta maldita tierra castellana , pero tenían «seny» a raudales, además de un amor desbordante a los hijos, a las personas y a las cosas. Orgulloso de mi lengua mallorquina tan antigua, tan melodiosa, tan nuestra, con sus uep!, au idò, mem. Orgulloso de su paisaje, maravilla del universo y gozo de millones de turistas. Precisamente estos millones de «forasters» son el plebiscito internacional irrefutable de lo maravillosas que son nuestras islas...
incomprensible que haya mallorquines, y no mallorquines como los hay, que menosprecien lo nuestro: su lengua, armoniosa y ancestral; sus costumbres, cruce de muchas civilizaciones; su idiosincrasia, única e intransferible...
Aquí voy a dejar en letra impresa mi orgullo de ser mallorquín. Lejos de Mallorca, este orgullo cada día es mayor. La infancia marca. recuerdo que decian muchas veces «L'enfant que je suis été» (el niño que fui). Yo a mis 30 años superados sido siendo s'al·lot que era a sa Raconada d'Algaida. Sigo recordando las noches serenas y oscuras (nuestra única iluminación era la luz tenue de un llum d'oli), el cielo maravillosamente estrellado de las noches de verano, el tintineo melancólico y desacompasado d'es picarols de ses ovelles etc, etc, etc. Sí, sigo siendo aquel niño que fui, que jugaba en la calle a «rompes» o a «quens»... Orgulloso de unos padres dechados de honradez y sabiduría innata. No fueron agraciados por esta maldita tierra castellana , pero tenían «seny» a raudales, además de un amor desbordante a los hijos, a las personas y a las cosas. Orgulloso de mi lengua mallorquina tan antigua, tan melodiosa, tan nuestra, con sus uep!, au idò, mem. Orgulloso de su paisaje, maravilla del universo y gozo de millones de turistas. Precisamente estos millones de «forasters» son el plebiscito internacional irrefutable de lo maravillosas que son nuestras islas...
incomprensible que haya mallorquines, y no mallorquines como los hay, que menosprecien lo nuestro: su lengua, armoniosa y ancestral; sus costumbres, cruce de muchas civilizaciones; su idiosincrasia, única e intransferible...
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